remilgada.
– Comprendo -dijo Brunetti, sin estar seguro de que parte de la historia era verdad y que parte fantasia, porque con la
– ?Y que tenemos del
– Un amigo mio del banco habia trabajado de asesor fiscal para el. Me enterare de si sigue en Venecia y vere que puede decirme.
Brunetti no recordaba que, en todos aquellos anos, la
– ?Resulta mas facil hacer hablar a los hombres?
– Si, senor. -Ella ladeo la cabeza y miro a la puerta del despacho de Patta-. Yo diria que si. Las mujeres somos mas discretas. Y es que a los hombres les gusta alardear de sus conocimientos. Quiza nosotras alardeamos de otras cosas.
– ?Por eso prefiere utilizar a hombres? -pregunto el, y hasta despues de hacer la pregunta no reparo en su rudeza.
– No, senor -respondio ella con calma-. Seria mas inmoral obtener informacion de las mujeres con subterfugios.
– ?Inmoral? -repitio el interrogativamente.
– Desde luego. Lo que yo hago es inmoral: abuso de la buena fe de las personas y traiciono su confianza. ?Como no habia de serlo?
– ?Mas inmoral que acceder al ordenador de alguien? -pregunto el, a sabiendas de que lo era.
Ella le lanzo una mirada de extraneza, como si la asombrara que el pudiera preguntar algo tan evidente.
– Por supuesto,
– Por si le sirve de algo -dijo Brunetti-, mi fuente estaba convencido de que su conducta es irreprochable. Dijo que Fontana es un hombre de bien y hasta parecio sorprenderle que le preguntara por el.
– ?Un hombre de bien? -repitio ella saboreando cada silaba-. ?Cuanto tiempo hara que no oia esa expresion? -pregunto con una pequena sonrisa.
– Demasiado, probablemente. Es un bonito elogio.
– ?Verdad que si? -convino la
– ?El funcionario?
– Si. -Brunetti esperaba que ella anadiera algo, pero solo dijo-: Le preguntare por Fontana.
– Procure enterarse tambien de si sabe algo de una tal jueza Coltellini.
Habia dudado en pedirselo, pero si la pista de Fontana acababa en via muerta, habria que indagar respecto al otro nombre que aparecia en los papeles.
– ?Luisa?
– Si. ?La conoce?
– No, pero trabaje con su hermana. En el banco. Era subdirectora. Excelente persona.
– ?Nunca hablaba de su hermana?
– No que yo recuerde -dijo la
– ?Sabe ella donde trabaja usted?
– No. Le dije que trabajaba en la Commune, y generalmente basta decir eso para que la gente deje de preguntar.
– Por lo que dijo mi informador, parece ser que Fontana se interesa por la hermana jueza.
– ?Y la jueza no se interesa por el?
– No.
– Eso me suena -dijo ella volviendose hacia el ordenador.
– Que curioso -dijo Paola aquella noche. Estaba tumbada en el sofa, mientras el le hablaba de su conversacion con la
– No fue solidaridad femenina exactamente -respondio Brunetti-. Me parece que ella cree que la falta de honradez es proporcional a la confianza que traicionas, no al engano del que te sirves. Y que los hombres suelen ser mas indiscretos, mas dados a la jactancia, lo que hace que, en cierta medida, se sienta justificada a utilizar sus confidencias.
– ?Y las mujeres?
– Me dio la impresion de que piensa que las mujeres necesitan confiar plenamente en una persona antes de revelarle algo.
– O, quiza, que las mujeres hacen confidencias por debilidad, y los hombres, por presuncion -apunto Paola, mirandose los pies y moviendo los dedos.
– ?Que quieres decir?
– Piensa en las cenas en las que hemos estado los dos y en las conversaciones que tu has mantenido con hombres solos. Generalmente, se habla de una conquista, ya sea una mujer, un empleo, un contrato o, incluso, un campeonato de natacion. Es mas alarde que confesion. -Como el pareciera esceptico, ella anadio-: Dime que nunca has oido a un hombre ufanarse de cuantas mujeres ha conseguido.
Tras un momento de reflexion, Brunetti dijo:
– Claro que si, desde luego -e irguio el tronco ligeramente al responder.
– Las mujeres, por lo menos las de mi edad, nunca harian eso delante de desconocidas.
– ?Y delante de conocidas? -pregunto un atonito Brunetti.
Como si no le hubiera oido, ella prosiguio, cambiando de tono:
– Pero el engano tambien tiene su utilidad: sin el y sin la traicion no existiria la literatura.
– ?Como dices? -pregunto Brunetti sin saber como las reflexiones de la
– Piensa un poco -dijo ella extendiendo el brazo hacia el en un amplio ademan-: Gilgamesh es traicionado, lo mismo que Boewulf, y que Otelo. Un griego conduce a los persas a la retaguardia de los espartanos…
– Eso es Historia -corto Brunetti.
– Como quieras -concedio Paola-. ?Y Ulises? ?Que es sino el gran traidor? ?Y Billy Budd, y Ana Karenina, y Jesucristo, e Isabel Archer? Todos son traicionados. Hasta el mismo capitan Ahab…
– ?Traicionado por una
– No; por su megalomania y su afan de venganza. Por sus propias debilidades, si tu quieres.
– ?No estas llevando las cosas muy lejos, Paola? -pregunto el en tono razonable. Se sentia cansado, tras una larga jornada tratando de indagar en dos casos, que en realidad no eran tales casos, en los que solo extraoficialmente podia actuar y en los que ni siquiera estaba seguro de que hubiera delito. El queria considerar dos posibles casos de fraude, y su mujer le salia con una ballena.
Ella se modero inmediatamente y se incorporo para golpear el almohadon que estaba apoyado en el brazo del sofa.
– Solo trataba de probar una hipotesis, queria ver si resultaba una idea interesante para un articulo.
– ?No queda eso muy lejos del mundo de Henry James? -pregunto el, sin estar del todo seguro de que ella hubiera mencionado en su lista a un personaje de este autor.
Ella se puso aun mas seria.
– Ultimamente he pensado mucho.
– ?Pensado en que?