—Por aqui —dijo ella.
12. Invierno
Se iba despertando, sin querer despertarse. Una tenue luz gris brillaba en la ventana filtrandose en delgadas capas por los postigos. ?Por que estaban cerrados los postigos? Se levanto precipitadamente y atraveso el pasillo hasta llegar a la cocina. No habia nadie junto al fuego, nadie tumbado en el suelo. No quedaban rastros de nadie ni de nada. Excepto el pote de te y tres tazones sobre el tablero.
Therru se levanto cuando salio el sol y desayunaron como siempre; mientras ordenaban, la nina pregunto: —?Que sucedio? —Cogio una punta del lino mojado que habia en la artesa de la despensa. El agua de la artesa tenia vetas y manchas de un rojo pardusco.
—?Oh!, se me adelanto la regla —dijo Tenar, sorprendida ante la mentira que acababa de decir.
Therru se quedo inmovil por un momento, oliendo atentamente y con la cabeza quieta, como un animal olfateando un rastro. Luego dejo caer otra vez el lienzo en el agua y salio a darle de comer a los pollos.
Tenar se sentia enferma; le dolian los huesos. Aun hacia frio y se quedo dentro de la casa todo lo que pudo. Trato de que Therru no saliera, pero cuando salio el sol con un viento penetrante y claro, Therru sintio deseos de estar fuera.
—Quedate con Shandy en el huerto —le dijo Tenar.
Therru no dijo nada al salir.
El lado quemado y deforme de su cara habia quedado rigido por el dano que habian sufrido los musculos y por la gruesa cicatriz, pero a medida que las cicatrices iban cambiando con el tiempo y que, de tanto mirarlo, Tenar aprendia a no evitarlo como algo deforme sino a verlo como un rostro que empezaba a tener expresiones propias. Cuando Therru tenia miedo, Tenar sentia que el lado quemado y oscuro se «cerraba», se plegaba, se endurecia. Cuando estaba exaltada o atenta, hasta la cuenca del ojo ciego parecia observar, y las cicatrices se enrojecian y ardian al tacto. Cuando habia salido tenia un gesto peculiar, como si su rostro no hubiese sido en absoluto humano, sino el rostro de un animal, de una extrana criatura salvaje y de piel dura, con un solo ojo resplandeciente, silenciosa, huidiza.
Y Tenar sabia que, asi como ella le habia mentido por primera vez, Therru le iba a desobedecer por primera vez. Por primera pero no por ultima vez.
Se sento junto al fuego lanzando un suspiro de cansancio, y no hizo nada por un rato.
Un seco golpe en la puerta: Arroyo Claro y Ged —no, tenia que decirle Halcon—, Halcon de pie en el peldano de la entrada. El viejo Arroyo Claro no dejaba de hablar y de darse importancia. Ged estaba sombrio y silencioso y la sucia pelliza de oveja le daba el aspecto de corpulento. —Entrad —dijo ella—. Bebed un poco de te. ?Que hay de nuevo?
—Trataron de escapar, hacia Valmouth, pero los hombres de Kahedanan, los alguaciles, bajaron y los encontraron en el retrete de Cerezo, ahi mismo —anuncio Arroyo Claro, blandiendo el puno.
—?Se escapo?—Tenar se aterrorizo.
—Los otros dos escaparon —dijo Ged—. El no.
—Mira, encontraron el cuerpo en el viejo matadero de la Colina Redonda, hecho pedazos, alla en el viejo matadero, cerca de Kahedanan, asi que diez, doce de ellos se nombraron alguaciles ahi mismo y salieron a perseguirlos. Y se pusieron a buscarlos por todas las aldeas anoche; y esta manana, cuando no habia casi luz, los encontraron escondidos en el retrete de Cerezo. Estaban casi congelados.
—?Esta muerto, entonces? —pregunto Tenar perpleja.
Ged se habia quitado la pesada pelliza y se habia sentado en la silla de bejuco junto a la puerta para desatarse las polainas de cuero. —
—?Que mujer? —dijo Tenar en un susurro.
Tenia los ojos clavados en Ged. El inclino un poco la cabeza.
Arroyo Claro queria aduenarse de la historia y siguio contandola en voz alta: —Hable con unos hombres de alla arriba y me dijeron que los cuatro habian estado dando vueltas y acampando y vagabundeando cerca de Kahedanan, y que la mujer iba a mendigar a la aldea, toda golpeada y con quemaduras y magulladuras por todas partes. Ellos la mandaban, los hombres, ?entiendes?, asi a mendigar, y despues ella volvia con ellos y le contaba a la gente que si volvia sin nada le pegaban mas, entonces ellos le preguntaban que para que volvia. Pero si no volvia, iban a ir a buscarla, eso decia, ?entiendes?, y siempre andaba con ellos. Pero finalmente se excedieron y la golpearon hasta matarla, y agarraron el cuerpo y lo dejaron en el viejo matadero de alla, donde todavia apesta un poco; ?sabes?, quiza pensaban que con eso iban a ocultar lo que habian hecho. Y entonces se fueron, vinieron aqui, anoche justamente. ?Y por que no gritaste y nos llamaste ayer por la noche, Goha? Halcon dice que estaban aqui mismo, husmeando alrededor de la casa, cuando el les cayo encima. Yo habria oido, seguro, o Shandy, posiblemente ella tenga mejor oido que yo. ?Ya le contaste a Shandy?
Tenar nego con la cabeza.
—Le voy a ir a contar —dijo el viejo, feliz de ser el primero en llevar las nuevas, y se echo a andar pesadamente por el corral. Desanduvo la mitad del trecho que habia recorrido—. Nunca me habria imaginado que sabias manejar tan bien una horquilla —le grito a Ged, y se golpeo el muslo, riendo, y siguio su camino.
Ged se saco rapidamente las pesadas polainas, se quito los zapatos enlodados y los apoyo en el peldano de la entrada, y se acerco al fuego en calcetas. Pantalones y gaban y camisa de lana rustica; un pastor de cabras gontes, con una expresion sagaz, nariz aguilena y ojos diafanos, oscuros.
—Pronto empezara a llegar gente —dijo—. A contarte todo lo que sucedio y a escuchar nuevamente lo que ocurrio aqui. Encerraron a los dos que huyeron en una bodega de vinos vacia, y hay quince o veinte hombres custodiandolos, y veinte o treinta ninos tratando de echar una ojeada… —Bostezo, movio los hombros y los brazos para aflojarlos y con una rapida mirada le pidio permiso a Tenar para sentarse al lado del fuego.
Ella le senalo la solera del hogar. —Debes de estar agotado —musito.
—Dormi un poco, aqui, anoche. No pude quedarme despierto. —Volvio a bostezar. Alzo los ojos para mirarla, inquisitivamente, tratando de saber como estaba.
—Era la madre de Therru —dijo ella. Su voz era apenas un murmullo.
El asintio. Se inclino un poco hacia adelante, con los brazos apoyados en las rodillas, como solia hacer Pedernal, contemplando el fuego. Se parecian mucho y eran absolutamente diferentes, tan diferentes como una piedra enterrada y un pajaro en pleno vuelo. A Tenar le dolia el corazon y le dolian los huesos, se sentia turbada por los presentimientos y el dolor y el recuerdo del dolor y una inquieta liviandad.
—Nuestro hombre esta en manos de la bruja —dijo el—. Lo ato, por si acaso se siente animado. Le lleno los agujeros que tiene con telaranas y sortilegios para restanar la sangre. Dice que vivira hasta que lo cuelguen.
—Lo cuelguen.
—Depende de los Tribunales del Rey, ahora que volveran a reunirse. Lo colgaran o lo condenaran a trabajos forzados.
Ella sacudio la cabeza, frunciendo el entrecejo.
—Tu no permitirias que se marchara sin mas, Tenar—dijo el dulcemente, observandola.
—No.
—Hay que castigarlos —dijo el sin dejar de observarla.
—«Castigarlos». Eso es lo que dijo el. Castigar a la nina. Es una nina malvada. Hay que castigarla. Y castigarme a mi, por haberme apoderado de ella. Por ser… —Le costaba hablar.— ?No quiero castigos!… No deberia haber sucedido… ?Ojala lo hubieses matado!
—Hice todo lo posible —dijo Ged.
Despues de un largo rato, Tenar se echo a reir con un dejo de temblor en la voz. —Si que lo hiciste.
—Imaginate que facil habria sido —dijo el, mirando nuevamente las brasas— cuando era mago. Podria haberles arrojado un sortilegio de atadura, alla arriba en el camino, antes de que alcanzaran a darse cuenta. Podria haberlos llevado directamente a Valmouth, como a un rebano de ovejas. O anoche, aqui, ?imaginate los fuegos artificiales que podria haber hecho estallar! Nunca habrian llegado a saber que les habia sucedido.