– ?Como lo supo?
– Usted lo dijo:
– Tres, hasta donde se. No me los encargo a mi, pero escogio a colegas de mi… nivel. Nosotros intercambiamos informacion y contactos. Casualmente, me entere de otros dos casos, aunque no mencione el mio. Soy muy reservado. Uno de sus competidores era un colombiano y el otro venia del Uruguay.
– La unidad latinoamericana -murmure.
El no escucho.
– Tres casos casi identicos. Solo por dos detalles: a mis colegas les pago y bien. La otra diferencia es que usted gano. Todo me lo debe a mi, ?sabe?
Tuve ganas de cagarlo a trompadas, pero me contuve.
– ?Cuanto le debo?
Se revolvio incomodo y creo que sumaba mentalmente, mientras los dedos de una mano ayudaban en la operacion.
– Con diez mil euros me arreglo.
– Sus tarifas son un poco elevadas, Philip.
– No juegue conmigo. ?Cuanto les tocara a ustedes? ?Casi un millon de euros? Lo de Financur es un secreto a voces, digan lo que digan los diarios.
– Olvida algo, Philip. El Muerto.
La expresion astuta se esfumo entre las arrugas del miedo.
– O-oiga. Haga como que no he dicho nada. ?Por favor! Ya llegara mi oportunidad. Pero si habla con El Muerto…
– Pongamos las cartas sobre la mesa -suspire-. No estoy asociado con El Muerto y si fuera usted un buen detective, lo habria deducido. No se ofenda. El Muerto busca lo que busca usted: a la pelirroja. Y los dos quieren hacerlo mediante cierta informacion que yo puedo o no puedo tener. Si se porta bien y me cuenta toda la pelicula, vere que hago con sus diez mil. Sin trampas, sin garantias. Pero no creo que tenga una oferta mejor…
Se rasco la nuca y recogio el sombrero sudado. Se puso de pie y estiro la chaqueta. A la luz del dia inminente pude contar varios remiendos cuidadosos.
– Puede que acepte. Y puede que no. Necesito pensarlo, porque usted no sabe tanto como creia. Ademas, esta El Muerto. Con ese no se juega, Sotanovsky.
– El que no juega no gana, Philip.
– Es lo que dicen. Pero cuando uno es cadaver, nadie le acepta las apuestas. Y yo todavia estoy vivo -agrego con dignidad.
– Olvida algo: yo puedo encontrarla y usted no. Si se dedica a seguirme, El Muerto lo advertira y… adios diez mil y adios vida. Pienselo, Philip.
– Lo hare. Tengo su telefono. Recibira noticias mias.
Caminamos hasta el coche. Forcejeo un poco con la puerta y cuando pudo abrirla, el chillido de metal crujiente desperto a todos los pajaros de la manzana.
Se asomo por la ventanilla del coche abollado, como su traje y su vida.
– Digame una cosa: ?Por que me llama Philip y no Felipe?
– Porque me recuerda a otro detective al que nunca conoci.
– ?Se parecia a mi? -pregunto orgulloso.
– Para nada, Philip. Para nada.
Se encogio de hombros y puso en marcha el cansado motor. Me quede mirando la humareda negra de su escape hasta que se perdio tras la esquina.
Despues trepe los escalones hacia la casa, donde me esperaba una duda con forma de mujer. Una duda muy sensual, pero una duda al fin.
14
Nina se acercaba con una bandeja que olia muy bien. Llevaba puesto un delantal de cocina en el que se leia
Oscuridad.
Volvi a despertarme pensando que habian pasado horas, pero el aroma de la bandeja seguia a mi lado y ella se iba a la cocina. Su unica vestimenta era el delantal con pechera. La cinta roja envolvia su cintura y se deslizaba en dos extremos que se turnaban para tocarle ritmicamente el culo al caminar.
Oscuridad otra vez, pero menos.
Nina habia dicho algo que yo no recordaba y sonreia feliz preguntando si el senor iba a desayunar de una puta vez. Consegui aferrar la taza y bebi. A medida que el cafe bajaba, la conciencia volvio y con ella las dudas y, de polizon, el dolor.
– ?Que tal la noche?
– Un poco movida -respondi.
– Eso lo se: son las tres de la tarde, «bebe».
– ?Llamo Lidia?
– Si. Y juro que hice lo imposible por despertarte, pero solo consegui que me soltaras un rollo indescifrable de gatos de ministro y jamon serrano -hizo un gesto despectivo-. La senorita Lidia no me creyo, pero que se vaya al cuerno. Y me recomendo que te dejara descansar. Volvera a llamar, porque tiene novedades que contarte. Tal vez sea que se encontro el clitoris…
– No seas mala, Nina. Lidia es una buena amiga.
– Ya. Pero por si acaso, nunca te quedes a solas con ella: podria violarte, si es que no lo hizo anoche…
– De eso nada, fue por propia voluntad -menti para provocarla y porque ella tambien mentia.
Me tiro la almohada, un zapato y dos tostadas. Despues cambio de idea. Aparto la sabana, volco un poco de zumo de naranja en mi pecho y empezo a lamerlo. Se detuvo. Senalo las marcas oscuras por todo mi cuerpo y pregunto:
– ?Que paso anoche? Esas marcas no son un chiste. Tu no estuviste con Lidia y te han pegado una soberana paliza. ?Quien fue?
– Secreto por secreto. Y vos tenes unos cuantos. Cuando confies en mi, te doy la direccion de mis atacantes, por si te entran impulsos masoquistas.
– Eres odioso.
– Y vos, adorable. Pero no me gusta que la gente juegue conmigo, Nina. Si de verdad vas a ayudarme, ya es hora de que cuentes lo que sabes.
– Yo te quiero -murmuro-. No me conviene, pero te quiero.
– Y ahora viene lo de los violines. Mira, Nina, no se si te quiero, pero no me costaria mucho: estas muy buena y estas muy loca. Pero para querer a alguien hay que estar vivo y yo soy un firme candidato al ataud. De modo que no me vengas con que me queres si no me contas la verdad.
Acaricio una de mis marcas con suavidad, sin mirarme.
– Estoy preocupada por ti. Muy preocupada.
– Ya somos dos.
– Tres. Lidia tambien. Me lo dijo cuando acabamos de intercambiar dardos.
Prendi un cigarrillo. Todo el mundo se preocupa por Sotanovsky, pense. Todos menos Sotanovsky. Sono el telefono. Los dos corrimos a la sala.
– ?Lidia? -pregunte sin esperar a oir ninguna voz.
– Preste atencion, Sotanovsky, porque solo se lo diremos una vez -dijo una voz de hombre en un susurro-. Deje el dinero en la cafeteria Nebraska de la Gran Via, manana por la tarde. Se lo digo por su bien. Todo el dinero…
– ?Y con sus diez mil, que hago, Philip? ?Los dono a la Sociedad Protectora de Animales?
– ?Joder! ?Como me ha reconocido?