negativos dirigidos hacia mi, de modo que balbuci algo apropiado y volvimos a sentarnos al lado de Deborah. Wilkins seguia de guardia en la puerta, y no percibi ningun cambio en ella, y por mas rato que seguimos sentados, o mas fijamente que la miramos, no paso nada, salvo por los ruiditos de la maquinaria.

Chutsky la miraba como si pudiera obligarla a incorporarse y a hablar mediante el poder de su mirada. No funciono. Al cabo de un rato me miro a mi.

—El tipo que hizo esto —dijo—, lo trincaron, ?verdad?

—Esta encerrado —conteste—. En el centro de detencion.

Chutsky asintio y dio la impresion de que iba a decir algo mas. Miro hacia la ventana, suspiro y volvio a mirar a Deborah.

Dexter es famoso a lo largo y ancho del mundo por la agudeza y profundidad de su intelecto, pero era casi medianoche cuando se me ocurrio que era absurdo seguir sentado ahi contemplando la forma inmovil de Deborah. No se habia puesto en pie de un brinco debido a la intensidad de la mirada de Chutsky, digna de Uri Geller, y si habia que dar credito a los medicos, no iba a hacer nada de nada durante un tiempo. En cuyo caso, en lugar de estar sentado aqui e irme desplomando poco a poco al suelo, hasta convertirme en un fardo encorvado de ojos inyectados en sangre, lo mas logico era que Dexter se fuera a la cama para gozar de unas escualidas horas de sueno.

Chutsky no protesto. Se limito a agitar la mano y murmurar algo acerca de defender el fuerte, y yo me arrastre fuera de la UCI hasta salir a la noche calurosa y humeda de Miami. Era un agradable cambio despues del frio artificial del hospital, y me detuve para saborear el aroma de la vegetacion y los gases de escape. Habia un buen pedazo de perfida luna amarilla flotando en el cielo y riendo para sus adentros, pero no senti su tiron. No podia concentrarme en el gozoso brillo parejo que desprenderia la hoja de un cuchillo en la salvaje danza nocturna de placer sombrio que deberia anhelar. Con Deborah inmovil dentro, no. No se trataba de que hubiera estado mal. No sentia nada, nada de nada, salvo cansancio, aburrimiento y vaciedad.

Bien, no podia curar el aburrimiento y la vaciedad, ni tampoco a Deborah, pero al menos podia hacer algo con el cansancio.

Me fui a casa.

Desperte temprano, con mal sabor de boca. Rita ya estaba en la cocina y me puso una taza de cafe delante antes de que me hubiera sentado en la silla.

—?Como esta? —me pregunto.

—Es demasiado pronto para saberlo —dije, y ella asintio.

—Siempre dicen lo mismo —contesto.

Tome un largo sorbo de cafe y volvi a levantarme.

—Voy a preguntar como esta. —Cogi el movil que descansaba en la mesa que habia al lado de la puerta principal y llame a Chutsky.

—Ningun cambio —dijo, con una voz que acusaba la fatiga—. Te llamare si hay novedades.

Volvi a la mesa de la cocina y me sente, con la sensacion de que iba a caer en coma de un momento a otro.

—?Que han dicho? —me pregunto Rita.

—Ningun cambio —repeti, y me incline hacia la taza de cafe.

Varias tazas de cafe y seis tortitas de arandanos despues me sentia un poco recuperado y preparado para ir a trabajar, de modo que empuje la silla hacia atras, me despedi de Rita y de los ninos, y sali por la puerta. Me sumergiria en la inercia de la rutina como siempre, y dejaria que el ritmo habitual de mi vida artificial me calmara hasta alcanzar una serenidad sintetica.

Pero el trabajo no era el refugio que yo habia esperado. Por todas partes me saludaron rostros compungidos y voces susurrantes que preguntaban, «?Como esta?» Daba la impresion de que todo el edificio vibraba de preocupacion y resonaba con el grito de batalla de «Es demasiado pronto para saberlo». Hasta Vince Masuoka se habia contagiado del espiritu. Habia traido donuts (?la segunda vez en una semana!), y en un arrebato de bondad compasiva en estado puro me habia guardado el de crema bavara.

—?Como esta? —me pregunto, al tiempo que me lo daba.

—Ha perdido mucha sangre —dije, sobre todo para variar un poco, antes de que se me gastara la lengua de repetir lo mismo tantas veces—. Aun sigue en la UCI.

—En Jackson son muy buenos en estas cosas —observo—. Tienen mucha practica.

—Preferiria que practicaran con otra persona —replique, y me comi el donut.

Llevaba sentado menos de diez minutos cuando recibi una llamada de la ayudante ejecutiva del capitan Matthews, Gwen.

—El capitan quiere verte ahora mismo —dijo.

—Una voz tan hermosa… Solo puede ser la de Gwen, el angel radiante —conteste.

—Quiere decir ahora mismo —insistio, y colgo. Yo tambien.

Estuve en la oficina exterior del capitan menos de cuatro minutos, admirando a Gwen. Habia sido ayudante de Matthews desde el principio de los tiempos, desde que la llamaban secretaria, y por dos motivos. El primero, ser increiblemente eficaz. El segundo, carecer del menor atractivo, y ninguna de las tres esposas del capitan habia sido capaz de encontrar la menor objecion contra ella.

La combinacion de ambas cosas la convertia en irresistible para mi, pues era incapaz de verla sin soltar alguna divertida broma, producto de mi hilarante ingenio.

—Ay, Gwendolyn —dije—. Dulce sirena de South Miami.

—Te esta esperando.

—El no me importa —conteste—. Huye conmigo a una vida de feliz depravacion.

—Entra —me ordeno, y senalo la puerta con un cabeceo—. En la sala de conferencias.

Habia supuesto que el capitan desearia expresar la solidaridad oficial, y la sala de conferencias se me antojo un lugar extrano para ello. Pero el era el capitan, y Dexter un mero subordinado, de modo que entre.

En efecto, el capitan Matthews me estaba esperando dentro de la sala de conferencias, y cuando entre se abalanzo sobre mi.

—Morgan. Es que, hum… Esto es extraoficial por completo, asi que… —Agito una mano, y despues la apoyo sobre mi hombro—. Echanos una mano, hijo. Solo… Ya sabes.

Sin mas directrices surrealistas, me condujo hasta una silla de la mesa.

Ya habia varias personas mas sentadas, de las cuales reconoci a casi todas, y ninguna era una buena noticia. Estaba Israel Salguero, jefe de Asuntos Internos. Por si solo, el era una mala noticia. Pero iba acompanado de Irene Capuccio, a la que solo conocia de vista y reputacion. Se trataba de la abogada de mas rango del departamento, y pocas veces la convocaban, a menos que alguien hubiera presentado una querella creible y de peso contra nosotros. Sentado a su lado estaba otro abogado del departamento, Ed Beasley.

Al otro lado de la mesa se encontraba el teniente Stein, encargado de las relaciones con la prensa, especializado en darle la vuelta a las cosas para impedir que todo el cuerpo pareciera una banda de visigodos en estado salvaje. En conjunto, no era un grupo calculado para que Dexter se hundiera en la silla envuelto en una mullida nube de tranquilidad.

Ademas, habia un desconocido ocupando la silla de al lado de Matthews, y a juzgar por el corte de su traje, en apariencia caro, estaba claro que no se trataba de un policia. Era un negro, con una expresion de encantado de conocerse a si mismo en el rostro y la cabeza afeitada, cuyo brillo solo habria podido conseguir gracias a cera para muebles, y mientras yo le miraba movio el brazo de manera que, cuando la manga resbalo hacia atras, revelo un gemelo de diamante de buen tamano y un bonito Rolex.

—Bien —dijo Matthews, mientras yo me paraba junto a una silla al tiempo que intentaba reprimir una sensacion de panico—. ?Como esta?

—Es demasiado pronto para saberlo —conteste.

El capitan asintio.

—Bien, estoy seguro de que todos los presentes, hum, le deseamos lo mejor. Es una agente excelente, y su padre era, hum…, tu padre tambien, por supuesto. —Carraspeo y continuo—: Los, hum, medicos de Jackson son los mejores, y quiero que sepas que si el departamento puede hacer algo, hum… —El hombre sentado al lado de Matthews le miro, despues a mi, y Matthews asintio—. Sientate —me ordeno.

Aparte una silla de la mesa y me sente, sin tener ni idea de que estaba pasando, pero absolutamente convencido de que no me iba a gustar.

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