remilgada.

– Comprendo -dijo Brunetti, sin estar seguro de que parte de la historia era verdad y que parte fantasia, porque con la signorina Elettra nunca se sabia. Para alejarla del tema, pregunto:

– ?Y que tenemos del signor Puntera?

– Un amigo mio del banco habia trabajado de asesor fiscal para el. Me enterare de si sigue en Venecia y vere que puede decirme.

Brunetti no recordaba que, en todos aquellos anos, la signorina Elettra hubiera utilizado una sola fuente femenina.

– ?Resulta mas facil hacer hablar a los hombres?

– Si, senor. -Ella ladeo la cabeza y miro a la puerta del despacho de Patta-. Yo diria que si. Las mujeres somos mas discretas. Y es que a los hombres les gusta alardear de sus conocimientos. Quiza nosotras alardeamos de otras cosas.

– ?Por eso prefiere utilizar a hombres? -pregunto el, y hasta despues de hacer la pregunta no reparo en su rudeza.

– No, senor -respondio ella con calma-. Seria mas inmoral obtener informacion de las mujeres con subterfugios.

– ?Inmoral? -repitio el interrogativamente.

– Desde luego. Lo que yo hago es inmoral: abuso de la buena fe de las personas y traiciono su confianza. ?Como no habia de serlo?

– ?Mas inmoral que acceder al ordenador de alguien? -pregunto el, a sabiendas de que lo era.

Ella le lanzo una mirada de extraneza, como si la asombrara que el pudiera preguntar algo tan evidente.

– Por supuesto, dottore. Los sistemas informaticos estan concebidos para impedirte el acceso: la gente sabe que vas entrar, o a intentarlo. Asi que, en cierto modo, esta prevenida y toma precauciones, o deberia tomarlas. Pero cuando una persona te dice cosas confidencialmente o te da una informacion confiando en que no haras uso de ella, ha bajado la guardia. -Extendio una mano y toco varias teclas, pero en la pantalla no cambio nada-. Asi pues, ire a tomar un cafe con el y vere que puede decirme de Araldo Fontana, empleado modelo.

– Por si le sirve de algo -dijo Brunetti-, mi fuente estaba convencido de que su conducta es irreprochable. Dijo que Fontana es un hombre de bien y hasta parecio sorprenderle que le preguntara por el.

– ?Un hombre de bien? -repitio ella saboreando cada silaba-. ?Cuanto tiempo hara que no oia esa expresion? -pregunto con una pequena sonrisa.

– Demasiado, probablemente. Es un bonito elogio.

– ?Verdad que si? -convino la signorina Elettra, y callo durante un rato-. Lo mismo podria decirse de mi amigo del Tribunale.

– ?El funcionario?

– Si. -Brunetti esperaba que ella anadiera algo, pero solo dijo-: Le preguntare por Fontana.

– Procure enterarse tambien de si sabe algo de una tal jueza Coltellini.

Habia dudado en pedirselo, pero si la pista de Fontana acababa en via muerta, habria que indagar respecto al otro nombre que aparecia en los papeles.

– ?Luisa?

– Si. ?La conoce?

– No, pero trabaje con su hermana. En el banco. Era subdirectora. Excelente persona.

– ?Nunca hablaba de su hermana?

– No que yo recuerde -dijo la signorina Elettra-. Pero podria preguntarle. La veo por la calle y alguna vez nos tomamos un cafe.

– ?Sabe ella donde trabaja usted?

– No. Le dije que trabajaba en la Commune, y generalmente basta decir eso para que la gente deje de preguntar.

– Por lo que dijo mi informador, parece ser que Fontana se interesa por la hermana jueza.

– ?Y la jueza no se interesa por el?

– No.

– Eso me suena -dijo ella volviendose hacia el ordenador.

– Que curioso -dijo Paola aquella noche. Estaba tumbada en el sofa, mientras el le hablaba de su conversacion con la signorina Elettra y de los comentarios de esta sobre la inmoralidad y el engano-. Si; es curioso que considere mas inmoral enganar a una mujer. Crei que los dias de la solidaridad femenina ya habian pasado.

– No fue solidaridad femenina exactamente -respondio Brunetti-. Me parece que ella cree que la falta de honradez es proporcional a la confianza que traicionas, no al engano del que te sirves. Y que los hombres suelen ser mas indiscretos, mas dados a la jactancia, lo que hace que, en cierta medida, se sienta justificada a utilizar sus confidencias.

– ?Y las mujeres?

– Me dio la impresion de que piensa que las mujeres necesitan confiar plenamente en una persona antes de revelarle algo.

– O, quiza, que las mujeres hacen confidencias por debilidad, y los hombres, por presuncion -apunto Paola, mirandose los pies y moviendo los dedos.

– ?Que quieres decir?

– Piensa en las cenas en las que hemos estado los dos y en las conversaciones que tu has mantenido con hombres solos. Generalmente, se habla de una conquista, ya sea una mujer, un empleo, un contrato o, incluso, un campeonato de natacion. Es mas alarde que confesion. -Como el pareciera esceptico, ella anadio-: Dime que nunca has oido a un hombre ufanarse de cuantas mujeres ha conseguido.

Tras un momento de reflexion, Brunetti dijo:

– Claro que si, desde luego -e irguio el tronco ligeramente al responder.

– Las mujeres, por lo menos las de mi edad, nunca harian eso delante de desconocidas.

– ?Y delante de conocidas? -pregunto un atonito Brunetti.

Como si no le hubiera oido, ella prosiguio, cambiando de tono:

– Pero el engano tambien tiene su utilidad: sin el y sin la traicion no existiria la literatura.

– ?Como dices? -pregunto Brunetti sin saber como las reflexiones de la signorina Elettra sobre la inmoralidad les habian llevado a la literatura, aunque el tema le era familiar y estaba acostumbrado a las maniobras de Paola para sacarlo a relucir.

– Piensa un poco -dijo ella extendiendo el brazo hacia el en un amplio ademan-: Gilgamesh es traicionado, lo mismo que Boewulf, y que Otelo. Un griego conduce a los persas a la retaguardia de los espartanos…

– Eso es Historia -corto Brunetti.

– Como quieras -concedio Paola-. ?Y Ulises? ?Que es sino el gran traidor? ?Y Billy Budd, y Ana Karenina, y Jesucristo, e Isabel Archer? Todos son traicionados. Hasta el mismo capitan Ahab…

– ?Traicionado por una ballena7. -interrumpio Brunetti.

– No; por su megalomania y su afan de venganza. Por sus propias debilidades, si tu quieres.

– ?No estas llevando las cosas muy lejos, Paola? -pregunto el en tono razonable. Se sentia cansado, tras una larga jornada tratando de indagar en dos casos, que en realidad no eran tales casos, en los que solo extraoficialmente podia actuar y en los que ni siquiera estaba seguro de que hubiera delito. El queria considerar dos posibles casos de fraude, y su mujer le salia con una ballena.

Ella se modero inmediatamente y se incorporo para golpear el almohadon que estaba apoyado en el brazo del sofa.

– Solo trataba de probar una hipotesis, queria ver si resultaba una idea interesante para un articulo.

– ?No queda eso muy lejos del mundo de Henry James? -pregunto el, sin estar del todo seguro de que ella hubiera mencionado en su lista a un personaje de este autor.

Ella se puso aun mas seria.

– Ultimamente he pensado mucho.

– ?Pensado en que?

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