En el fondo del trastero estaba un sofa y, a su lado, una lampara de pie, sin duda, victimas de un cambio de decoracion. Sobre el respaldo del sofa descansaba una manta de punto en chillones rojos y verdes, y, al otro lado, una mesita con un grisaceo tapetito de ganchillo en el centro.

Ahorrandose todo comentario sobre lo visto, Brunetti dijo a Griffoni:

– Subamos, a ver lo que Vianello ha podido sacarle hasta ahora.

Estas palabras podian sugerir un significado ligeramente truculento a quien no estuviera familiarizado con la prodigiosa habilidad del ispettore para hacer hablar hasta al testigo mas recalcitrante; pero quienes conocian a Vianello no esperaban otra cosa de el.

Brunetti hizo una sena con la cabeza a Zucchero, que saludo y volvio a su puesto en la sombra.

– Segundo piso -dijo Griffoni subiendo a la puerta principal, que estaba abierta. Alli se pararon al pie de una escalera oval de marmol y peldanos anchos y bajos, con una claraboya que, desde lo alto, iluminaba y caldeaba el espacio que los rodeaba.

– ?Usted ya ha subido? -pregunto Brunetti mirando a la claraboya.

– No. Scarpa ha hablado con ella al saber que el vivia con su madre. No me ha llamado hasta despues.

– ?Por que cree que habra esperado tanto?

– Poder -respondio ella, y mas reflexivamente anadio-: Mientras pueda controlar o limitar el acceso de otros a la informacion, la idea de saber mas que nadie le da sensacion de poder sobre los demas. -Se encogio de hombros-. Es una tactica bastante corriente.

– Yo lo llamaria procedimiento estandar en segun que sitios -anadio Brunetti empezando a subir la escalera.

El rellano del segundo piso solo tenia dos puertas; un policia estaba junto a una de ellas. Al ver a Brunetti y Griffoni saludo, y dijo:

– El ispettore Vianello aun esta dentro.

Brunetti senalo a la otra puerta con el menton, pero, antes de que pudiera preguntar, el agente dijo:

– Este lado del edificio no ha sido restaurado, comisario. Los tres apartamentos estan vacios -y, volviendo a adelantarse a la pregunta de Brunetti, anadio-: Esta comprobado.

Brunetti movio la cabeza de arriba abajo en senal de aprobacion y dio dos golpes en la puerta con los nudillos, pero, al ver que solo estaba entornada, la empujo y entro en el apartamento. La luz se diluyo, no se veia mas que un debil reflejo al fondo de lo que debia de ser un largo pasillo. Inconscientemente, Griffoni se acerco a el, hasta rozarle el brazo en la casi total oscuridad. Se quedaron quietos un momento, dejando que sus ojos se acostumbraran a la falta de luz. Poco a poco, empezaron a distinguir los objetos que se alineaban en el pasillo. Brunetti vio a su derecha el contorno de una puerta y la abrio, con la esperanza de que se proyectara al pasillo un poco de luz, pero la habitacion estaba a oscuras, salvo por cuatro lineas verticales doradas. Brunetti tardo un momento en comprender que eran las rendijas del borde de los postigos que cubrian las ventanas. Tambien aqui percibio la vaga silueta de unos muebles, pero no pudo identificarlos.

Cerro la puerta y tanteo en la pared del pasillo, buscando un interruptor. Cuando lo encontro y lo pulso, la diferencia fue minima, porque se encendio una unica lampara que colgaba del techo a la mitad del pasillo. Los objetos arrimados a las paredes se hicieron un poco mas visibles: mesitas estrechas, arcones, una lampara de pie y una maleta.

Oyeron el murmullo de una voz, quiza mas de una, que llegaba del extremo del pasillo, y ambos echaron a andar al mismo tiempo. Pasaron por delante de otra puerta a mano derecha y otra a mano izquierda. Cabia esperar que la penumbra mitigara el calor, pero no era asi. Si el aire puede estancarse, en aquel pasillo se habia estancado. Los oprimia, como si quisiera impedir su avance, solo para mortificarlos. La humedad los envolvia y se les pegaba a la piel.

Se pararon delante de una puerta que estaba entornada, y Brunetti iba a llamar a Vianello cuando recordo que la mujer era viuda y habia vivido a solas con su unico hijo, al que acababan de matar.

– Llamelo usted -dijo a Griffoni en voz baja, pensando que seria preferible que la signora Fontana oyera una voz femenina.

La respuesta llego al cabo de un momento con el roce de las patas de una silla en el suelo, y Vianello aparecio en la puerta y la abrio del todo. Al igual que Brunetti, vestia ropa de vacaciones: jeans y camisa de manga corta, pero la falta de seriedad de su indumentaria estaba ampliamente compensada por la expresion de su cara y la voz con que dijo:

– Comisaria Griffoni. Comisario Brunetti. La signora Fontana, madre de la victima. - El inspector suavizo la voz al pronunciar la ultima palabra.

Lentamente, retrocedio alejandose de la puerta y se volvio hacia dos sillas situadas en el centro de la habitacion, de espaldas a lo que parecia una hilera de ventanas cubiertas por cortinas de terciopelo color granate.

Visto el aspecto del apartamento, Brunetti esperaba encontrarse frente a una mujer austera: cabello gris recogido en la nuca en un monito y piernas de palillo asomando por el borde de una falda larga y oscura. Pero la mujer que estaba sentada en el centro de la habitacion era mas bien gruesa, y tan baja que tenia que apoyar los pies en una banqueta tapizada de terciopelo, y la cabeza no sobresalia del respaldo de la silla. Llevaba el pelo corto, rizado y tenido del tono caoba que suelen elegir las mujeres de su edad. No necesitaba maquillaje: tenia las mejillas sonrosadas, senal de buena salud, y el cutis terso y suave de una mujer mucho mas joven. Pero los ojos, segun observo Brunetti cuando se acerco lo suficiente para verlos, parecian de otra persona, no cuadraban con la cara. Muy juntos, con el vertice exterior apuntando hacia abajo, miraban al mundo, y a Brunetti, bajo los gruesos parpados, con una agudeza que desmentia su actitud de serena desolacion.

El entro detras de Griffoni, quien se inclino hacia la mujer y dijo:

– Signora, deseo expresarle mi condolencia en esta hora tan terrible.

La mujer extendio la mano y dejo que Griffoni se la estrechara, pero no dijo nada.

Brunetti se inclino a su vez y dijo:

– Uno mi pesame al de mi colega, signora. -La mano que ella le dio era suave como la de una nina, fina y sin manchas. No ejercio presion en la de el, solo se dejo sostener unos segundos y se retiro.

La mujer miro a Vianello y dijo suavemente:

– ?Son los colegas de los que me ha hablado, ispettore?

– Si, signora. El comisario Brunetti y yo trabajamos juntos desde hace anos, y la comisaria Griffoni ha sido destinada a esta ciudad en reconocimiento a su ejemplar labor en otra questura. -Esto no era exacto, mejor dicho, era totalmente falso. Claudia Griffoni, segun habia descubierto Brunetti casi un ano despues de que ella llegara a la questura, habia sido enviada a Venecia por haberse mostrado excesivamente diligente en la investigacion de los negocios de uno de los politicos del partido que actualmente detentaba la mayoria en el Parlamento. Su questore la habia advertido, al igual que dos magistrados que trabajaban en el mismo caso. Uno y otros le habian recomendado prudencia en su investigacion, y discrecion con la prensa, pero los periodicos no habian podido resistir la tentacion de cebarse en una historia en la que los personajes en conflicto eran un politico sospechoso y una atractiva comisaria de policia que, ademas, era rubia e hija de un hombre que dos decadas atras habia sido gravemente herido en un atentado de la Mafia.

Una semana despues de que la prensa diera la noticia de que el politico era objeto de investigacion, Griffoni fue trasladada a Venecia, ciudad relativamente ajena a las actividades tanto de politicos como de manosos.

Saco a Brunetti de estos pensamientos la voz de la signora Fontana, que decia a Vianello:

– Ispettore, ?podria acercar unas sillas para sus colegas?

Hecho esto, y sentados los cuatro en circulo, Brunetti dijo:

– Signora, comprendo que le aguardan momentos muy duros. No solo ha sufrido una perdida irreparable sino que ahora va a padecer la invasion de la prensa y del publico.

– Y de la policia -dijo ella rapidamente.

El sonrio con afabilidad y asintio.

– Y de la policia, signora. Pero con la diferencia de que nosotros estamos interesados en descubrir a la persona que ha hecho esto, mientras que la prensa tiene otros objetivos.

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