les gritaba, quiza Shandy la oiria. Si abria la ventana de la habitacion y gritaba… o si despertaba a Therru y salian por la ventana y atravesaban corriendo el huerto… Pero los hombres estaban alli, alli mismo, esperando.
Era mas de lo que podia soportar. El terror paralizante que la habia inmovilizado se disipo y corrio furiosa a la cocina, que le parecia ser una sola luz incandescente, cogio el largo y afilado cuchillo de cocina del tajo, abrio el cerrojo de golpe y se quedo de pie en la puerta. —?Entrad ahora! —dijo.
Mientras lo decia oyo un alarido y un profundo jadeo, y un hombre grito: —?Cuidado! —Y otro chillo:— ?Aqui! ?Aqui!
Luego silencio.
La luz que se escapaba por la puerta abierta brillaba en el hielo negro de las pozas, resplandecia en las ramas negras de los robles y en las hojas de plata caidas, y cuando sus ojos pudieron distinguir con mas claridad vio que algo se arrastraba hacia ella por el sendero, una masa negra o un bulto oscuro se arrastraba hacia ella, con un gemido penetrante, sollozante. Detras de la luz vio una silueta negra que se echaba a correr, moviendose como una flecha, y vio el brillo de cuchillas negras.
—?Tenar!
—Detente —dijo ella, alzando el cuchillo.
—?Tenar! ?Soy yo…, Halcon, Gavilan!
—Quedate alli—dijo ella.
La silueta negra que se habia movido rapidamente se quedo quieta junto a la masa negra tumbada en el sendero. La luz que salia por la puerta se reflejo tenuemente en un cuerpo, un rostro, una horquilla de dientes largos con la punta hacia arriba, como la vara de un hechicero, penso. —?Eres tu? —dijo.
Estaba arrodillado junto a la cosa negra que habia en el sendero.
—Creo que lo mate —dijo. Miro por sobre el hombro, se puso en pie. No quedaban rastros de los otros hombres.
—?Donde estan?
—Huyeron. Ayudame, Tenar.
Tomo el cuchillo en una mano. Con la otra cogio el brazo del hombre que yacia ovillado en el sendero. Ged lo tomo por debajo del hombro y, arrastrandolo, lo colocaron sobre el peldano y lo entraron en la casa. Estaba tumbado en el piso empedrado de la cocina, y del pecho y el vientre le brotaba la sangre como agua de una jarra. Tenia arriscado el labio superior y solo se le veia el blanco de los ojos.
—Echale cerrojo a la puerta —dijo Ged, y ella corrio el cerrojo.
—Ropa blanca en el armario —dijo ella, y el saco una sabana y la rasgo para hacer vendas con las que ella rodeo una y otra vez el vientre y el pecho del hombre, en los que se habian enterrado profundamente tres de los cuatro dientes de la horquilla, abriendo tres agujeros dentados por los que se escapaba y salia a chorros la sangre mientras Ged sujetaba el torso del hombre para que ella pudiera vendarlo.
—?Que haces aqui? ?Viniste con ellos?
—Si. Pero no lo sabian. Eso es todo lo que puedes hacer, Tenar. —Dejo que el cuerpo del hombre se doblara y se echo hacia atras, jadeando, secandose la cara con el dorso de la mano ensangrentada.— Creo que lo mate —dijo nuevamente.
—Quiza lo hiciste. —Tenar miro las brillantes manchas rojas que iban extendiendose lentamente en el grueso trozo de lino que rodeaba el pecho delgado y velludo y el vientre del hombre. Se puso de pie y se tambaleo, muy mareada.— Acercate al fuego —dijo—. Debes de estar muriendote.
Ella no sabia como lo habia reconocido en la oscuridad del exterior. Posiblemente por su voz. Llevaba un grueso gaban para pastorear en invierno, hecho con un trozo de vellon con el cuero por fuera, y una gorra de lana para pastorear bien encasquetada; tenia el rostro ajado y curtido por la intemperie, los cabellos largos y color acero. Olia a humo de maderos, y a helada y a ovejas. Tiritaba, todo el cuerpo le temblaba. —Acercate al fuego —le dijo ella nuevamente—. Echale lenos.
El le obedecio. Tenar lleno la tetera y la dejo balanceandose en su asa de hierro sobre las llamas.
Tenia la falda manchada de sangre y cogio un trozo de lino empapado en agua fria para limpiarla. Le paso el trapo a Ged para que se quitara la sangre de las manos. —?Que quieres decir —le pregunto— con eso de que viniste con ellos pero que no lo sabian?
—Venia bajando. De la montana. Por el camino que baja de los manantiales del Kaheda. —Hablaba en un tono apagado, como sin aliento, y los escalofrios lo hacian farfullar.— Oi a unos hombres que venian mas atras y me hice a un lado. Me interne en el bosque. No queria hablar. No se. Tenian algo. Me daban miedo.
Ella sacudio la cabeza con impaciencia y se sento al otro lado del hogar, frente a el, inclinandose para escuchar, con las manos empunadas en el regazo. Sentia el frio de la falda humeda en las piernas.
—Oi que uno de ellos decia «la Granja de los Robles» al pasar. Despues de eso los segui. Uno de ellos no dejaba de hablar. De la nina.
—?Que dijo?
El se quedo en silencio. Al cabo dijo: —Que la iba a recuperar. A castigarla, dijo. Y que se iba a vengar de ti. Por haberla robado, dijo. Dijo… —Se detuvo.
—Que me iba a castigar tambien.
—Todos hablaban. De… de eso.
—Ese no es Diestro. —Senalo con la cabeza al hombre tendido en el suelo.— Es el…
—Dijo que la nina le pertenecia. —Ged tambien miro al hombre y volvio a mirar el fuego.— Esta agonizando. Deberiamos ir a pedir ayuda.
—No se va a morir —dijo Tenar—. En la manana mandare a llamar a Hiedra. Los demas estan alla afuera todavia…, ?cuantos son?
—Dos.
—Me da igual que se muera o siga vivo. Ninguno de los dos va a salir de aqui. —Se puso en pie de un salto, en un espasmo de miedo.— ?Entraste la horquilla, Ged?
El le mostro la horquilla apoyada en la pared junto a la puerta, con los cuatro dientes relucientes.
Ella se sento nuevamente en la solera del hogar, pero ahora se sacudia, temblaba de pies a cabeza, como habia hecho el antes. El se estiro por sobre el hogar para tocarle el brazo. —?No te preocupes! —dijo.
—?Y si todavia estan alla afuera?
—Huyeron.
—Podrian regresar.
—?Dos contra dos? Y tenemos la horquilla.
Ella bajo la voz para decir en un susurro, aterrorizada: —La podadera y las guadanas estan en el colgadero del granero.
El sacudio la cabeza. —Huyeron. Os vieron… a el… y a ti en la puerta.
—?Que hiciste?
—El me ataco. Asi que lo ataque.
—Antes, quiero decir. En el camino.
—Les dio frio, mientras caminaban. Empezo a llover y les dio frio, y empezaron a hablar de venir aqui. Antes de eso era uno solo el que hablaba de la nina y de ti, de ensenarles, de darles un escarmiento… —Se quedo sin voz.— Tengo sed —dijo.
—Yo tambien. La tetera no esta hirviendo todavia. Sigue.
Tomo aliento y trato de contar la historia con coherencia. —Los otros dos no le prestaban mucha atencion. Posiblemente ya habian oido todo eso antes. Tenian prisa. Querian llegar a Valmouth. Como si alguien los persiguiera. Como si hubiesen ido huyendo. Pero empezo a hacer frio y el siguio hablando de la Granja de los Robles, y el de la gorra dijo: «Y bien, ?por que no vamos alla y pasamos la noche con…?».
—Con la viuda, ?verdad?
Ged se cubrio la cara con las manos. Ella espero.
El contemplo el fuego y siguio hablando resueltamente. —Entonces los perdi de vista por un rato. El camino se interno en el valle y no pude seguir por donde venia, por el bosque, poco mas atras que ellos. Tuve que apartarme, ir por los sembrados, por donde no pudieran verme. No conozco estos lugares, solo el camino. Tenia miedo de perderme, de no ver la casa si tomaba un atajo por los sembrados. Y estaba oscureciendo. Pense que no habia visto la casa, que habia pasado rapidamente por un costado. Regrese al camino y casi me cruce con ellos… en ese recodo. Habian visto pasar al viejo. Decidieron esperar hasta que oscureciera y estaban seguros de