con curiosidad. Era bonita como lo son las ninas.
– No llevan uniforme -fue lo primero que dijo.
Los dos hombres se rieron, lo que parecio convencerla de su buena voluntad, si no de su profesion.
Brunetti distinguio movimiento al fondo del pasillo: de una de las habitaciones de aquella parte de la casa acababa de salir una mujer con delantal azul. Tenia la figura en forma de patata de muchas europeas del Este, y la cara redonda y el pelo pobre y descolorido que suelen acompanarla. El lo comprendio al instante: una sin papeles que trabajaba en la casa de criada o de canguro, pero a la que ni el temor a la policia impedia salir a asegurarse de que la nina no corria peligro.
Brunetti saco la cartera y extrajo su credencial, que mostro a la mujer diciendo:
–
Sin decir nada, la mujer avanzo timidamente hacia ellos.
La nina se volvio hacia ella y dijo:
– Vamos, Zinka. Ven a hablar con ellos. No nos haran dano. Son policias.
Esta palabra hizo que la mujer se detuviera. La expresion de su cara indicaba que la vida le habia ensena-do a sacar otras conclusiones respecto a la conducta de la policia.
– Si no quiere que entremos,
Ella dio otro paso hacia la nina, aunque Brunetti no habria podido decir si pretendia ofrecer proteccion o buscarla.
El pregunto a la nina:
– ?A que colegio vas, Lucia?
– A Foscarini.
– Ah, es muy bueno. Alli ha ido tambien mi hija -mintio.
– ?Tiene una hija? -pregunto la nina, como si los policias no pudieran tener hijas. Y entonces, como para ponerlo a prueba, inquirio-: ?Como se llama?
– Chiara.
– Mi mejor amiga tambien se llama Chiara -dijo la nina sonriendo y dio un paso atras. Con sorprendente formalidad anadio-: Pasen, por favor.
–
– Podemos ir al despacho de mi padre. Alli recibe las visitas de los senores -dijo la nina volviendose de espaldas a ellos y yendo hacia la mujer. A poca distancia de ella, se detuvo y abrio una puerta de mano derecha-. Adelante -les animo. Vianello cerro la puerta del apartamento y los policias siguieron a la nina por el frio pasillo.
Brunetti se paro en la puerta del despacho y dijo a la mujer:
– Nos seria de gran ayuda hablar tambien con usted,
La mujer dio otro pasito hacia ellos y dijo:
– Buen hombre.
– ?El
Ella asintio.
– ?Lo conocia?
Ella volvio a mover la cabeza afirmativamente.
La nina entro en el despacho y dijo, arrastrando la ultima palabra:
– Anda, ven, no seas tonta. -Cruzo la habitacion, titubeo al lado de un gran escritorio, tiro del sillon hacia atras y se sento. Los hombros apenas le asomaban por el borde de la mesa, y Brunetti no pudo menos que sonreir.
La mujer vio la sonrisa, miro a la nina y miro a Brunetti, y el dedujo que habia observado la escena y comprendia su reaccion.
– Tengo realmente una hija,
La mujer avanzo un metro hacia el interior de la habitacion, pero se quedo de pie, entre la mesa y la puerta, posicion que le permitiria tratar de agarrar a la nina para ponerla a salvo, si era necesario.
– ?Donde esta tu mama? -pregunto Vianello.
– Trabajando. Por eso tenemos a Zinka. Ella esta conmigo. Hoy pensabamos ir a la playa. Tenemos una caseta en el Excelsior, pero mama ha dicho que hace demasiado calor, y nos hemos quedado en casa. Zinka va a dejar que la ayude a hacer la comida.
– Eso esta bien -dijo Vianello-. ?Que vais a hacer?
–
Brunetti miro a la mujer, que parecia seguir la conversacion sin dificultad.
–
De pronto, Brunetti se dijo que lo que estaba haciendo era, ademas de ilegal, bastante sordido. ?Si era una nina, por Dios! ?Tal era su afan por saber, que se rebajaba a esto?
Se volvio hacia la mujer.
– Creo que no estaria bien hacer mas preguntas a Lucia. Dejaremos, pues, que vuelvan a la
– Gracias,
La sonrisa de la mujer reaparecio, ahora mas ancha.
– Yo tampoco gusto a la playa, Lucia.
Brunetti y Vianello se levantaron.
– ?Podria decirme a que hora tengo que volver para hablar con los Marsano?
En vez de responder, la mujer miro a la nina y dijo:
– Lucia, mira si he dejado vasos en cocina, por favor.
Sin hacerselo repetir, la nina salto del sillon y salio del despacho.
–
– ?Decirme que,
– Fontana era hombre bueno. Peleo con
– ?Peleo con palabras o con las manos,
– Pelea con palabras, solo palabras -dijo ella, como si la otra posibilidad la asustara.
– ?Que paso?
– Insultos:
– Pero usted piensa que era un hombre bueno.
– Yo