requiera licencias o certificados de cualquier tipo. Por consiguiente, ?por que no hacerse adivino?

– Que tampoco esta tan lejos del psicologo, ?no le parece?

Por gratificante que resulte descubrir que alguien comparte tus prejuicios, Brunetti opto por callar en esta ocasion.

Cuando volvio a mirarla, la signorina Elettra tenia la barbilla apoyada en la mano izquierda mientras dejaba descansar la derecha en un angulo del teclado.

– No -dijo al fin, tras lo que se antojo a Brunetti una larga consulta con la pantalla vacia-. No hay manera de vigilar la casa. Y, si el vicequestore se enterase, tendriamos disgustos.

– ?Y eso le da miedo? -pregunto el.

Ella dejo escapar un pequeno resoplido de desden.

– No por mi. Ni por usted, comisario. Pero se lo haria pagar a Vianello y a los agentes que intervinieran. Y Scarpa le secundaria. No merece la pena. -Irguio el tronco y pulso varias teclas-. Mirelo, aqui esta.

Brunetti se situo a su espalda en el momento en que aparecia en la pantalla la foto de un hombre, en la clasica pose del recien arrestado.

– Es de los tiempos de Aversa, ya hace quince anos. No he encontrado otra mas reciente.

– ?No ha renovado su carta d'identita? -pregunto Brunetti.

– Si, pero en Napoles, hace cinco anos. Y han perdido el expediente.

– ?Usted se lo cree? -pregunto el con suspicacia, mas que por el hecho en si, que era bastante frecuente, por el lugar en el que se habia producido.

– Si, senor. Me lo dijo una persona de confianza. No escanearon la foto en el ordenador y perdieron la carpeta. -Golpeo la pantalla con el indice-. Esto es todo lo que tenemos.

La inexpresiva cara que los miraba desde la pantalla, aun con las largas patillas y la revuelta melena que Gorini llevaba en la foto, era bien proporcionada y atractiva: oblicuos ojos oscuros y pomulos altos que le daban aspecto tartaro, nariz larga, un poco torcida, con un pequeno bulto debajo del puente, y boca grande y bien dibujada. Un conjunto de facciones, reconocio Brunetti, que sugerian una masculinidad poderosa. No recordaba haber visto en la ciudad una version madura del Gorini de la foto. Senalo la imagen.

– Me gustaria que se encargara de que den copias a los sabuesos de Scarpa… sin poner en antecedentes al teniente. -Al ver que ella iba a comentar algo, anadio-: Digales que es una vieja foto de alguien que vive en la ciudad y que tratar de localizarlo forma parte del entrenamiento.

Ella sonrio.

– Enganar al teniente, aunque sea en poca cosa, siempre es un placer.

11

Antes de que el pudiera salir del despacho, la signo rina Elettra lo sorprendio con la pregunta:

– ?Aun siente curiosidad por el signor Fontana?

?Fontana? ?Fontana? ?Que relacion tenia este nombre con la tia de Vianello? Entonces recordo: el «hombre de bien», y dijo:

– Ah, si. Desde luego.

– Tal como usted me dijo, es ujier del Tribunale, y fue facil encontrarlo. Trabaja alli desde hace treinta y cinco anos, es soltero y vive con su madre. No se ha tomado ni un solo dia de baja por enfermedad. Unicamente ha faltado al trabajo el dia del entierro de su padre, hace treinta y cuatro anos.

Brunetti levanto una mano para detenerla.

– ?Que no ha faltado al trabajo ni un solo dia? Bien, un dia, el del entierro de su padre. ?Y dice que es funcionario?

– Si, senor -respondio ella-. ?Quiere una silla, comisario?

– Gracias, no es necesario -dijo el en voz baja. Puso una mano en la mesa, se apoyo en ella y dejo caer la cabeza con gesto teatral-. Estoy seguro de que, si descanso un momento, se me pasara la impresion. -Pasado el momento, movio la cabeza y probo de retirar la mano de la mesa-. Hace poco Pucetti dijo que habia visto algo que contar a sus nietos. Creo que lo mismo puedo decir ahora yo. ?Un solo dia en treinta y cinco anos? Miro a la pared del fondo, como si una mano llameante estuviera escribiendo en ella las cifras. Cansado de la broma, pregunto de pronto-: ?Que mas?

– El y su madre tienen alquilado un apartamento cerca de San Leonardo. Vivian en Castello hasta hace tres anos, en que se mudaron a un apartamento de un palazzo de la Misericordia.

– Buen sitio -dijo Brunetti con subito interes-. ?La madre trabaja?

– No, senor. Nunca ha trabajado.

– Seria interesante averiguar como paga el alquiler, ?no le parece?

– No creo que tenga problemas para pagarlo -dijo ella, sorprendiendolo.

– ?Por que? ?Es pequeno?

– Al contrario. Ciento cincuenta metros cuadrados.

– ?Como se las arregla para pagarlo?

Ella le obsequio con una sonrisita de autosuficiencia que lo advirtio de que debia prepararse para lo que ahora venia, y era algo que Brunetti nunca habria podido imaginar:

– No tiene dificultad porque el alquiler es de cuatrocientos cincuenta euros -dijo ella. Y agrego con enfasis, como si hablara desde una tribuna-: O eso sugiere la transferencia mensual de su cuenta bancaria.

– ?Por un apartamento en la Misericordia? ?De ciento cincuenta metros cuadrados?

– Quiza ya tenga una cosa mas que contar a sus nietos, dottore -sonrio ella.

El pensamiento de Brunetti se disparo, buscando una explicacion. ?Chantaje? ?Un contrato en el que figuraba un alquiler ficticio, pagando Fontana la diferencia en efectivo para ahorrarle impuestos al propietario? ?Algun pariente?

– ?A quien se hace el pago?

– A Marco Puntera -dijo ella, nombrando a un empresario que habia hecho fortuna en el negocio inmobiliario en Milan y habia vuelto a su Venecia natal siete u ocho anos antes.

Un gato puede mirar a un rey, esto lo sabia Brunetti, pero ?como iba un ujier a conocer a un hombre tan rico como se decia que era Puntera, y como habia conseguido un apartamento por semejante alquiler?

– Ese hombre es dueno de muchos apartamentos, ?verdad? -pregunto Brunetti.

– Por lo menos, doce, y todos los tiene alquilados. Ademas de dos palazzi en el Gran Canal. Tambien alquilados.

– ?Por rentas similares?

– No he tenido tiempo de comprobarlo. Pero tengo entendido que la mayoria estan alquilados a extranjeros. -Se interrumpio, como si buscara la frase mas apropiada. Cuando la encontro, prosiguio-: Esta considerado un ornato de la comunidad angloamericana.

– Pero el no es ingles ni americano -dijo rapidamente Brunetti, que habia ido a la escuela primaria con el hermano menor de Puntera.

– Pero esta muy integrado en su vida social -prosiguio ella, imperturbable-. Socio de la piscina Cipriani, villancicos en la iglesia de los Ingleses, fiesta del Cuatro de Julio, se tutea con los duenos de los mejores restaurantes…

En los oidos de Brunetti, aquello sonaba como una tortura que se le hubiera pasado por alto al Dante.

– ?Y un hombre de su posicion alquila a Fontana un apartamento a bajo precio? -dijo el, menos como el que pregunta que como el que se admira de un prodigio.

– Eso parece.

– ?Ha averiguado algo mas?

– Antes queria hablar con usted, comisario, para ver si esta asociacion le parecia tan interesante como a mi.

– Me parece fascinante -dijo Brunetti, siempre intrigado por las posibilidades a que daban lugar las diversas

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