optima para subirse a los arboles. Aquellos arboles eran un estupendo sitio donde sentarse, con sus anchas ramas horizontales, y servian de sede social para cualquiera que aun no hubiera cumplido los dieciocho anos.

Yo estaba sentado en el mio aquella tarde, con la esperanza de que el resto del barrio me tomara por un chico normal. Habia alcanzado una edad en que todo empezaba a cambiar, y yo me habia dado cuenta de que estaba cambiando de una manera muy diferente. Para empezar, a diferencia de los demas chicos, yo no estaba consumido por el deseo de atisbar debajo de la falda de Bobbie Gelber cuando subia al arbol. Y para continuar…

Cuando el Oscuro Pasajero empezo a susurrar malvados pensamientos, me di cuenta de que era una Presencia que siempre habia estado conmigo, pero no habia hablado hasta entonces. Aun asi, en esos momentos en que mis coetaneos empezaban a pasarse ejemplares de Hustler, me enviaba suenos con un tipo diferente de ilustraciones, tal vez procedentes de Vivisection Monthly. Y si bien las imagenes que recibia eran perturbadoras al principio, despues se me empezaron a antojar cada vez mas normales, inevitables, deseables y, por fin, necesarias. Pero otra voz, igualmente fuerte, me decia que esto era malo, propio de locos, muy peligroso. Y casi siempre las dos voces se enzarzaban en una lucha muy renida y yo no hacia otra cosa que sonar, como todos los chicos humanos de mi edad.

Sin embargo, una maravillosa noche, los dos ejercitos susurrantes se pusieron de acuerdo al darme cuenta de que el perro de los Gelber, Buddy, no dejaba dormir a mama con sus ladridos incesantes. Esto no era bueno. Mama se estaba muriendo de algo misterioso e incurable llamado linfoma, y necesitaba dormir. Se me ocurrio que, si podia ayudar a mama a dormir, seria una buena cosa, y ambas voces admitieron que si, una a reganadientes, por supuesto, pero la otra, la Mas Oscura, con un entusiasmo que me aturdio.

Y asi fue que Buddy, el perrito vocinglero, lanzo a Dexter hacia su destino. Fue torpe, por supuesto, y mucho mas complicado de lo que habia pensado, pero tambien tan estupendo, justo y necesario…

Durante los meses siguientes se sucedieron algunos experimentos mas sin importancia. Espaciados con cautela, companeros de juegos elegidos con mas cuidado pues incluso en mi ardorosa fase de autodescubrimiento tenia claro que, si todos los animalitos domesticos del vecindario desaparecian, alguien se pondria a hacer preguntas. Pero habia animales extraviados, un desplazamiento en bicicleta hasta una zona diferente, y de alguna manera el joven Luke Darkwalker[7] salia adelante y aprendia poco a poco el sentido de la felicidad. Y como me sentia tan colgado de mis pequenos experimentos, los enterraba cerca, tras una hilera de matorrales de nuestro patio trasero.

Ahora soy mucho mas precavido, pero en aquellos tiempos todo me parecia inocente y maravilloso, y de vez en cuando me gustaba buscar entre los matorrales y regodearme en el calido resplandor de los recuerdos, y ese fue mi primer error.

Aquella perezosa tarde estaba sentado en mi baniano y vi que Harry aparcaba el coche, bajaba y se detenia. Llevaba puesta la cara del trabajo, la que decia, lo he visto todo y no me ha gustado casi nada. Se quedo parado al lado del coche un buen rato con los ojos cerrados, sin hacer nada mas complicado que respirar.

Cuando volvio a abrirlos, su expresion decia, he llegado a casa y estoy muy contento. Avanzo un paso hacia la puerta principal, y yo salte del arbol y sali a su encuentro.

—Dexter —dijo—. ?Que tal te ha ido hoy en el colegio?

La verdad era que habia sido un dia como todos los demas, pero aun asi sabia que no era la respuesta apropiada.

—Bien. Estamos estudiando el comunismo.

Harry asintio.

—Es importante estudiarlo. ?Cual es la capital de Rusia?

—Moscu —conteste—. Antes era San Petersburgo.

—Vaya —dijo Harry—. ?Por que la cambiaron?

Me encogi de hombros.

—Ahora son ateos. No pueden tener santos, porque no creen en ellos.

Apoyo una mano sobre mi hombro y empezamos a caminar hacia la casa.

—Eso no puede ser muy divertido —comento.

—?Tu, hum, luchaste contra los comunistas? —le pregunte, aunque habia querido decir «mataste», pero no me atrevi—. ?En los marines?

Harry asintio.

—Exacto —dijo—. El comunismo amenaza nuestro estilo de vida. Asi que es importante combatirlo.

Llegamos a la puerta principal y me empujo con suavidad hacia el olor a cafe recien hecho de Doris, mi madre adoptiva, que siempre tenia preparado para cuando Harry llegaba a casa del trabajo. Aun no estaba demasiado enferma para moverse, y le estaba esperando en la cocina.

Llevaron a cabo su ritual de beber cafe y hablar en voz baja, como cada dia, y era una imagen a lo Norman Rockwell tan perfecta, que la habria olvidado casi al instante de no ser por lo que ocurrio mas tarde.

Doris ya se habia acostado. Se iba a la cama cada vez mas temprano a medida que el cancer empeoraba y necesitaba mas medicamentos para el dolor. Harry, Deborah y yo nos habiamos congregado delante de la tele como de costumbre. Estabamos viendo una comedia, no recuerdo cual. Habia tantas en aquella epoca que las habrian podido agrupar todas bajo el titulo de La Curiosa Minoria y el Tipo Blanco. El unico proposito de aquellos programas parecia ser el de informarnos de que, pese a nuestras pequenas diferencias, en el fondo todos eramos iguales. Yo seguia esperando alguna pista de que eso me incluyera a mi, pero ni Freddie Prinze ni Redd Foxx trinchaban nunca a un vecino. En cualquier caso, todos los demas parecian disfrutar del programa. Deborah reia a carcajada limpia, y Harry mantenia una sonrisa complacida en la cara, y yo hacia lo posible por pasar desapercibido y no desentonar.

Pero en plena escena culminante, justo cuando estabamos a punto de descubrir que todos somos iguales y a fundirnos en un abrazo, sono el timbre de la puerta. Harry fruncio un poco el ceno, pero se levanto y fue a abrir la puerta, con un ojo pegado a la television. Como yo ya habia adivinado como acabaria el programa, y no me conmovian los artificiales abrazos de compasion, mire a Harry. Encendio la luz de fuera, atisbo por la mirilla, giro la llave y abrio la puerta.

—Gus —dijo sorprendido—. Entra.

Gus Rigby era el amigo mas antiguo de Harry en el cuerpo. Habian sido padrinos de cada uno en sus bodas respectivas, y Harry era el padrino de la hija de Gus, Betsy. Desde su divorcio, Gus siempre venia a casa los dias de fiesta y en ocasiones especiales, aunque ya no tan a menudo ahora que Doris estaba enferma, y siempre traia una tarta de limon.

Pero hoy no parecia muy sociable, y no traia tarta. Se le veia irritado y agotado.

—Tenemos que hablar —dijo, y entro en casa.

—?De que? —pregunto Harry, que todavia no habia cerrado la puerta.

Gus se volvio y rugio.

—Otto Valdez esta en la calle.

Harry le miro fijamente.

—?Como ha salido?

—Gracias a su abogado —explico Gus—. Alego que fue uso excesivo de la fuerza.

Harry asintio.

—Te pasaste con el, Gus.

—Es un violador de ninos —replico este—. ?Quieres que le bese?

—De acuerdo —concedio Harry. Cerro la puerta con llave—, ?De que quieres hablar?

—Me esta acosando —acuso Gus—. El telefono suena y no habla nadie, solo se oye una respiracion. Pero se que es el. Me pasaron una nota por debajo de la puerta. En mi casa, Harry.

—?Que ha dicho el teniente?

Gus nego con la cabeza.

—Quiero hacerlo solo. A su manera. De extranjis. Y quiero que me ayudes.

Con ese maravilloso sentido de la ocasion que solo sucede en la vida real, el programa de la tele termino y el fondo sonoro de carcajadas resono justo despues de las palabras de Gus. Deborah tambien rio, y levanto la vista por fin.

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