– «Oh, perder todo el padre que habia en mi» -dijo Brunetti.

CAPITULO 20

A Brunetti le estaba costando conciliar el sueno, y no era por la grappa sino porque no podia dejar de pensar en el nino Pedrolli. ?Que recuerdo le quedaria de aquellos primeros meses de vida? ?Como le marcaria moralmente en el futuro el haber sido arrancado de un hogar en el que habia conocido el carino de una familia, y llevado a una institucion publica?

En su duermevela, Brunetti se repetia que debia desentenderse, olvidar a Pedrolli, borrar de la memoria la imagen del hombre tendido en la cama del hospital y, sobre todo, olvidar al nino. Brunetti no estaba interesado en el aspecto legal ni en el biologico: le bastaba que Pedrolli hubiera reconocido al nino como hijo suyo y que la madre estuviera dispuesta a renunciar a el. Y que el medico amara al nino.

Lo que Brunetti no acababa de comprender eran los sentimientos de Bianca Marcolini, pero durante aquella larga noche de cavilaciones no se atrevio a despertar a Paola, que dormia placidamente a su lado, para preguntarle que debia de sentir una mujer. ?Por que habia de saberlo Paola mejor que el? Si se lo preguntaba, probablemente, ella lo tacharia de machista: ?por que no ha de comprender un hombre los sentimientos de una mujer? Pero era esto precisamente lo que preocupaba a Brunetti: no haber visto en Bianca Marcolini ni asomo de lo que el creia que habian de ser los sentimientos de una mujer, creencia que, por cierto, seguramente le valdria las recriminaciones de su esposa. A juzgar por las impresiones recogidas por Paola, Bianca Marcolini no mostraba sentimientos maternales, algo que tambien al propio Brunetti habia llamado la atencion.

Poco antes de las seis, se le ocurrio una idea para tratar de descubrir algo mas acerca de Bianca Marcolini y sus sentimientos hacia el nino. Entonces se durmio y, cuando desperto, la idea seguia presente. Se quedo mirando al techo. Sonaron tres campanadas: pronto serian las siete, y el se levantaria, haria cafe y traeria una taza a Paola. Esta manana ella tenia clase y le habia pedido que la despertara antes de ir a trabajar.

Bueno, ahora era antes de ir a trabajar, ?no?

– Paola -dijo. Espero, volvio a llamarla y espero un poco mas.

Empezaron a sonar las campanadas de la hora. Brunetti lo interpreto como la senal de que ya podia despertarla. Se volvio, le puso la mano en el hombro y la sacudio suavemente.

– Paola -dijo otra vez.

Hubo un levisimo movimiento.

– Paola -repitio-. ?Tu padre podria conseguirme una entrevista con Giuliano Marcolini?

Sono la ultima campanada y el mundo se sumio otra vez en el silencio.

– Paola, ?tu padre podria conseguirme una entrevista con Giuliano Marcolini?

El bulto de su lado se aparto. El volvio a ponerle la mano en el hombro y el bulto se aparto mas aun.

– Paola, ?tu padre…?

– Si vuelves a decir eso, estrangulo a los ninos.

– Son muy grandes.

Ella se revolvio y el pudo verle media cara, con ojo abierto.

– Te traere cafe -dijo Brunetti amablemente, levantandose de la cama-. Y entonces hablaremos.

Le costo convencerla, pero al fin Paola accedio a llamar por telefono a su padre para preguntarle si podria concertar la entrevista. Brunetti sabia que, en su calidad de policia, podia pedirla el mismo, pero comprendia que seria mejor recibido si la peticion se hacia por mediacion del conte Orazio Falier.

Paola dijo que llamaria a su padre por la tarde: el conde estaba en America del Sur y, antes de llamarle, ella tenia que averiguar donde se encontraba exactamente, para calcular la diferencia horaria.

Brunetti, pensando en su suegro, se sintio momentaneamente desconcertado cuando, a media manana, Vianello entro en su despacho anunciando:

– Pedrolli esta en la lista.

Brunetti miro al inspector y pregunto:

– ?Que lista?

– La del ordenador, la lista del dottor Franchi. Hace cuatro anos que es cliente.

– ?De la farmacia?

– Si.

– ?Pedrolli?

– Si.

– ?Y Franchi ha visto su historial clinico? -Hasta este momento, Brunetti no reparo en la carpeta que Vianello traia en la mano.

– Aqui esta todo -dijo el inspector, que se situo al lado de Brunetti, puso la carpeta en la mesa, la abrio y entresaco cuatro o cinco hojas del fajo que contenia. Brunetti vio parrafos cortos de letra muy pequena, numeros y fechas. En la primera hoja, leyo terminos en latin, mas fechas y observaciones escuetas que no tenian sentido.

Vianello esparcio los papeles en la mesa, para poder examinarlos al mismo tiempo.

– Abarca solo siete anos -dijo el inspector-. No se ha podido llegar mas atras.

– ?Por que?

Vianello levanto una mano.

– ?Quien sabe? ?Se extraviaron los archivos? ?Aun no estan informatizados? Elige.

– ?Lo has leido? -pregunto Brunetti.

– Los dos primeros parrafos -dijo el inspector, con la mirada en el tercero.

Juntos leyeron la primera hoja, la siguiente y las otras. Las visitas de Pedrolli a los especialistas en fertilidad habian empezado tres anos antes, al cabo de un ano de contraer matrimonio.

Al pie de dos de las hojas habia lo que parecian informes de laboratorio: listas de nombres y columnas de numeros que no le decian nada. Brunetti reconocio las palabras «colesterol» y «glucosa», pero no tenia idea de lo que los numeros que aparecian a su lado significaban respecto de la salud de Pedrolli.

La ultima hoja era un informe enviado por e-mail a la ULSS por una clinica de Verona y fechado dos anos atras.

– «Probable malformacion de los conductos espermaticos a causa de traumatismo sufrido en la adolescencia» -leyo Brunetti-. «Produccion de esperma normal, esperma presente en testiculos, pero la obstruccion de los conductos provoca esterilidad total.»

– Pobre hombre -dijo Vianello.

La vida sexual del individuo es la esencia, la savia que alimenta el cotilleo. Descartada esta, apenas te queda algo que comentar acerca de tus semejantes, por lo menos, algo que tenga interes, aparte de su dinero, su trabajo o su salud. Estas cosas pueden interesar a ciertas personas, pero ninguna posee el poder de fascinacion de la conducta sexual y sus consecuencias. La aventura de Pedrolli y el consiguiente nacimiento del nino -y no digamos la generosidad de la esposa al aceptarlo- forzosamente tenian que ir de boca en boca.

Pero aqui estaba la prueba de que Pedrolli, dijera lo que dijera la gente, no podia ser el padre de la criatura, por lo que tenia que haberla adquirido por algun otro medio. No tenias mas que soplar a la policia la palabra «esteril», para hacer que Pedrolli estuviera entre las personas investigadas por adopcion ilegal de un nino al que no podia haber engendrado. Puesto que en el certificado de nacimiento figuraba su nombre junto al de la madre, esta podria ser localizada con facilidad, y solo era cuestion de tiempo que las fuerzas del Estado acudieran a salvar al nino. Una persona virtuosa, amante de la legalidad, se sentiria casi obligada a denunciar el hecho a las autoridades, ?no? A no ser, desde luego, que mediara el pago de cierta cantidad, quiza, a intervalos regulares.

Brunetti agavillo las hojas, procurando no desordenarlas.

– ?Que mas tenemos ahi? -dijo senalando la carpeta.

– Pucetti y yo hemos encontrado casos de VIH y rehabilitacion de drogadiccion, y hasta de un cirujano con antecedentes de hepatitis B.

– Toda una mina -dijo Brunetti.

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