todo el compartimento, incluidos los dos jovenes que, despues de la obligada negativa inicial, los aceptaron encantados. Habia prosciutto y tomate, prosciutto y aceitunas, mozzarella y tomate, ensaladilla, atun y aceitunas, y otras variaciones de estos ingredientes. Raffi lleno de agua seis vasos de papel y los fue pasando.

Brunetti se sintio de pronto inundado de alegria. En paz, viajando hacia el norte, rodeado de lo que mas queria en el mundo. Todos sanos; todos seguros. Durante dos semanas, pasearia por la montana, comeria speck y strudel, dormiria con edredon mientras el resto del mundo se achicharraba, y leeria hasta hartarse. Miraba por la ventana, observando que las vides habian sido reemplazadas por manzanos.

La conversacion entre la gente joven se hizo general. La pareja dio profusas gracias a Paola habiendole respetuosamente de usted, lo mismo que a Brunetti. Con Chiara y Raffi, por supuesto, se tuteaban. Gran parte de su conversacion tenia una cualidad hermetica para los oidos de Brunetti, que no entendia casi ninguna de sus referencias ni encontraba sentido a algunos de sus adjetivos. Por el contexto, dedujo que «refatto» era una alabanza y que ser considerado «scrauso» era lo ultimo.

Salieron de Trento a la hora, y Raffi empezo a repartir platanos y ciruelas.

Diez minutos despues, mientras continuaba el desfile de manzanos, sono el telefono de Brunetti. Durante un momento, penso en dejarlo sonar, pero luego decidio contestar y lo saco del departamento lateral del bolso de Paola, donde el lo habia metido al salir de casa.

– Pronto -respondio.

– ?Es usted, Guido?

– Si. ?Con quien hablo?

– Claudia. -Brunetti tardo unos segundos en asociar la voz con el nombre y deducir que la persona que llamaba era la comisaria Claudia Griffoni, que por ser la ultima en orden de veterania debia permanecer de servicio durante las vacaciones del ferragosto.

– ?Que ocurre? -Tener a la familia a su lado le habia evitado el sobresalto de temer lo peor.

– Un asesinato, Guido. Parece un atraco que ha acabado mal.

– ?Como ha sido? -Vio la mano de Paola en su rodilla y entonces se dio cuenta de que estaba mirando al suelo para aislarse.

La comunicacion se interrumpio y, al cabo de un momento, volvio a oirse la voz de Griffoni:

– Estaba en el patio de entrada de su casa, al lado de la puerta. Quiza lo han hecho entrar de un empujon al abrirla, o lo esperaban dentro.

Brunetti profirio un sonido interrogativo y Griffoni prosiguio:

– Parece que lo han derribado y luego le han golpeado la cabeza contra una estatua.

– ?Quien lo ha encontrado?

– Un vecino de la casa que salia a pasear al perro. Sobre las siete y media de la manana.

– ?Por que no me han llamado? -inquirio Brunetti.

– Cuando han dado el aviso, el agente de servicio ha mirado la lista y ha visto que usted estaba de vacaciones. En aquel momento, solo Scarpa se encontraba aqui, y el ha acudido al lugar. Ha llamado ahora mismo, para informar, y yo le llamo a usted.

Brunetti levanto la cabeza y vio que las tres personas que viajaban frente a el -su esposa, su hijo y la muchacha de al lado de la ventanilla- lo miraban con ojos redondos de curiosidad. El se levanto, abrio la puerta corredera, salio al pasillo y cerro la puerta.

– ?Donde esta ahora?

Otra interrupcion.

– ?Como dice? -pregunto Griffoni.

– ?Donde esta la victima?

– En el deposito.

– ?Que esta pasando en el lugar del crimen?

– Han ido los de criminalistica -empezo ella, y su voz se apago durante segundos. Cuando volvio a oirse, decia-:… situacion complicada. En el edificio viven tres familias, y solo se sale a la calle por esa puerta. Scarpa ha conseguido mantenerlos dentro hasta que el equipo ha terminado, pero a las diez ha tenido que dejarles salir.

Brunetti renuncio a comentar como esto contaminaria la escena o, cuando menos, brindaria a la futura defensa un pretexto para cuestionar la validez de las pruebas. Solo en las series policiacas de la television se aceptan las pruebas forenses sin discusion.

– Scarpa sigue alli -dijo ella-. Se ha llevado a varios hombres. A Alvise.

– Si, y ?por que no han puesto una parada de barcos en la escena del crimen? -dijo Brunetti, irritado-. ?Quien hace la autopsia?

Otro corte en la comunicacion.

– … pedido a Rizzardi -dijo ella, demostrando una vez mas que el poco tiempo que llevaba en la questura no lo habia desperdiciado.

– ?Podra encargarse el?

– Asi lo espero. Su nombre no estaba en la lista, pero por lo menos el estupido del ayudante esta de vacaciones desde hace una semana y no dejo telefono de contacto.

– No es manera de hablar del ayudante del medico legale de la ciudad, comisaria.

– Rectifico, comisario: estupido y engreido.

Brunetti dejo pasar la sentencia, que suscribio en silencio.

– Regreso.

– Me alegro -dijo ella con audible alivio-. La mayoria de la gente esta fuera y no queria acabar trabajando en esto con Scarpa. -Paso a los detalles-. ?Como piensa volver? ?Llamo a Bolzano para que lo traigan en un coche patrulla?

Brunetti miro el reloj.

– ?Donde esta usted? -pregunto.

– En mi despacho. ?Por que?

– Mire en el horario de trenes a que hora sale de Bolzano el proximo tren en direccion al sur.

– ?No quiere un coche? -pregunto ella.

– Me encantaria un coche, creame. Pero de vez en cuando desde el tren se ve la autostrada y en algunos tramos no se mueve nadie, ni en un sentido ni en el otro. El tren sera mas rapido.

Ella murmuro unas palabras y el oyo que dejaba el telefono. Atento a las interrupciones, observo que parecian coincidir con la aproximacion del tren a las torres de alta tension. Entonces le llego la voz de Griffoni, que decia:

– El EuroCity de Munich a Venecia tiene la salida un minuto despues de que entre su tren.

– Bien. Llame a la estacion de Bolzano y digan que lo retengan. Nosotros llegaremos dentro de doce minutos. Yo me apeo de este, subo al otro y podria estar ahi dentro de unas cuatro horas.

– Si -dijo ella-. Volvere a llamarle.

Brunetti corto la comunicacion y se apoyo en el cristal del compartimento en el que estaba su familia y miro a las montanas que se elevaban mas alla de las grandes plantaciones de manzanos.

Despues de que dejaran atras muchos campos, volvio a sonar su telefono y Griffoni dijo:

– El tren de Munich lleva diez minutos de retraso. Si el suyo llega a la hora, no tendra dificultad. Entrara por la via cuatro.

– Tengo que acompanar a mi familia a su tren, de modo que llame y digales que me esperen.

– Esta bien -dijo ella-. Alguien lo recogera en la estacion de Venecia.

Brunetti guardo el telefono en el bolsillo y dio media vuelta para abrir la puerta del compartimento.

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