relaciones que se formaban entre los habitantes de su ciudad. Cuanto mas dispar era la pareja, mas interesantes resultaban las posibilidades.

– Bien. Lo suponia. -Ella hizo una pausa, como buscando la mejor manera de expresarse, y dijo-: Pero, para indagar mas a fondo, quiza tenga que solicitar algun favor y, antes de empezar a hacer preguntas, queria saber si usted estaba de acuerdo.

El miro a la signorina Elettra un momento antes de preguntar:

– ?Que tenia pensado?

En lugar de responder a su pregunta, ella dijo:

– Me alegro de que apruebe el programa de servicios, comisario. Lo cursare hoy mismo.

– Esta bien, signorina. Se lo agradezco -respondio Brunetti sin inmutarse, se volvio hacia la puerta y mostro sorpresa al ver alli al vicequestore Patta y, a su derecha, al teniente Scarpa, su criatura-. Ah, buenos dias, vicequestore -dijo con afable sonrisa. Luego, como Copernico al distinguir un planeta menor-: Teniente…

Patta casi habia alcanzado el apogeo de su tinte veraniego. Desde mayo, habia nadado todos los dias en la piscina del hotel Cipriani y empezaba a tener el color de un caballo castano. Un par de semanas mas, y lo habria conseguido, pero entonces el dia habria empezado a acortarse, y el sol, a perder virulencia, y para octubre el vicequestore pareceria un caffe macchiato en el que, con el paso de las semanas, iria aumentando la proporcion de leche hasta que en diciembre habria alcanzado la palidez de un cappuccino. A menos que adoptara el recurso de dedicar las vacaciones de Navidad a recuperar el bronceado en las Maldivas o las Seychelles, Patta se exponia a llegar a los umbrales de la primavera convertido en la palida sombra de su efigie veraniega.

– La signorina Elettra me ha explicado el nuevo plan de servicios para el verano - dijo Brunetti, mirando a Patta con una sonrisa y moviendo la cabeza de arriba abajo en senal de felicitacion-. Me parece muy bien optimizar las posibilidades del despliegue de efectivos con estas innovaciones, senor. -Patta sonreia, pero Scarpa miraba a Brunetti con ferocidad-. Muestra creativas dotes de organizacion, una planificacion realmente innovadora, si… -aqui desvio la mirada, en la actitud del modesto admirador-… si se me permite la observacion.

– Me alegro de que opine usted asi -dijo un expansivo Patta-. Debo confesar… -y aqui fue Patta el que se envolvio en el manto de la modestia-… que el teniente me ayudo con su experiencia directa de trabajo con los agentes.

– Trabajo en equipo, esa es la clave -dijo un Brunetti radiante.

La signorina Elettra eligio este momento para intervenir.

– Le han llamado del Cipriani, vicequestore. Hablaban de su mesa para el almuerzo de manana y ruegan que llame.

– Gracias, signorina -dijo Patta yendo hacia la puerta de su despacho-. Ahora me ocupo de eso. -Desaparecio como el que acude a responder una Llamada de lo Alto, dejando atras a sus tres subordinados.

Paso algun tiempo. La signorina Elettra abrio un cajon, saco el Vogue del mes y lo abrio encima del teclado.

Brunetti se acerco a mirar la revista por encima de su hombro y pregunto:

– ?Cree que esas aberturas laterales en las chaquetas son buena idea?

– Aun no lo se, comisario. ?Que opina su esposa?

– Ella prefiere las chaquetas sin aberturas, dice que estilizan la silueta. Sera porque ella es alta. Pero esa es perfecta -dijo inclinandose para senalar una chaqueta beige que ocupaba el centro de la pagina de la izquierda-. De todos modos, esta noche se lo preguntare, por si tiene alguna otra idea al respecto.

Ella miro al teniente, pero este, que al parecer no tenia opinion acerca de aberturas, opto por salir del despacho olvidando cerrar la puerta.

– Un hombre sin sentido de la moda es un hombre sin alma -dijo la signorina Elettra volviendo la pagina.

12

Cuando se hizo evidente que Scarpa no volvia y mientras la luz roja del telefono de Patta permanecia encendida, Brunetti dijo:

– No deberia usted tentarme.

– Tampoco deberia tentarme a mi misma -dijo ella cerrando la revista y guardandola en el cajon-. Pero el deseo de pincharle es mas fuerte que yo.

– ?Es cierto que confecciono el el programa?

– En absoluto -dijo ella secamente-. Lo hice yo esta manana, en diez minutos. Estaba encima de la mesa cuando ha entrado Scarpa y me ha preguntado que era. Yo no le he dicho nada, pero no ha tenido mas que leer el titulo para agarrarlo y entrar con el en el despacho de Patta, y luego ha salido Patta con el papel en la mano, felicitando al teniente por su iniciativa. -Profirio un grunido de enojo y cerro el cajon con brusquedad.

– Es lo que ha ocurrido siempre -dijo Brunetti.

– ?Que las mujeres hacen el trabajo y los hombres se llevan el merito? -pregunto ella, todavia disgustada.

– Si, lamentablemente. -Brunetti observo una mancha de sudor en la parte interior del cuello de la blusa de la joven-. Pero Patta es el unico que se lo cree -anadio, a modo de consuelo.

Ella se encogio de hombros, aspiro profundamente y dijo, con voz mas serena:

– Quiza sea mejor que Patta no sepa lo facil que es para mi hacer el trabajo. Mientras siga creyendo que el, o su teniente, lo hace todo, yo podre seguir haciendo lo que quiera.

– Riverre dice que las cosas irian mucho mejor si aqui mandara usted.

– Ah, la sabiduria de las gentes sencillas -dijo ella, pero sonreia con evidente satisfaccion.

Volviendo a lo que interesaba, Brunetti inquirio:

– ?Que piensa hacer respecto a Fontana? -pregunta que, traducida, decia en realidad: «?A quien piensa preguntar y cuanto va a costamos la informacion, en favores?

– Hace anos que conozco a un empleado del Tribunale. Entro a verlo en su despacho cuando paso por alli y a veces vamos a tomar cafe o me acompana a comprar las flores. Me ha invitado a cenar mas de una vez, pero siempre he tenido otro compromiso. O eso le he dicho. -Miro a Brunetti y sonrio-. Esperare hasta el martes y me acercare al mercado de flores. Quiza a la vuelta entre a verlo, por si tiene tiempo para salir a tomar cafe.

– ?Que tiene el de malo?

– Oh, nada. Es honrado, trabajador y bastante guapo. -Por el tono de voz, parecia que enumerara defectos.

– ?Pero…?

– Pero muy aburrido. Si hago un chiste y el no lo entiende, me siento como si hubiera pegado a un cachorrillo, porque me mira con sus grandes ojos marro-nes, confuso, temiendo que me enfade porque no ha sabido hacer la pirueta.

– No obstante lo cual tiene la virtud de ser funcionario del Tribunale, ?verdad? -pregunto Brunetti.

– Y yo soy debil -dijo ella con un largo suspiro-, Nunca he sido capaz de despreciar una mina. -Antes de que el pudiera preguntar, prosiguio-: Y el es una buena mina. Mientras tomamos cafe, tengo a mi disposicion todos los secretos del Tribunale; no tendria mas que preguntar.

– ?Y no pregunta?

– Nunca, hasta ahora -dijo ella-. Lo he mantenido en reserva. -Busco el simil mas adecuado-. Como la ardilla entierra una nuez, antes del largo invierno.

– O como el Lobo espera a Caperucita, vestido con el camison de la Abuela, para zamparsela.

– Es que yo no quiero zamparmelo -protesto ella-. Solo hacerle preguntas.

– Si Paris valia una misa, quiza la informacion acerca de Fontana valga un cafe.

– No es usted el que tiene que tomarlo con el -objeto la signorina haciendose la

Вы читаете Cuestion de fe
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату