Cerro la puerta, la apuntalo con la vara de Ogion y miro a Therru para ver si seguia durmiendo. Pero ella no durmio esa noche.

En la manana fue con Therru a la aldea a preguntarle a Abanico si le interesaba la lana que habian estado hilando. Era una excusa para alejarse de la casa y estar rodeada de gente por un rato. El viejo dijo que le encantaria tejer algo con esa lana y se quedaron hablando unos pocos minutos, bajo el enorme abanico pintado, mientras la aprendiza golpeteaba en el telar con gesto severo y el entrecejo fruncido. Cuando Tenar y Therru iban saliendo de la casa de Abanico, alguien se oculto detras de la pequena cabana donde habia vivido. Algo, avispas o abejas, le clavaba aguijones en el cuello y la cabeza, y en torno a ellas habia un golpeteo de lluvia, un chubasco, pero no habia nubes… Piedras. Vio los guijarros que golpeaban la tierra. Therru se habia detenido, sobresaltada y perpleja, mirando en torno. Un par de ninos salieron desde atras de la cabana, ocultandose un poco, dejandose ver apenas, gritandose entre ellos, riendo.

—Ven —dijo Tenar con firmeza, y echaron a andar rumbo a la casa de Ogion.

Tenar temblaba y el temblor se fue haciendo mas intenso a medida que avanzaban. Trataba de ocultarselo a Therru, que parecia preocupada pero no asustada, por no haber comprendido lo que habia sucedido.

Tan pronto como entraron en la casa, Tenar se dio cuenta de que alguien habia estado alli mientras estaban en la aldea. Olia a carne y cabellos quemados. Habian desordenado la colcha de la cama.

Cuando trato de decidir que iba a hacer, se dio cuenta de que era victima de un maleficio. Habia estado alli esperando a que llegara. No podia dejar de temblar y sus pensamientos eran confusos, lentos, era incapaz de tomar una decision. No podia pensar. Habia pronunciado la palabra, el nombre verdadero del guijarro, y se lo habian arrojado a la cara… Lo habian arrojado a la cara del mal, la cara monstruosa… Habia tenido la osadia de hablar. No podia hablar.

Tenar penso, en su lengua: «No puedo pensar en hardico. No debo».

Podia pensar, en kargo. No podia hacerlo con rapidez. Era como si tuviera que pedirle a Arha, la nina, la que habia sido hacia tanto tiempo, que saliera de la oscuridad y pensara por ella. Que la ayudara. Como ella la habia ayudado la noche anterior, al hacer que la maldicion se volviera contra el hechicero. Arha desconocia muchas de las cosas que sabian Tenar y Goha, pero sabia maldecir, y vivir en las sombras y estar en silencio.

Era dificil hacerlo, estar en silencio. Queria gritar a viva voz. Queria hablar; ir a la casa de Musgo y contarle lo que habia sucedido, decirle por que tenia que marcharse, al menos despedirse. Trato de decirle a Brezo: «Ahora las cabras te pertenecen, Brezo», y consiguio decirlo en la lengua hardica, para que Brezo entendiera, pero Brezo no comprendio. La miro fijamente y se echo a reir: —?Oh, las cabras son del senor Ogion! —dijo.

«Entonces… tu…», trato de decir Tenar, «sigue cuidandoselas», pero una debilidad mortal se apodero de ella y oyo que su voz decia en un chillido: —?Boba, imbecil, estupida, mujer! —Brezo la miro con fijeza y dejo de reir. Tenar se cubrio la boca con la mano. Cogio a Brezo y la hizo darse vuelta a mirar los quesos que iban endureciendose en el establo, apunto una y otra vez a los quesos y a Brezo, hasta que Brezo hizo un vago gesto de asentimiento y se echo a reir nuevamente al verla actuar de esa manera tan extrana.

Tenar le hizo un gesto con la cabeza a Therru —«?ven!»— y entro en la casa, donde el hedor mas intenso hizo encogerse a Therru.

Tenar cogio los morrales y los zapatos de viaje. En su morral guardo su otro vestido y sus mudas, los dos vestidos viejos de Therru y el vestido nuevo a medio hacer y el resto de tela, los volantes de rueca que habia hecho para ella y para Therru, y un poco de comida y una botella de arcilla con agua para el camino. En el morral de Therru guardo las mejores cestas que habia hecho, la persona de hueso y el animal de hueso dentro de la bolsa de hierba, algunas plumas, una esterilla entretejida que le habia dado Musgo, y una bolsa con nueces y pasas.

Queria decirle «Ve a regar el melocotonero», pero no se atrevio. Hizo salir a la nina y se lo mostro. Therru rego el retono con mucho cuidado.

Barrieron y ordenaron la casa, trabajando de prisa, en silencio.

Tenar dejo una jarra en la repisa y en el otro extremo de la repisa vio los tres grandes libros, los libros de Ogion.

Arha los habia visto y no les habia dado ninguna importancia, eran grandes cajas de cuero llenas de papel.

Pero Tenar los miro detenidamente y se mordio los nudillos, frunciendo el entrecejo por el esfuerzo de tener que tomar una decision, de resolver que debia hacer y como podia llevarselos. No podia cargarlos. Pero tenia que hacerlo. No podian quedarse en esa casa profanada, en la casa en la que habia entrado el odio. Eran sus libros. Los libros de Ogion. De Ged. Sus propios libros. El saber. ?Ensenale todo! Saco la lana y la hilaza del morral en el que habia pensado llevarlas y guardo los libros, uno sobre el otro, y ato el extremo del morral con una tira de cuero en la que hizo un lazo para cogerlo. Luego dijo: —Ahora tenemos que marcharnos, Therru. — Hablo en la lengua karga, pero el nombre de la nina era identico, era una palabra karga, llama, ardiente; y Therru se le acerco, sin hacer preguntas, con su pequeno tesoro en el morral que cargaba a la espalda.

Cogieron sus varas para caminar, la ramita de avellano y la rama de aliso. Pero dejaron la vara de Ogion junto a la puerta, en el rincon oscuro. Dejaron la puerta de la casa abierta de par en par al viento que soplaba desde el mar.

Un instinto animal guio a Tenar, alejandola de los campos de labranza y del camino de la colina por el que habian venido. Tomo en cambio un atajo para bajar por las praderas escarpadas, llevando a Therru de la mano, hacia el camino de las carretas que bajaba zigzagueando hasta el Puerto de Gont. Sabia que si se cruzaba con Alamo estaba perdida y penso que tal vez estaria esperandola en el camino. Pero quiza no en ese camino.

Despues de bajar poco mas o menos de una milla, empezo a poder pensar. Lo primero que penso fue que habia tomado el camino correcto. Poco a poco comenzo a recordar las palabras de la lengua hardica y, al cabo de un rato, las palabras verdaderas, de modo que se agacho y recogio un guijarro y lo sostuvo en la mano, pensando tolk; y se guardo el guijarro en el bolsillo. Contemplo las vastas extensiones de aire y de nubes, y penso, una vez, Kalessin. Y sus ideas se volvieron claras, como el aire.

Llegaron a una larga hondonada rodeada por altos monticulos y promontorios rocosos cubiertos de hierbas, donde se sintio un poco inquieta. Al acercarse al recodo vieron la bahia azulada a sus pies y, entre los Riscos Fortificados, un hermoso barco que entraba en la bahia a toda vela. Tenar habia sentido temor ante el ultimo barco como ese que habia visto, pero este no la atemorizaba. Sentia deseos de correr a su encuentro por el camino.

Pero no podia hacerlo. Avanzaban al ritmo de Therru. Caminaban mas rapido que dos meses antes y el camino de bajada tambien les resultaba mas ligero. Pero el barco corria a su encuentro. Un viento de magia le henchia las velas; el barco atraveso la bahia como un cisne en pleno vuelo. Entro en el puerto antes de que Tenar y Therru llegaran al final del siguiente recodo alargado del camino.

Los pueblos de cualquier tamano le parecian a Tenar lugares muy extranos. Nunca habia vivido en un pueblo. Solo habia visto una vez la ciudad mas importante de Terramar, Havnor, y solo por un rato; y habia partido rumbo al Puerto de Gont con Ged, hacia anos, pero habian subido por el camino que llevaba al Acantilado sin detenerse en las calles. El unico otro pueblo que conocia era Valmouth, donde vivia su hija, un pequeno puerto sonoliento y soleado donde la llegada de un barco con mercancias desde las Andrades era todo un acontecimiento, y el pescado seco era el principal tema de conversacion de sus habitantes.

Tenar y la nina llegaron a las calles del Puerto de Gont cuando el sol aun brillaba muy alto sobre el mar occidental. Therru habia caminado quince millas sin quejarse y sin agotarse, aunque sin duda estaba muy cansada. Tenar tambien se sentia cansada, por no haber dormido la noche anterior y por haber estado tan angustiada; y los libros de Ogion tambien eran una pesada carga. A mitad del camino los habia puesto en el bolso que llevaba a la espalda y habia colocado la comida y las ropas en el morral de la lana, lo que era mejor, pero no mucho mejor. Asi llegaron caminando fatigosamente entre las casas de las afueras a las puertas de la ciudad, donde el camino se convertia en una calle despues de pasar entre dos dragones tallados en piedra. Un hombre, el guardia de la puerta, las miro fijamente. Therru inclino la cara quemada hacia el hombro y oculto la mano quemada bajo el delantal.

—?Os dirigis a una casa del pueblo, senora? —pregunto el guardia, mirando con curiosidad a la nina.

Tenar no sabia que decir. No sabia que habia guardias ante las puertas de las ciudades. No tenia nada con que pagarle a un peajero o a un hospedero. No conocia a nadie en el Puerto de Gont, excepto, penso entonces, al hechicero, al que habia ido al entierro de Ogion, ?como se llamaba? Pero no sabia como se llamaba. Se quedo alli

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