modos, reconocia Brunetti, lo que hubiera podido averiguar Paola, de poco serviria ya. Los cargos que pudieran formularse contra Pedrolli serian de los que se resuelven con un talonario de cheques o con un guino del padre de Bianca Marcolini.

Brunetti, andando un poco a la aventura, se encontro al pie del puente que conducia a la entrada del palazzo Querini Stampalia. El hombre del mostrador, que lo conocia, rechazo con un ademan su gesto de pagar entrada.

Brunetti subio al primer piso del museo, que hacia tiempo que no visitaba. Como le gustaba contemplar aquellos retratos, no tanto por su calidad pictorica como por el parecido de muchos de los modelos con la gente a la que veia todos los dias por la calle. Gerolamo Querini, retratado casi quinientos anos atras, era una replica casi fotografica de Vianello, es decir, de un Vianello varios anos mas joven. Miraba con agrado aquellos rostros, recreandose de antemano con la idea de volver a contemplarlos por el orden al que se habia acostumbrado a lo largo de anos.

Su favorito era La presentacion en el templo, de Bellini, que dejo para el final, como siempre. Y vio al Nino en brazos del anciano Simeon, que lo devolvia a la Madre. La criatura tenia todo el cuerpo fajado, con los brazos pegados a los costados y solo los deditos asomando. Brunetti volvio a pensar en el nino de Pedrolli, no menos indefenso, aunque por orden de la autoridad. En el cuadro, la Madre recibia al Nino con las dos manos, amparandolo, y la mirada que posaba en el sumo sacerdote, por encima del cuerpecito inmovilizado de su Hijo, era fria y esceptica. Por primera vez, Brunetti observo que aquel escepticismo estaba tambien en los rostros de los circunstantes, especialmente, en los ojos de un joven situado en el extremo de la derecha, que miraba al espectador como preguntando si alguien podia esperar que de aquello resultara algo bueno.

Bruscamente, Brunetti dio media vuelta y regreso a las otras salas, a mirar los retratos, esperando que los rostros mas placidos pintados por Bombelli y Tiepolo borraran la inquietud que habia despertado en el la vista del Nino atado.

Durante la cena, Brunetti estuvo extranamente ausente, moviendo la cabeza de arriba abajo cuando Paola o los chicos hablaban entre si y sin apenas intervenir en la conversacion. Despues, volvio a la sala y a San Petersburgo, donde encontro al marquis en vena filosofica, diciendo de Rusia que era un lugar en el que «impera el gusto por lo superfluo entre gentes que aun desconocen lo necesario». Brunetti cerro los ojos, reconociendo la vigencia de esa observacion.

Oyo los pasos de Paola y, sin abrir los ojos, dijo:

– Nada cambia. Nada en absoluto.

Ella, mirando el libro, dijo:

– Ya decia yo que nada bueno sacarias de esa lectura.

– Desde luego no es politicamente correcto lo que voy a decir y, menos, cuando los jefes de nuestras grandes naciones respectivas son tan amigos, pero da la impresion de que si entonces Rusia era un lugar horroroso, ahora no lo es menos. -Oyo un tintineo de cristal y, al abrir los ojos, vio que ella ponia dos vasitos en la mesita.

– Lee a Tolstoi -le aconsejo-. El hara que te guste mas.

– ?El pais o la lectura? -pregunto Brunetti volviendo a cerrar los ojos.

– Es la hora del chismorreo -anuncio ella, como si no hubiera oido la pregunta. Le dio unos golpecitos en los pies y se los aparto, para hacerse un sitio.

El abrio los ojos y tomo la copa que ella le tendia. Bebio un sorbo, aspiro profundamente inhalando el aroma de la grappa y volvio a beber.

– ?Es la Gaia? -pregunto.

– Tenemos la botella desde Navidad. Si hay suerte, este ano habra otra. ?Para cuando quieres guardarla?

– ?Tu crees que habra grappa en el cielo? -pregunto Brunetti.

– Como no hay cielo, tampoco habra grappa -respondio ella, y anadio-: Razon de mas para beberla mientras podamos.

– Estoy indefenso ante la fuerza de tu logica -dijo Brunetti, que vacio el vasito y se lo devolvio.

– Regreso enseguida.

– Esta bien. -El cerro los ojos otra vez.

Brunetti, mas que ver, sintio que Paola se levantaba del sofa. La oyo alejarse, andar por la cocina y volver a la sala. Mas tintineo de cristal, gorgoteo de liquido y su voz que decia:

– Toma.

De pronto, el sintio curiosidad por averiguar cuanto rato podia permanecer con los ojos cerrados y extendio la mano agitando los dedos. Ella le dio el vasito, y el oyo otro tintineo, otro gorgoteo y noto que el sofa cedia al sentarse ella.

– Salute -dijo Paola, y el bebio del vaso que no podia ver. Fue otro anticipo de cielo.

– Ahora cuenta -dijo el.

– Con mucho gusto -respondio Paola y, sin solucion de continuidad, ataco-: Al principio, la gente creia que Pedrolli estaba incomodo y cohibido, temiendo que los demas se burlaran de el, pero cuando se dieron cuenta de que realmente estaba loco por su hijo, nadie pudo tomarlo a broma. Si algun comentario se hacia era benevolo, o asi me lo han contado.

– ?Y la reconciliacion entre Rhett y Escarlata, que decias que no era del todo satisfactoria?

– Yo solo dije que me lo habian dicho -le rectifico ella-. Segun varias personas, el siempre habia sido el enamorado y ella la que se dejaba querer. Pero con el nino las cosas cambiaron.

– ?De que manera? -pregunto el, intuyendo que la respuesta no seria la previsible, la de que la esposa desatendia al marido para volcarse en la criatura.

– El transfirio su afecto al pequeno… o eso me han dicho -dijo ella, y Brunetti pudo comprobar una vez mas el cuidado que tenia Paola en distanciarse de sus chismes.

– ?Y a quien transfirio su afecto la mujer? -pregunto el.

– Al nino no, por lo visto. Pero es comprensible, imagino, ya que no era suyo, y su marido empezaba a prestarle mas atencion que a ella.

– ?A pesar de que ella ya no deseara sus atenciones? -pregunto Brunetti.

Paola se inclino hasta apoyar los codos en las rodillas de su marido.

– Eso no importa, Guido, y tu lo sabes.

– ?Que no importa?

– Si las deseaba o no. Aun queria monopolizarlas.

– Eso no tiene sentido.

Como ella no decia nada, Brunetti abrio los ojos al fin y la miro. Vio que tenia la cara entre las manos y movia la cabeza de derecha a izquierda.

– Esta bien. ?Que he dicho?

Ella lo miro fijamente.

– Aunque una mujer ya no desee las atenciones de su marido, no quiere que sean para otra persona - dijo.

– Pero si era su hijo, por Dios.

– Hijo de el -rectifico Paola, y anadio, recalcando las silabas-: No de ellos, sino de el.

– Quiza ni eso -dijo Brunetti, y le hablo del informe de los carabinieri.

– No importa quien fuera el padre biologico -insistio Paola-. Para Pedrolli, el nino es hijo suyo. Y, por lo que me han dicho hoy, sospecho que ella nunca lo vio asi.

?Que habia contado Pedrolli a su esposa? Ella afirmaba que le habia dicho la verdad, pero ?cual era la verdad? Brunetti imaginaba que la albanesa, ante la amenaza de ser deportada, habria dicho a las autoridades lo que le parecia que deseaban oir y haria que la mirasen con mas benevolencia. Si declaraba que el dottor Pedrolli le habia prometido educar al nino como a su propio hijo, esto podia ser un atenuante, aunque solo fuera porque indicaba que habia influido en ella el deseo de asegurar el porvenir de su hijo. Tenia que aducir este motivo, independientemente de si habia recibido dinero a cambio, antes que reconocer que habia vendido a su hijo, sin preocuparse de a que manos iba a parar.

?Y Pedrolli? ?Quedaba condenado a la vida de los padres cuyos hijos son victimas de verdaderos secuestros? ?Vivir siempre con la duda de si el nino esta vivo o muerto? ?Siempre tratando de descubrir la cara recordada en la cara de cada nino, de cada adolescente, de cada hombre de su misma edad?

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