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La signorina Elettra fue con Brunetti al despacho de este, donde el le dio los papeles del Tribunale que le habia entregado su antiguo condiscipulo. El le explico lo que pensaba de los aplazamientos de ciertos casos encomendados a la jueza Coltellini y senalo la firma de Fontana al pie de los papeles.

– Juego de ninos -dijo ella refiriendose al metodo utilizado por el Ministerio de Justicia para preservar la inviolabilidad del sistema judicial. Mirando la firma de Fontana ella dijo:

– ?Sabe?, he estado pensando en todo esto y tengo la impresion de que hay algo extrano en la manera en que Fontana se comportaba con la jueza. Cuanto mas lo pienso, mas raro me parece su comportamiento.

– El amor no correspondido siempre parece extrano a quienes no saben lo que es -observo Brunetti, sintiendose mas sentencioso que Polonio.

– Ahi esta -dijo la signorina Elettra mirandolo fijamente-. No estoy segura de que se trate de amor no correspondido.

– ?De que si no?

– No lo se -respondio ella. Cruzo los brazos y se golpeo el labio inferior con una punta de los papeles-. Yo he visto amor no correspondido -dijo, sin explicar desde que lado-. Al principio crei que era eso, pero cuanto mas lo pienso, mas me parece otra cosa. El se muestra muy humilde, muy servil cuando le habla: hasta el mas obtuso se daria cuenta de que a nadie le gusta que le hablen como le habla el.

– Segun quien, si -objeto Brunetti.

– Ya lo se, ya lo se. Pero no a ella. Eso esta claro. No le he dicho, porque violenta hasta hablar de ello, la manera en que el se ofrecia continuamente a traerle cosas: un cafe, un vaso de agua, una pasta. Era como si se sintiera en deuda con ella, pero de un modo extrano.

– Si estan juntos en esto, probablemente ella este recibiendo ya la mayor parte de los pagos -dijo Brunetti, con lo que puso de manifiesto la interpretacion que habia dado a las listas que obraban en su poder-. Por lo tanto, ella es quien deberia pagar los cafes.

– No, no -dijo ella rechazando tanto su interpretacion como su comentario jocoso-. El no da la impresion de pensar que tiene que compensarla por algo. Es como si entre los dos hubiera un enorme agujero y el no pudiera pensar mas que en la manera de cerrarlo, aun a sabiendas de que es tan grande que nunca lo conseguira. -Se quedo pensativa un momento y agrego-: No; tampoco es eso. El le esta «agradecido», pero agradecido de la manera en la que lo estan los devotos cuando la Madonna ha escuchado su plegaria. Violenta verlo.

– ?Lo ha notado su amigo Umberto?

– Si lo ha notado, no ha hecho comentarios. Y yo tenia tanta prisa por marcharme que no le he preguntado. Ademas, me horrorizaba la idea de estar en la riva, al sol, hablando con el ni un minuto mas. Solo queria subir a la gondola y cruzar al otro lado lo antes posible.

Brunetti no pudo resistir la tentacion de preguntar: -?Asi es como Umberto la trata a usted, como a la Madonna?

– Oh, no -dijo ella yendo hacia la puerta-. Lo suyo es amor no correspondido.

Ni aquel dia ni al dia siguiente pudo la signorina Elettra descubrir indicio alguno que apuntara a la causa de los aplazamientos de los casos consignados en la lista. El sistema informatico del Tribunale estaba averiado y como las dos personas encargadas de el estaban de vacaciones, la base de datos no estaria disponible hasta dentro de una semana por lo menos.

Desgraciadamente, segun ella pudo comprobar, la averia excluia del sistema tanto a las personas autorizadas a consultarlo como a las no autorizadas.

Con la esperanza de recibir noticia de algun exito antes de irse de vacaciones, Brunetti la llamo para preguntar si habia tenido tiempo de informarse sobre Marco Puntera, el dueno del apartamento de Fontana. Ella casi le pidio disculpas por no haber podido hacer tal cosa, y explico que su amigo ya no trabajaba en el banco y ella habia estado tan ocupada redactando las instrucciones del vicequestore Patta para el periodo de vacaciones que no habia tenido tiempo de ver que podia encontrar sobre el signor Puntera. Prometio dedicarse a ello en cuanto el vicequestore se hubiera ido a la isla de Ponza donde el y su familia serian huespedes del presidente del Consejo Municipal de Venecia, que tenia casa alli.

– Otra manera de garantizar la absoluta objetividad de las fuerzas del orden en toda investigacion de los politicos locales -dijo Brunetti, al oir el nombre del anfitrion de Patta.

– Estoy convencida de que el vicequestore es inmune a toda clase de halagos -dijo la signorina Elettra en respuesta a la sugerencia de Brunetti-. Usted ya sabe, comisario, que el habla a menudo de la necesidad de evitar hasta la apariencia de favoritismos de cualquier especie.

– Se muy bien como habla de esas cosas -dijo el comisario, y entonces ambos centraron la atencion en la inminente marcha de Brunetti y en lo que habria que hacer mientras el estuviera de vacaciones. Ella le deseo una buona vacanza y se despidio hasta dos semanas despues.

Tomando los buenos deseos de la joven como el permiso para marcharse, Brunetti se fue a casa y se dedico a meter en la maleta lo que no eran libros.

A la manana siguiente, los Brunetti tomaron el Eurostar de las 9.50, hicieron trasbordo en Verona y se dirigieron al norte con creciente entusiasmo. En Bolzano cambiaron a un cercanias hasta Merano, y aqui, al trenino de Vinchgau hasta Malies, donde los esperaria el coche. A poco de salir de Verona, estaban viajando por un universo de vides. Una poesia que Brunetti habia tenido que estudiar en tercero de Ingles decia: «Canon a la izquierda y canon a la derecha»; aqui, en lugar de canones, eran vides, kilometros y kilometros de vinedos, todos podados a identica altura; seguramente, penso, tambien las uvas serian todas de la misma variedad y tamano.

Transcurria el tiempo, como suele transcurrir el tiempo en el tren; Brunetti, contento de estar en campo abierto, miraba por la ventanilla; Chiara conversaba con una joven pareja que viajaba en el mismo compartimento; y Raffi, sentado frente a su madre, en una de las butacas del centro, se camuflaba entre unos auriculares y, de vez en cuando, movia la cabeza de arriba abajo siguiendo el compas. En un momento en que la cabeza acelero el movimiento, Paola levanto la mirada del libro y desconcerto a los otros cinco ocupantes del compartimento diciendo en ingles:

– Unheard melodies are indeed sweeter, si que son mas dulces las melodias que no oimos -y volvio a enfrascarse en las observaciones de mister James.

Brunetti escuchaba a intervalos la conversacion que mantenian su hija y la pareja que ocupaba los asientos de la ventanilla. Al parecer, los jovenes iban a pasar dos semanas en Bolzano, en casa de unos amigos, tiempo que dedicarian a escuchar musica y descansar. Puesto que ambos habian comentado lo facil que resultaba la escuela y lo aburrida que era la vida en general, Brunetti sintio la tentacion de preguntar de que necesitaban descansar, pero opto por contemplar los vinedos. Observo que unos tractores en miniatura patrullaban entre las hileras de vides, rodandolas con pulverizadores. Cuando el tren, al acercarse a Trento, empezo a aminorar velocidad, Brunetti observo que uno de los tractoristas llevaba un mono blanco parecido al que usaba la policia cientifica y, ademas, se protegia la cabeza con una capucha y toda la cara, no solo la boca y la nariz, con una mascara.

Paola estaba frente a el, al lado de la puerta, y Brunetti no tuvo mas que alargar el brazo para llamar su atencion con un golpecito en la rodilla.

– Parece un marciano, ?no crees? -dijo senalando hacia la ventana.

Chiara, atenta a lo que estaba diciendole el muchacho, no reparo en el tractor ni en el que lo conducia.

Paola estuvo un rato mirando por la ventanilla y se volvio hacia Brunetti.

– ?Comprendes ahora por que en casa comemos fruta ecologica?

Como si la mencion de un comestible hubiera atravesado los auriculares y despertado un instinto siempre latente, Raffi dijo con una voz mas gruesa de lo normal:

– Tengo hambre.

Paola, al igual que la tipica madre de pelicula italiana de los anos cincuenta, estaba convencida de que la comida que se compra en el tren es perjudicial, y habia llenado una cesta de bocadillos, fruta, agua mineral, media botella de vino tinto y mas bocadillos.

A una senal de su madre, Raffi bajo la cesta de la red de equipajes, la abrio y empezo a repartir bocadillos a

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