con curiosidad. Era bonita como lo son las ninas.

– No llevan uniforme -fue lo primero que dijo.

Los dos hombres se rieron, lo que parecio convencerla de su buena voluntad, si no de su profesion.

Brunetti distinguio movimiento al fondo del pasillo: de una de las habitaciones de aquella parte de la casa acababa de salir una mujer con delantal azul. Tenia la figura en forma de patata de muchas europeas del Este, y la cara redonda y el pelo pobre y descolorido que suelen acompanarla. El lo comprendio al instante: una sin papeles que trabajaba en la casa de criada o de canguro, pero a la que ni el temor a la policia impedia salir a asegurarse de que la nina no corria peligro.

Brunetti saco la cartera y extrajo su credencial, que mostro a la mujer diciendo:

– Signora Zinka, soy el comisario Brunetti y he venido para hacer unas preguntas acerca del signor Fontana y su madre. -La miro, para averiguar si lo habia entendido. La mujer asintio pero no se movio-. No me interesa nada mas, signora, ?me comprende? -Ella no contesto, pero parecio que su postura perdia rigidez, y el se hizo a un lado, todavia en el rellano, y senalo a Vianello, que estaba a su lado-. Tampoco le interesa a mi ayudante, el ispettore Vianello.

Sin decir nada, la mujer avanzo timidamente hacia ellos.

La nina se volvio hacia ella y dijo:

– Vamos, Zinka. Ven a hablar con ellos. No nos haran dano. Son policias.

Esta palabra hizo que la mujer se detuviera. La expresion de su cara indicaba que la vida le habia ensena-do a sacar otras conclusiones respecto a la conducta de la policia.

– Si no quiere que entremos, signora -empezo Brunetti hablando despacio-, podemos volver mas tarde, cuando este la madre de Lucia.

Ella dio otro paso hacia la nina, aunque Brunetti no habria podido decir si pretendia ofrecer proteccion o buscarla.

El pregunto a la nina:

– ?A que colegio vas, Lucia?

– A Foscarini.

– Ah, es muy bueno. Alli ha ido tambien mi hija -mintio.

– ?Tiene una hija? -pregunto la nina, como si los policias no pudieran tener hijas. Y entonces, como para ponerlo a prueba, inquirio-: ?Como se llama?

– Chiara.

– Mi mejor amiga tambien se llama Chiara -dijo la nina sonriendo y dio un paso atras. Con sorprendente formalidad anadio-: Pasen, por favor.

– Permesso -dijeron los dos hombres al entrar. Entonces Brunetti percibio un brusco descenso de la temperatura, al abatirse bruscamente sobre el un aire refrigerado, despues del calor de la calle.

– Podemos ir al despacho de mi padre. Alli recibe las visitas de los senores -dijo la nina volviendose de espaldas a ellos y yendo hacia la mujer. A poca distancia de ella, se detuvo y abrio una puerta de mano derecha-. Adelante -les animo. Vianello cerro la puerta del apartamento y los policias siguieron a la nina por el frio pasillo.

Brunetti se paro en la puerta del despacho y dijo a la mujer:

– Nos seria de gran ayuda hablar tambien con usted, signora, pero solo si quiere. Y solo de la signora Fontana y de su hijo.

La mujer dio otro pasito hacia ellos y dijo:

– Buen hombre.

– ?El signor Fontana?

Ella asintio.

– ?Lo conocia?

Ella volvio a mover la cabeza afirmativamente.

La nina entro en el despacho y dijo, arrastrando la ultima palabra:

– Anda, ven, no seas tonta. -Cruzo la habitacion, titubeo al lado de un gran escritorio, tiro del sillon hacia atras y se sento. Los hombros apenas le asomaban por el borde de la mesa, y Brunetti no pudo menos que sonreir.

La mujer vio la sonrisa, miro a la nina y miro a Brunetti, y el dedujo que habia observado la escena y comprendia su reaccion.

– Tengo realmente una hija, signora -dijo el adelantandose a tomar asiento en una de las sillas de delante de la mesa. Vianello ocupo la otra.

La mujer avanzo un metro hacia el interior de la habitacion, pero se quedo de pie, entre la mesa y la puerta, posicion que le permitiria tratar de agarrar a la nina para ponerla a salvo, si era necesario.

– ?Donde esta tu mama? -pregunto Vianello.

– Trabajando. Por eso tenemos a Zinka. Ella esta conmigo. Hoy pensabamos ir a la playa. Tenemos una caseta en el Excelsior, pero mama ha dicho que hace demasiado calor, y nos hemos quedado en casa. Zinka va a dejar que la ayude a hacer la comida.

– Eso esta bien -dijo Vianello-. ?Que vais a hacer?

– Minestra di verdura. Dice Zinka que, si soy buena, me dejara pelar las patatas.

Brunetti miro a la mujer, que parecia seguir la conversacion sin dificultad.

– Signora -dijo con sincera cordialidad-, si no hubiera prometido preguntar solo por la signora Fontana, le pediria que me ensenara la manera de convencer a mi hija de que le «dejo» ordenar su cuarto. -Sonrio para dar a entender que bromeaba. Ella suavizo la expresion y sonrio a su vez.

De pronto, Brunetti se dijo que lo que estaba haciendo era, ademas de ilegal, bastante sordido. ?Si era una nina, por Dios! ?Tal era su afan por saber, que se rebajaba a esto?

Se volvio hacia la mujer.

– Creo que no estaria bien hacer mas preguntas a Lucia. Dejaremos, pues, que vuelvan a la minestra. -Vianello lo miro con gesto de sorpresa, pero el, como si no lo hubiera notado, dijo a la nina-: Espero que manana haga menos calor, para que podais ir a la playa.

– Gracias, signore -dijo ella con bien aprendida cortesia, y anadio-: Tampoco es tan malo no poder ir. A Zinka no le gusta la playa. -Volviendose hacia ella, pregunto-: ?Verdad?

La sonrisa de la mujer reaparecio, ahora mas ancha.

– Yo tampoco gusto a la playa, Lucia.

Brunetti y Vianello se levantaron.

– ?Podria decirme a que hora tengo que volver para hablar con los Marsano?

En vez de responder, la mujer miro a la nina y dijo:

– Lucia, mira si he dejado vasos en cocina, por favor.

Sin hacerselo repetir, la nina salto del sillon y salio del despacho.

– Signor Marsano no dira cosas a usted. Signora no, tambien.

– ?Decirme que, signora? -pregunto Brunetti.

– Fontana era hombre bueno. Peleo con signor Marsano, peleo con gente de arriba.

– ?Peleo con palabras o con las manos, signora7.

– Pelea con palabras, solo palabras -dijo ella, como si la otra posibilidad la asustara.

– ?Que paso?

– Insultos: signor Fontana dijo signor Marsano no honrado, igual que hombre de arriba. Y signor Marsano dijo que el hombre malo, va con hombres.

– Pero usted piensa que era un hombre bueno.

– Yo se -dijo ella con subito enfasis-. Me encontro abogado. Hombre bueno en

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