Me moria por medio litro de cafe. En algun lugar habia leido que el cafe era la sangre de los hombres cansados. Chandler, creo. ?Que hubiera hecho Marlowe en mi lugar? Recibir los golpes, seguro. Pero despues andaria pisando sus soledades hasta descubrir la trama del asunto sin que pareciera importarle demasiado. La cabeza del bueno de Marlowe era a prueba de porras y de esperanzas. Siempre podia ver lo que habia detras de las apariencias, aunque la mayoria de las veces, detras de las apariencias no hubiera nada, como en un juego de espejos enfrentados que parieran imagenes sin una primera imagen original.

Pase frente a una cabina de telefono. Lidia.

Marque su numero sin pensar en la hora. No estaba en casa o no podia contestar. Su voz grabada me pidio que dejara el mensaje despues del piiii.

– Hola, negrita. Soy yo. Tengo algunos datos mas sobre los malandras. Primero: la cosa no va en broma, lo acabo de comprobar por la mediacion de una porra. Segundo: El Muerto ese, no se el apellido, pero lo seguro es que ha pasado una buena temporada en la carcel. Y parece un muerto de verdad. Tercero: el otro, el grandote, se apellida Serrano y vive o vivio en Vallecas. No hay mas, por ahora, pero con eso ya podras tocar a tu contacto. Pero no toques mucho, ?eh? Una bolsa de besos.

Colgue. Todavia no era de dia pero la romantica noche ya estaba recogiendo sus ropas para irse a la mierda. A quince metros de la puerta del edificio esperaba un coche destartalado. Habia alguien en el asiento delantero, forcejeando con la pobre luz de la farola para leer un diario casi pegado a los ojos. Cuando me vio llegar se hizo un lio con el diario y trato de tumbarse en el asiento. Se golpeo con algo y el ruido retumbo en la calle vacia, a duo con el quejido.

No era mi Jamon. Demasiado chiquito.

Tampoco era El Muerto. No se hubiera quejado.

Me enoje.

Mucho.

Estaba cansado de golpes y de siluetas que me seguian, cansado de que todos me exigieran cosas imposibles, cansado de ser un chico bueno y un poco boludito al que se podia enganar, sacudir, acechar o proteger. Cansado.

Me pare frente al portal, mientras estudiaba por el costado del ojo una cabeza que asomaba detras del volante. Fui hasta la farola y me plante al lado del coche. La figura acostada, ya sin la posibilidad de ocultarse, fingia dormir. Empece a correr hasta doblar la esquina. Se oyo el crujido de una puerta hambrienta de aceite. Me escondi en el saliente de un garaje. Los pasos indecisos se acercaban. Cuando paso, estire la pierna y el cayo como una fruta madura. Se quedo sobre la acera sucia, esperando un golpe que no llegaba.

– Buenasnoche -dije, imitando el refinamiento torpe de Jamon.

El tipo se sento en el mismo lugar en que habia caido y me miro.

Era mas bajo que yo, y peor alimentado. Tendria entre cuarenta y diez mil anos, y la resignacion pintada en su cara era tan vieja como la primera derrota. Vestia un traje de un color marron indefinido con rayas negras, que le quedaba grande. Los zapatos, con las suelas a la vista, tenian agujeros en los agujeros, y bajo estos agujeros algo que podria ser carton o huellas perdidas. Su cara era delgada y palida, con un par de ojos pequenos que mantenia entrecerrados en una expresion que a el se le antojaria la de un tipo duro, pero a mi me recordaba a un viejo casi dormido en el jardin de un asilo publico. Las mejillas le colgaban y las orejas salian hacia fuera, como alas invalidas pero orgullosas. Un metro mas alla, el innecesario sombrero gris habia quedado con el hueco hacia arriba y dejaba ver un rastro de sudor anejo y petrificado.

Sacudio la cabeza y hablo por un costado de la boca, corno una mala copia de Bogart.

– No debio hacer eso -dijo.

– ?Por que me seguia? -Tenia ganas de desquitarme de todos los golpes de la noche.

– Yo no lo seguia -nego, sin levantarse.

– Perfecto. Entonces llamamos a la policia y que aclare el asunto.

Sonrio de costado.

– Usted no llamara a la policia -dijo lentamente-. Yo soy la policia.

Me rei imaginando que fuera el «contacto» de Lidia, pero despues pense que tal vez si fuera un policia. El esperaba mi veredicto con excesivo interes. Volvi a reirme con ganas. El tipo se puso a llorar, con hipos y todo.

– ?Joder! ?Por que nadie me cree? ?Por que? ?Es que no hago lo debido, no estudie las lecciones, no tengo mi diploma con mencion de honor? ?Por que nadie me cree?

Me dio un poco de pena y lo ayude a levantarse.

– Venga, venga, tampoco es para tanto. Yo conozco a un gato que es libre y el tampoco se lo cree.

Me miro para ver si le tomaba el pelo, que era poco y estirado con paciencia para cubrir una calva precoz. Se sacudio el traje y dudo que todo ese polvo proviniera de la caida. Al menos, no de aquella caida.

– Hagamos un trato: usted me dice por que me seguia y yo le creo un poquito.

Me sente en el primer peldano del portal y el hizo lo mismo. Hipo un poco y luego se calmo. Le alcance un cigarrillo y lo encajo en un costado de la boca como los duros de ciertas peliculas. Rebusco en el bolsillo del traje y me alcanzo una tarjeta con los bordes gastados y sucios. Una lupa clasica adornaba un extremo, y en el otro un ojo atento y artificial me miraba impavido. En el centro, en un tipo de letra anticuado, podia leerse: «FELIPE MAR LOPEZ, Detective Privado. Divorcios, investigaciones. Discrecion garantizada». Abajo, una direccion de una calle cerca a la Puerta del Sol pero lejos del cielo, y un numero de telefono. Con un boligrafo habia apuntado una serie de numeros de dos cifras.

– ?Le han cambiado el telefono? -pregunte.

Se sonrojo.

– La combinacion de la Bonoloto. No tenia donde apuntarla. Es mi ultima tarjeta.

– No van muy bien los negocios…

– Y…, no, la verdad es que no.

Fumamos un rato en silencio.

– ?Por que me seguia?

– Un encargo. Trabajo. Es secreto profesional -se excuso.

– ?Quien puede tener interes en seguirme? Estoy de paso. Nada mas.

– Y se llama Nicolas Sotanovsky y tiene veintinueve anos y llego a Espana hace seis meses… -agrego Mar Lopez satisfecho de exhibir su eficacia.

– Veo que soy famoso. ?Quien le encargo que me siguiera y para que? No quiero ser violento, pero tengo gente muy cercana que podria enojarse. ?Ha oido hablar de El Muerto?

– ?Usted conoce a El Muerto?

– Somos carne y una. Precisamente, esta noche estuvimos conversando un rato. No es mal tipo. Un poco blando, eso si. Pero hace lo que puede.

Mar Lopez me observo con respeto y un poco de temor.

– ?No le dira que yo he interferido, verdad? Por favor, senor Sotanovsky. Solo queria salir del agujero…

Crei que iba a llorar otra vez y lo calme palmeandole la espalda.

– Vale, vale. Por esta vez no dire nada. Pero tiene que hablar. ?Quien le pago para que me siguiera?

– No me pago -objeto el detective un poco enojado.

– Es igual, Mar Lopez. ?Quien le encargo el trabajo?

– La pelirroja -contesto-. La pelirroja que se llama Noelia.

13

Encendi otro par de cigarrillos y me prepare a oir su historia. Mar Lopez me escrutaba por las ranuras de sus ojos, atento a mis reacciones.

– Aja -comente, por decir algo-. ?Que mas?

– No hay mas. Hice el trabajo en un par de semanas, le entregue el informe hace un mes y no volvi a saber de ella. Decidi reclamarle el dinero en persona y no habia nadie en su casa. Llego usted, lo reconoci y quise seguirlo para que me llevara hasta la pelirroja.

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