Algunos folios sueltos, folletos turisticos de decadas sucesivas, y una libreta negra con tapas de hule. Un diario. Si, un diario como los de las quinceaneras, pero con los bordes de las paginas redondeados a fuerza de masajear suenos que no se cumplirian.

Revise el contenido con cierto pudor por asomarme a las miserias ajenas, una buena manera de olvidar las mias. Los bordes de las paginas estaban cubiertos de una patina que no llegaba a ser marron, y se quedaba en algo entre el amarillo del tabaco en soledad y gris de gris, el peor de los grises. Pobre contenido el del diario de un detective fracasado en una ciudad que no guardaba secretos sino los bienvendia en portadas de revistas o despachos amueblados de diseno. Romances truncados o imaginarios con pobres chicas de oficinas vecinas, una clienta viuda que sospechaba que el marido no habia muerto de causa natural y que lo habia matado un oscuro poder y que buena y que sola y que desvalida y que buena (otra vez) estaba la viuda, con solo un detective rudo y ajado para darle amparo; Mar Lopez fumando por el costado de la boca y las comidas caseras en su casa de ella para «conocer» el terreno y un hijo -no de puta, que era una senora, pero un hijo de puta al fin y al cabo-, que olio la plata de la herencia y llego a defender a mami; y otra vez cafe sin cafe por aquello de la ulcera y angustia de despacho decadente y solo y no mas viuda.

Aquello tenia fecha de seis meses atras. Despues, banalidades, cuernos intrascendentes espiados por morbo de maridos con la entrepierna mas tranquila que la conciencia, y algun rescate fallido de joyas que no valian el esfuerzo.

Eso, y la historia del sudaca.

O sea, yo.

Eran anotaciones sueltas y espaciadas, con poco entusiasmo al principio, pero que se volvian mas largas y detalladas a medida que Mar se adentraba en el caso y su olfato atrofiado de sabueso de jardin olia dinero. Ahi estaba todo. El encargo de seguimiento por parte de Noelia, la vigilia incierta tras mis pasos sin rumbo, yo mismo. Un tipo de treinta anos, con amigos variopintos «y casi sin amigos verdaderos», que rondaba Madrid «con mas desgana que ansiedad», ni muy alto ni muy bajo, delgado de comer poco, «ojeroso de pensar demasiado», de costumbres sexuales aparentemente ortodoxas (tambien sabia lo de la gallega, el fisgon), sin metas claras y al que amenazaba «una calvicie lenta pero inexorable en la coronilla».

– El hijo de puta. Sabia escribir «inexorable». Quien lo hubiera dicho.

Encendi un cigarrillo. Necesitaba un trago de algo fuerte, y no precisamente la tila que el detective ya no entibiaria en su petaca bajo el sobaco.

No era muy imaginativo para esconder el whisky, ni falta que le hacia, en una oficina frecuentada solo por las moscas. Encontre la botella en el segundo cajon del archivador y un vaso casi limpio. Segui leyendo sin imaginar que era lo que El Muerto buscaba con tanta urgencia. Algo que valia una punalada y una muerte sin importancia.

Pense que no era de buen gusto beberme el pesimo whisky de Philip en sus narices, de modo que pase al otro lado de la puerta fingidamente oculta tras el sillon. Si el panorama en el despacho era desolador, lo que encontre en ese minusculo espacio robado a la estrechez era para recomendar a cualquier suicida. Me basto una mirada para descubrir que Mar Lopez vivia ahi, si a eso se le podia llamar vivir. Un cuartucho de dos metros y medio por casi dos, recortado el escaso espacio por la entrada del bano, una mesa de juguete, un microondas abollado, unas pilas de libros ajados, y una breve cama sola y sucia. El Muerto tambien habia estado ahi. Lo supe por la violencia mecanica con que habian sido revueltos los libros, acuchillados la almohada y el jergon, rotos los cajones casi sin pertenencias. Hasta en el bano habia buscado el hijo de puta. Tampoco era un bano en toda regla: apenas un lavabo, un pequeno espejo rajado, un inodoro amarillento, y una gran palangana de plastico apoyada de costado contra la pared, en inestable equilibrio. Suficiente para la higiene sin alegrias de Philip, para su vida clandestina de esquivar al portero para que no descubriera que vulneraba su contrato viviendo en la oficina, calentando platos culpables con la ventana abierta para que el olor a comida no delatase su presencia.

Bebi un largo trago de la botella y me quemo la garganta. Por la ventana sin cortinas se colaba la luz azulverderrojazul de un letrero de neon que marcaba el pulso del universo. Me sente en la cama y estudie los libros de Mar Lopez. Lecciones de detective por correspondencia, literatura policial barata, el inefable Marcial Lafuente Estefania para glosar el salvaje Oeste. Y en un cajon de la raquitica mesita, tres novelitas de Corin Tellado y una revista porno de las mas baratas.

– Picaron -susurre-. Esto debe ser de los tiempos de la viuda.

Le robe otro trago a la botella y el whisky seguia siendo malo. Me deprimi y tuve ganas de llorar, de llorar despacito y sin motivos, hasta morir deshidratado. Para espantar esa sensacion, empece a hojear los papeles de la carpeta titulada «Rio de Janeiro». Del diario de Philip, a una copia del informe que le remitiera a Noelia, al diario otra vez. Y empece a atar cabos. Cuando mis deducciones se retrasaban, las anotaciones del diario me servian de puente.

– Despues de todo, no eras tan tonto, detective -dije brindando hacia la puerta.

Noelia escapaba por completo al prototipo de cliente de Mar Lopez. Por eso cuando ella visito su despacho, el registro sus impresiones en el diario. No se trago el cuento de la busqueda de marido y una vez que conocio al «candidato» (o sea yo), decidio que si despues de todo era cierto que estaba dispuesta a casarse con «un tipo asi», bien podia el entrar en la competicion. Noelia le gustaba a rabiar. No escatimaba descripciones en su diario, algunas rozando la fantasia erotica, y pense que por lo menos seis de las manchas en las sabanas del jergon de Philip llevaban el nombre de la pelirroja.

El informe, en cambio, era aseptico, salpicado de palabras grandilocuentes mal empleadas, pero demostraba que el tipo sabia su pobre oficio. Habia seguido mi rastro durante dias y dias. Cai en una extrana fascinacion al descubrirme como otro desde los ojos de Mar Lopez, impersonales en el informe, incisivos en las anotaciones del diario. Hasta las fotos que me habia hecho sin yo advertirlo parecian de otro tipo. Ahi estaban unas semanas de mi vida, acto tras acto, caida tras caida. Mi relacion con la peruana, la ruptura, la gallega -de la que senalaba en el diario «tiene el mejor par de tetas que he visto en mi vida»-, la intermitente comunicacion con Lidia, la poca relacion con circulos de argentinos residentes en Madrid, y hasta algunos datos personales mas o menos acertados, que anda a saber como carajo habia logrado reunir.

En un papel, sujeto con un clip a la copia del informe, dos apellidos acabados en numero de telefono que supuse serian de los colegas de Mar encargados de esas investigaciones, el nombre de mis competidores y su nacionalidad. No me sonaban de nada.

Segui leyendo y tomando, y no pude reprimir una carcajada cuando las expectativas del detective de tirarse, ya que no a una rubia de novela, por lo menos a esa pelirroja espectacular y mentirosa, se fueron al carajo. Despues de recibir el informe, ella no volvio a llamar ni a visitar el despacho, y en el numero de telefono que habia dejado nadie atendia las llamadas.

Pero pese a todo, Mar Lopez era una rata de aquellas alcantarillas del Madrid mas sordido. Olfateo dinero. Y salio a preguntar por los bares, y comprobo con sorpresa que el nombre proporcionado por Noelia no era falso. Y supuso que si se habia empenado tanto en saber de mi, acabaria por ponerse en contacto. En eso se equivoco.

Hacia el final, las anotaciones del diario se volvian un poco confusas, como si hubiera estado dandole a la misma botella que yo ya estaba a punto de vaciar.

Hablaba de dinero, mucho dinero, de planes, de Rio, por supuesto.

Y oscuramente, en las ultimas paginas, de Rio y la pelirroja, que «al principio vendra un poco obligada, pero luego aprendera a quererme».

Ya no entendia una mierda. Tire el diario y la carpeta contra la pared de aglomerado. Del cuaderno cayeron unos recortes de prensa. Eran fotocopias de diferentes periodicos, la fecha apuntada en el margen con la infantil letra de Mar Lopez. El mas antiguo estaba fechado casi tres anos atras, y narraba, en el lenguaje truculento de las cronicas de sucesos, el atraco a Financur, con un botin estimado en poco mas de treinta mil euros, y anunciaba que «pese al hermetismo habitual en estos casos, ya que la investigacion sigue abierta, fuentes bien informadas no descartan el pronto esclarecimiento de los hechos».

El otro recorte fotocopiado daba cuenta de ese «esclarecimiento»: fuerte dispositivo policial, captura de un tal P. Menendez, alias El Muerto, con el botin casi al completo, puesta a disposicion de las autoridades judiciales, etcetera, etcetera. Le di otro trago a la botella. Estaba mareado. Con cierta dificultad, lei el ultimo recorte. Y recupere la sobriedad al instante.

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