– En que el mundo de Henry James se me esta quedando pequeno.
Brunetti se puso en pie y miro el reloj: mas de las once.
– Me voy a la cama -fue todo lo que supo decir, en su estupefaccion.
13
El
Cada miembro de la familia empezo a hacer sus preparativos para las vacaciones. Paola levanto la acostumbrada montana de libros encima del tocador, cuya composicion variaba de ano en ano segun los titulos que ella pensaba elegir para su clase sobre la Novela Britanica del curso siguiente. Por la noche, Brunetti leia los titulos, para seguir las alternativas de la pugna en la que estaban enzarzados los tomos:
Tres noches antes de la partida, Brunetti cedio a la curiosidad.
– ?Como es que todos los libros gruesos han desaparecido, menos
– Oh, ese no lo daremos -dijo Paola como si la pregunta la sorprendiera-. Hace anos que quiero releerlo. Es mi premio.
– ?Cual es la razon para el premio?
– ?Y tienes que preguntar eso a una persona que ensena en el departamento de Literatura de Ca' Foscari? - pregunto ella con la voz que reservaba para sus Expresiones de Publica Indignacion. Y, suavizando el tono, dijo-: Ya he visto los libros que te llevas tu.
Asi lo esperaba Brunetti, pensando que la sobriedad de su eleccion serviria de saludable ejemplo y marcaria un contraste con la frivolidad de algunos de los titulos seleccionados por ella.
– ?No se aprecia una insolita modernidad en tus preferencias? -pregunto ella.
– He decidido leer Historia Moderna -afirmo el, ufano.
– ?Por que la rusa? -pregunto ella senalando un libro titulado
– Me interesa la Revolucion -dijo el.
– Lo que a mi me interesa es por que tantos de nosotros nos dejamos embaucar -dijo ella con una voz que de repente se habia vuelto agria.
– ?Te refieres a nosotros, los de Occidente?
– Nosotros. Los de Occidente. Nuestra generacion. El paraiso de los trabajadores. Hermanos en el socialismo. Todas las tonterias que soltabamos para demostrar a nuestros padres que no nos gustaban las opciones que habian elegido ellos. -Se tapo la cara con las manos, y Brunetti no detecto falsedad en el gesto-. Pensar que yo vote a los comunistas. Por propia voluntad. Yo vote por ellos.
El unico consuelo que se le ocurrio a Brunetti fue:
– La Historia los ha barrido.
– Mucho ha tardado -dijo ella con ferocidad-. Tu me conoces, sabes que no soy muy dada a la verguenza ni a la contricion, pero siempre me arrepentire de haber votado por esa gente, de haberme negado a escuchar la voz del sentido comun, a creerlo que no queria creer.
– Ellos nunca tuvieron aqui verdadero poder -dijo Brunetti-. Tu lo sabes.
– Yo no hablo de
– ?Crees que nosotros tendremos ese problema con nuestros hijos? -pregunto el, tratando de desviar la conversacion.
Ella abrio un cajon y saco un jersey, a la sola vista del cual Brunetti rompio a sudar.
– Raffi no ha tardado en abrir los ojos -dijo ella-. Y habria que dar gracias por ello. Pero no dejaran de venirnos con alguna otra idea.
Brunetti se acerco a la ventana que miraba al norte, y percibio el leve movimiento de una brisa.
– ?Crees que va a cambiar el tiempo? -pregunto.
– Si acaso, a mas calor -dijo ella, y saco otro jersey.
Al dia siguiente, la
Brunetti habia oido decir muchas cosas -supuestas y ciertas- de los tres establecimientos. Lo que le comunico su amigo se referia a los duenos, y avivo el interes de Brunetti la inusitada celeridad con que se concedieron los permisos para las reformas que se hicieron en las dos pizzerias y el hotel.
Los permisos para el hotel tardaron menos de dos semanas y, ademas, se autorizo a las cuadrillas a trabajar las veinticuatro horas, algo practicamente inaudito en la ciudad. Las pizzerias requerian menos obras, y los permisos fueron concedidos antes de una semana.
Cuando su amigo de Palermo reconocio tener un interes especial en el jefe de la oficina que concedia los permisos, Brunetti no pudo sino lanzar un suspiro, por lo familiar que le era el nombre y lo infructuosa que seria toda tentativa de investigar el metodo aplicado a la concesion de los permisos.
Profiriendo un sonido que queria ser risa y no pudo, Brunetti dijo:
– Cuando yo trabajaba en Napoles, un dia aparcamos una furgoneta en una calle adyacente a cierta pizzeria y filmamos a todo el que entraba y salia. Ademas, pusimos otra camara delante de la puerta, para filmar a los que ocupaban las mesas, hasta la hora del cierre.
– ?Cuantos clientes, en total?
– Entraron ocho personas y estuvieron dentro el tiempo suficiente para comer. Los filmamos mientras esperaban las pizzas y se las comian. Tambien entro un hombre que se llevo seis pizzas.
– Deja que haga el calculo -dijo la voz desde el otro extremo del hilo-: la recaudacion de todo el dia tenia que ser la correspondiente a catorce pizzas.
Brunetti se rio.
– Recaudaron mas de dos mil euros.