– Quiza una vez, a poco de mudarnos. Tuve la gripe, y Bianca bajo a buscar la medicina. Me trajo algo, pero no recuerdo si necesito receta.

Pedrolli desvio la mirada y entorno los ojos, tratando de recordar, pero, cuando iba a decir algo, Brunetti le atajo:

– Si necesito receta, ?la informacion se habria anotado en su historial clinico, dottore?

Pedrolli lo miro largamente y, de pronto, parecio quedarse yerto, con la mente en blanco. Al cabo de un momento, la vida volvio a su cara con una mirada, desviada al instante, que Brunetti no pudo descifrar.

– ?Mi historial clinico? -pregunto al fin, pero, en realidad, no lo dijo en tono de interrogacion-. ?Por que le interesa, comisario?

Brunetti no veia razon para no explicarselo, sin mencionar el chantaje, desde luego.

– Estamos investigando el uso ilicito de informacion medica, dottore.

Se quedo observando la reaccion de Pedrolli a esta insinuacion, pero el medico se limito a parpadear y encogerse de hombros antes de responder:

– Me parece que eso no me dice nada.

A Brunetti le parecia que, detras de la expresion de serenidad que habia asumido, el medico estaba analizando activamente lo que acababa de oir, considerando, quiza, las hipotesis hacia las que apuntaba.

El comisario se percato entonces de que aun no habia aludido a las posibilidades de que Pedrolli recuperara al nino. Y, cambiando de registro, empezo:

– Ahora quisiera hablarle de su hijo.

Le parecio que su interlocutor ahogaba una exclamacion. Desde luego, fue algo mas fuerte que un suspiro, aunque la cara del medico permanecio impasible.

– ?Que quiere saber de mi hijo? -pregunto, tratando de controlar la voz.

– Segun mis informes, es poco probable que la madre biologica lo reclame. -Si Pedrolli comprendio la intencion de estas palabras, no lo demostro, y Brunetti prosiguio-: Por ello, me gustaria saber si piensa usted llevar el caso a los tribunales.

– ?A los tribunales?

– Para pedir que se lo devuelvan.

– ?Como cree que podria conseguirlo, comisario?

– Su suegro es un hombre…, en fin, un hombre bien relacionado. Quiza el podria… -Brunetti observaba la cara del medico, tratando de percibir alguna emocion, pero no la habia.

Pedrolli miro el reloj y dijo:

– No quiero ser descortes, comisario, pero son cosas que solo atanen a mi familia y a mi, y prefiero no hablar de ellas con usted.

Brunetti se puso en pie.

– Deseo que todo se arregle, dottore. Si en algo puedo ayudarle, hagamelo saber -dijo Brunetti tendiendo la mano.

Pedrolli se la estrecho brevemente, parecio ir a decir algo, pero guardo silencio.

Brunetti dijo que ya conocia el camino y se fue, pensando en parar a tomar algo antes de su entrevista con el suegro del medico.

CAPITULO 21

Brunetti entro en una trattoria situada al pie del segundo puente en el trayecto del hospital a campo Santa Marina. No habia mesa libre, y tuvo que conformarse con un plato de cicchetti y un vaso de vino novello, en la barra. En torno flotaban conversaciones, que no oia, absorto como estaba recordando la sorpresa de Pedrolli ante la mencion de su historial clinico. ?O, quiza, ante la sugerencia de que podia haberse hecho de el un uso ilicito?

Los fondi di carciofi estaban deliciosos, y Brunetti pidio dos mas, y tambien otra polpetta, con el correspondiente vaso de vino. Cuando termino no habia saciado el hambre pero, por lo menos, la habia mitigado. Estas comidas a salto de mata eran uno de los gajes del oficio, ademas de las llamadas telefonicas de madrugada, como la recibida al principio de este caso. Pago, salio y se encamino hacia campo Santa Marina cortando por detras de Miracoli.

No habia hecho falta que Paola le dijera donde estaba la sede del partido de Marcolini: todos los venecianos lo sabian, cualesquiera que fuesen sus tendencias politicas. La Lega Doge era uno de los partidos separatistas que, durante los ultimos anos, habian brotado en el Norte, alimentados por el primario coctel de miedo, descontento y resentimiento que el cambio social habia producido en Italia. Sus partidarios detestan a los inmigrantes, a las izquierdas y a las mujeres con igual ferocidad, a pesar de que los necesitan: a unos, para que trabajen en sus fabricas; a otros, para echarles la culpa de los males del pais; y a las ultimas, para demostrar su virilidad acostandose con ellas.

Giuliano Marcolini era el fundador de la Lega Doge: Brunetti se negaba a llamarlo «ideologo», ya que el termino sugeria que el partido podia tener algo que ver con ideas. En un periodo de veinte anos, Marcolini habia convertido su pequeno negocio de accesorios para fontaneria en una cadena de grandes tiendas: el propio Brunetti sabia que los trabajadores que cuatro anos antes le habian reformado el cuarto de bano habian adquirido el material en un establecimiento Marcolini.

Hay millonarios que compran equipos de futbol, los hay que adquieren esposa nueva o hacen reconstruir a la vieja, otros financian hospitales o galerias de arte: a Brunetti le habia caido en suerte vivir en un pais en el que los ricos fundan partidos politicos. En clara imitacion de otros partidos separatistas, la Lega Doge se habia dotado de una bandera en la que campeaba un animal rampante; pero como el leon ya estaba afiliado a otro partido, se recluto al grifo, a pesar de ser un animal que aparece raramente en la historia de Venecia y es figura poco frecuente en la iconografia veneciana. Los colores del partido eran purpura y amarillo, y el saludo, el puno alzado sobre la cabeza, en una actitud que recordaba el saludo del Black Power que hicieron unos atletas afroamericanos en las Olimpiadas de Mexico 1968, lo cual no dejaba de resultar embarazoso, por lo menos, para las personas dotadas de cierto sentido historico. Un socarron periodista de la izquierda pregunto si el saludo era una alusion a la legendaria tacaneria de los venecianos, y la primera aparicion de las banderas y camisetas purpura y amarillo coincidio, desgraciadamente, con la presentacion de la coleccion de primavera de un conocido disenador gay que habia elegido los mismos colores para sus prendas.

Pero la vehemencia de la retorica de Marcolini y la fe de sus seguidores superaron esos contratiempos iniciales, y, seis anos despues de su fundacion, la Lega Doge ya habia conseguido la alcaldia de seis municipios del Veneto y numerosos puestos en los consejos municipales de Verona, Brescia y Treviso. En Roma, los politicos empezaban a prestar atencion al signor Marcolini y a lo que la derecha llamaba sus «ideas», y la izquierda, sus «opiniones». Marcolini era cortejado por los politicos que creian que podia serles util, lo que hacia pensar a Brunetti en la observacion hecha a proposito de Hitler por el jefe de uno de los partidos politicos que serian barridos por el Fuhrer: «Caramba, ese hombre sabe hablar: podriamos utilizarlo.»

Cuando salia a campo Santa Marina, Brunetti iba pensando en que actitud adoptar. Brava, por supuesto; la del hombre muy hombre que no aguanta tonterias ni de las mujeres ni de los extranjeros, a menos, desde luego, que los extranjeros sean hombres y europeos y hablen una lengua civilizada como el italiano, aunque los hombres de verdad hablan dialecto, ?no? De haber sabido aquella manana que iria a ver a Marcolini, Brunetti se habria vestido para la ocasion, aunque no imaginaba cual podia ser la indumentaria adecuada para presentarse en la sede de la Lega Doge. Algo paramilitar y ligeramente prepotente: ?las botas de Marvilli, quiza?

Paso por delante del hotel y entro en Ramo Bragadin. La primera puerta de la derecha se abria a un patio desde el que una escalera conducia a las oficinas de la Lega Doge. En los bajos tenia el taller un marmolista, y Brunetti se pregunto como soportarian el ruido los vecinos de arriba. Pulso el timbre y enseguida le abrio la puerta un joven bien rasurado que vestia americana de tweed y pantalon vaquero negro.

– Guido Brunetti -dijo el comisario sin mencionar el rango, tendiendo la mano-. Tengo una cita con el signor Marcolini. -Hablaba articulando las palabras con precision, como el que no esta habituado a expresarse en italiano.

El joven, que tenia la cara tan chupada que los ojos parecian aun mas juntos de lo mucho que ya lo estaban,

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