ayuda a la integracion de los refugiados del este de Europa en el mundo laboral, no era en realidad sino una especie de hostal, donde alojaba a los inmigrantes que trabajaban en empleos que el les proporcionaba.

– ?Y a cambio?

– A cambio, ellos le pagaban el sesenta por ciento de su salario, pero por lo menos tenian un techo.

– ?Y comida?

– No sea iluso, dottore. El les ayudaba tambien a habituarse a la experiencia de vivir en una sociedad capitalista.

– Cada cual para si -dijo Brunetti.

– Y perro come perro -repuso ella, y anadio-: Aunque, en este caso, es de esperar que no fuera asi. En el alojamiento podian cocinar.

– Menos mal -dijo Brunetti-. ?Y que paso?

– Una de las mujeres acudio a los carabinieri Aunque era rumana pudo hacerse entender. Les dijo lo que ocurria y ellos hicieron una visita al centro. Pero ya no encontraron al signor Gorini.

– ?Utilizaba su verdadero nombre durante todo aquel tiempo?

– Si, senor. Y, al parecer, ello no le causo dificultades.

– Ha tenido usted suerte de que asi fuera -dijo Brunetti, que, al ver su reaccion, se apresuro a anadir-: Aunque estoy seguro de que, de haber cambiado de nombre, tampoco habria tenido dificultades, solo habria necesitado mas tiempo.

– Muy poco mas -dijo ella, y Brunetti la creyo.

– ?Y despues? -pregunto el comisario.

– No hay rastro de el hasta que, hace cinco anos, abrio un consultorio de medico homeopata en Napoles; pero… -aqui ella lo miro y movio la cabeza con asombro-… al cabo de dos anos alguien reviso su solicitud y descubrio que Gorini nunca habia estudiado Medicina.

– ?Que paso?

– Le cerraron el consultorio. -No dijo mas. Quiza en Napoles no era delito ejercer la Medicina sin licencia-. Hace dos anos -prosiguio- se mudo a la direccion que usted me dio, pero el contrato de arrendamiento no esta a su nombre.

– ?Al de quien entonces?

– Al de una tal Elvira Montini.

– ?Quien es?

– Trabaja de tecnica de laboratorio en el Ospedale Civile.

– Quiza el se haya reformado -apunto Brunetti.

Ella alzo las cejas, pero no dijo nada.

– ?Ha encontrado algun indicio de lo que hace ahora?

– Por lo que he podido averiguar, podria dedicarse a la vida contemplativa y las buenas obras.

– No obstante, parece ser que la tia de Vianello le lleva grandes cantidades de dinero a esa direccion -dijo Brunetti con escepticismo-. A el o a una persona que reside en ese domicilio -rectifico-. El suyo es el unico apartamento que usa esa entrada.

– De modo que eso es lo que preocupa a Vianello -dijo ella, en tono de conmiseracion y afecto.

– Si, desde hace tiempo.

El penso en sus amistades del hospital y dijo:

– Podria preguntar al dottor Rizzardi. El conocera a los empleados del laboratorio.

La tos de ella fue muy discreta, casi imperceptible, pero a Brunetti le sono como un toque de clarin.

– ?Ya ha hablado usted con el? -pregunto.

– Si, senor. -Sin darle tiempo a decir nada, ella explico-: Me tome la libertad de preguntar.

– Ah -escapo de labios de Brunetti-. ?Y?

– Pues que ella es esa persona competente de la que depende todo el departamento -respondio ella, y Brunetti se abstuvo de mirarla a los ojos despues de que dijera esto-. Lleva alli quince anos y no esta casada, a no ser con su trabajo.

Impulsivamente, para soslayar toda consideracion acerca de como esta descripcion, dejando aparte el numero de anos, podia aplicarse a la propia signorina Elettra, Brunetti pregunto:

– ?Como se explica, pues, la presencia del signor Gorini en su casa?

– Justamente -convino la joven, y prosiguio-: Pregunte al doctor si podia decirme algo mas acerca de la mujer y note cierta resistencia. Daba la impresion de querer protegerla.

– ?Y usted que hizo?

– Mentir, desde luego -respondio ella con naturalidad-. Le dije que mi hermana conocia a una empleada del laboratorio, lo que es cierto, y hasta le di el nombre. Es alguien que estudiaba Medicina con Barbara pero no termino la carrera. Dije que me habia hablado muy bien de la signorina Montini pero que le parecia que en este ano ultimo habia cambiado. -Antes de que Brunetti pudiera preguntar, explico-: Una mujer que ha vivido dos anos con un hombre como el es muy probable que haya cambiado, y no a mejor.

– ?Y que dijo el?

– Que su trabajo sigue siendo excelente, y cambio de tema.

– Entiendo -dijo Brunetti-. ?Querria pedir a su hermana que pregunte a su antigua companera de clase?

La signorina Elettra movio la cabeza vigorosamente y miro a la mesa.

– No se hablan -fue su unica explicacion.

– ?Que mas tenemos? -pregunto el viendo que aun quedaban papeles en la mesa.

– El tiene cuenta en UniCredit. -Le paso un extracto de los movimientos de la cuenta de Stefano Gorini durante los seis ultimos meses. El examino las cantidades, buscando una pauta, pero no la habia. Todos los meses se abonaban o cargaban en la cuenta sumas diversas, siempre en efectivo y siempre inferiores a quinientos euros. El saldo actual no llegaba a dos mil euros.

– ?Algun indicio de como se gana la vida?

Ella movio la cabeza negativamente.

– Quiza tenga amigos generosos, o quiza lo mantenga la signorina Montini o, que se yo, quiza tenga suerte en la ruleta o con las cartas. El dinero entra y sale, pero nunca en una cuantia que pueda despertar curiosidad.

– ?Cargos a tarjetas de credito?

– Parece que no tiene tarjetas.

– Mirabili dictu -dijo Brunetti-. Y pensar que estamos en el nuevo milenio.

– Pero podria tener telefonino -dijo ella y, adelantandose a la pregunta del comisario, explico-: No lo sabre hasta esta tarde o manana. -Observo la sorpresa de Brunetti y anadio, a modo de explicacion-: Giorgio esta de vacaciones.

– ?Y tiene usted que preguntar a otra persona?

En la cara de ella se pinto la sorpresa ante el desconocimiento de Brunetti de lo que es la fidelidad del cliente.

– No, senor; el hara un intento desde Terranova, pero no estaba seguro de poder hacermelo llegar hoy. Me ha dicho que puede tener complicaciones para introducirse en el sistema Telecom desde alli.

– Comprendo -mintio Brunetti-. Me gustaria encontrar la manera de vigilar esa casa.

– La he buscado en Calli, Campi e Campielli, y no parece facil. Tendria que poner a alguien permanentemente en Campo dei Frari y en San Toma, y ni asi podria estar seguro de que todo el que entra en la calle va a esa direccion o el que salia viene de alli.

– ?Sabe de alguien de esta casa que viva por esa zona?

– Veamos -dijo ella volviendose hacia el ordenador, y Brunetti supuso que abria el archivo del personal de la questura. Menos de dos minutos despues, ella dijo-: No, senor. Nadie vive a menos de dos puentes. Vistos sus antecedentes -anadio poniendo una mano sobre los papeles para volver a centrar la atencion de ambos en Gorini-, con o sin la signorina Montini, no es probable que se haya retirado a una vida de inactividad.

– Y, si algo le ha ensenado la experiencia -prosiguio Brunetti-, evitara contratar a alguien o hacer algo que

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