Me perdi mas detalles de la historia del jardinero rebelde, molesto por tantos
Vagamente me llego la historia de la vision de Noelia, a treinta metros, «buscando algo o a alguien», sorprendida por el grito de Violeta, alzando una mano en incomodo saludo y siguiendo su camino en un revuelo de cabellera roja.
Lo vi todo a camara lenta, como mueren los malos en las peliculas y los pobres en las casuchas de carton que protegen a las ciudades de su verdadero rostro. Demasiado perfecto: una mujer entre un gentio todavia apretado, y Violeta reconociendola de lejos con sus gafitas a lo Lennon.
– ?Como puedes estar segura de que era ella?
– ?Si la hijaputa llevaba mi vestido rojo! -protesto indignada.
– Violeta es disenadora -explico Nina-. Noelia era una de sus «modelos de calle»: amigas para las que confeccionaba modelos exclusivos a condicion de que los usaran en los ambientes adecuados, para ver la aceptacion que tenian…
– Pilotos de prueba con bragas de seda -comente.
– O sin bragas. Noelia era parte de ese grupo y amiga de Violeta…
– … y uno de los ultimos vestidos que se llevo fue con el que Violeta la vio hace un rato. -Levanto una mano-. Y antes de que me interrumpas, te dire que eran «prototipos», un solo ejemplar de cada uno, para una mujer llamativa e imitable: marketing. Si hay buena respuesta, Violeta fabrica la serie o vende el diseno a alguna marca importante…
– ?Pero ese no! -anuncio la flor, desconsolada-. Elimine el modelo de la coleccion pero no del catalogo, queria tener motivos para seguir odiandola cada vez que un cliente me lo pidiera…
– Eso esta muy bien. Pero ?quien te asegura que no te confundiste con un vestido parecido y otra pelirroja? Podria ser una chica de barrio engalanada para venir al Rastro; o un ama de casa en buen estado arqueologico con ganas de excavacion. A esa distancia…
Enfurrunada, Violeta rebusco en su bolso y saco un folleto de papel satinado. Era un catalogo de fotos de moda y los bordes de las paginas estaban enmarcados con cenefas de flores exoticas. Muy apropiado.
Lo abrio en una pagina y me lo restrego por la cara:
– ?Era ella y llevaba este vestido! ?Y lo bien que le queda a la cabrona!
Mire la foto, sin aliento. Lamida por un corto vestido, Noelia me miraba con esa expresion entre timida y puta que ya le conocia del video.
Ellas tenian razon: nadie podia haberla confundido con una chica de barrio ni con un ama de casa a regimen de calorias y de calentura.
Noelia era inconfundible y desde la foto me sonreia como lo hacen las mujeres que nunca vas a tener.
Estan cerca, parecen a mano y te incitan a saltar para atraparlas.
Pero cuando saltas, descubres que detras hay un abismo.
Y nada mas.
Volvimos juntos, sin hablar mas que lo imprescindible y en voz baja, como si cuidaramos de un enfermo grave al que una palabra inoportuna pudiera matar. Me detuve en un bar con telefono publico, de los pocos que van quedando en Madrid. Nina me mostro su celular, pero negue con la cabeza. Probe y habia tono. Las monedas cayeron y marque. Funcionaban. Un telefono publico que funcionaba. Todo un hallazgo.
Le pregunte a Lidia cuanto sabia de mi historia el tal Manolo y me tranquilizo: le habia contado que yo estaba haciendo un reportaje sobre la decadencia del hampa tradicional madrilena. No se lo habia creido del todo, pero sus dudas, informo Lidia,
– Que no me de ideas -adverti en broma, ante la seria mirada de Nina.
– Bebe, para ideas como esa, yo tengo un monton. Lo malo es que no me vas a dejar aplicarlas -dijo Lidia, tentadora.
Cambie de tema y quedamos para esa noche en una cerveceria de la plaza de Santa Ana. Nos dijimos algunas cosas dulces y colgue. Los ojos de Nina eran dos carbones helados. Pero ardian.
– Tienes que descansar -comento mientras ibamos hacia el Metro.
– Si. Estoy hecho mierda.
– ?Por que no vienes a casa? Te preparo algo de comer, te bano… -La picardia volvio a sus ojos cuando me mostro la bolsa con los vestidos-. Y luego, si quieres, puedo probarme la ropa que compre en el Rastro. Esta vez sin espiar…
– ?Vas a decirme toda la verdad? -pregunte sin mirarla.
– ?Estas dispuesto a creerme?
Sacudi la cabeza. Estaba muy cansado. La noche junto a Mar Lopez, el whisky barato, los vinos de esa manana, todo se sumaba a mi desaliento y, aunque el sol brillaba, el gris era en ese momento mi color favorito.
– No se -reconoci.
Llegamos a casa de Noelia y cocino algo en silencio. No recuerdo que era, estaba a punto de dormirme sentado. Me alcanzo una gran copa de vino tinto. Llevaba su bolso al hombro y cara de despedida.
– Que descanses, Nicolas. Yo me voy a mi casa, ya sabes el telefono. Manana por la manana vendre a buscarte y si estas dispuesto a confiar en mi, seguiremos buscando a Noelia.
– Yo…
– No puedo quedarme aqui, no te fias de mi, ?recuerdas?
– Nina… Me gustaria confiar en vos…
Se detuvo junto a la puerta y estaba hermosa y solemne.
– Pero no puedes, Nicolas -dijo en un susurro-. Y haces bien.
Soplo un beso muy serio y se marcho.
No comi mucho mas, pero el vino era suave y denso. Recogi los platos y me desnude. Venciendo el cansancio, me di una ducha, a riesgo de quedarme dormido bajo el agua. No fue asi, pero tampoco logro despejarme del todo.
Cuando iba sonambulo y todavia mojado hacia la cama, recorde algo. Busque la vieja caja de musica y con ayuda de un cuchillo desmonte el mecanismo. Fume un cigarrillo mientras mis parpados tiraban para abajo. Me rei con la risa de otro. Era ridiculo: en pelotas, agotado y con la piel llena de moretones, el protagonista se negaba el sueno fumando en silencio. Extrane al gato Silvestre. ?Lo habia visto de verdad o era un sueno mas que sonaba despierto? Sacudi la cabeza y busque la caja de madera que habia visto antes. No pude encontrarla y la decima parte de mi cerebro que seguia consciente interrogo al resto en vano.
Sabia la respuesta: me sentia en deuda con Nina y queria compensarla con una sorpresa, algo que dejarle cuando ya no estuviera, cuando fuera alguien del que hablar en pasado.
Nicolas era.
Nicolas decia.
Nicolas no creia y hacia bien en no creer.
Entonces, cuando yo fuera nada mas que un nombre en tiempo pasado, Nina podria abrir la caja de trocitos de madera y encontrarme en el baile de esa bailarina con una sola pierna, que al compas de
Me alegro imaginar a Nina llorando mi recuerdo junto a la caja de musica; de todas las posibles viudas ignoradas que dejaba, ella era la unica que me debia algo: me debia la verdad.
Y yo no podia encontrar la puta caja para consumar mi venganza de ultratumba.
Me fui a dormir, pensando que eso podia querer decir algo.
Pero no sabia que era.