palabras. Luego agrego-: Es mi amigo, pero tambien es mi paciente, y mi responsabilidad es protegerlo lo mejor que pueda.
– ?Protegerlo de que? -pregunto Brunetti optando por hacer caso omiso, por el momento, de las observaciones sobre las consecuencias de la honradez de Pedrolli.
La sonrisa de Damasco fue tan espontanea como benevola al decir:
– Si de otra cosa no, de la policia, comisario. -Dio media vuelta y se acerco al hombre que estaba en la cama. Volviendose a mirar atras, dijo-: Si no les importa, caballeros, ahora me gustaria quedarme a solas con mi paciente.
CAPITULO 5
Al salir de la habitacion, Brunetti y Vianello vieron a Marvilli apoyado en la pared, brazos y piernas cruzados, en la misma postura que tenia cuando Brunetti lo habia visto por primera vez.
– ?Que tenia que decirles el medico? -pregunto.
– Que su paciente no puede hablar, a consecuencia de un golpe que ha recibido en la cabeza -dijo Brunetti, optando por mencionar solo una de las posibilidades apuntadas por el medico. Dio al capitan tiempo de meditar antes de preguntarle-: ?Querra usted decirme que ocurrio?
Marvilli miro a uno y otro lado del corredor, como buscando oidos hostiles, pero no habia nadie. Descruzo las piernas y los brazos, se subio la manga y miro el reloj.
– El bar aun estara cerrado, ?verdad? -pregunto. De pronto, parecia mas cansado que receloso-. La maquina no funciona, y de verdad que necesito un cafe.
– A veces, el bar de abajo abre temprano -dijo Vianello.
Moviendo la cabeza de arriba abajo en senal de agradecimiento, Marvilli empezo a andar, sin mirar si los policias le seguian, y se metio en Dermatologia. Brunetti, sorprendido, tardo unos segundos en reaccionar y, cuando iba a llamarle, Vianello dijo, girando en sentido contrario:
– Vamos, ya encontrara el camino.
Abajo, al acercarse a la puerta abierta del bar, oyeron el aspero zumbido del molinillo de cafe y el siseo de la cafetera. Al verlos entrar, el camarero empezo a protestar, pero Brunetti se identifico y el hombre accedio a servirles. De pie frente al mostrador, los dos policias removian el azucar mientras esperaban a Marvilli. Entraron dos auxiliares con bata azul que pidieron caffe coretto, uno con una buena dosis de grappa y el otro con Fernet- Branca. Lo bebieron de un trago y se fueron sin pagar. Brunetti observo que el camarero abria una libretita que tenia apoyada en la caja registradora, pasaba hojas rapidamente y hacia una anotacion.
– Buenos dias, comisario -dijo una voz femenina a su espalda y, al volverse, el vio a la dottoressa Cardinale.
– Ah, dottoressa -dijo haciendole sitio en la barra-. ?Me permite invitarla a un cafe? -pregunto en voz alta, para que le oyera el camarero.
– Y salvarme la vida -sonrio ella, dejando el maletin en el suelo-. La ultima hora es la peor. Generalmente, no llega nadie, y una empieza a pensar en el cafe. Algo asi debe de sentir el que esta extraviado en el desierto: no piensas mas que en ese primer sorbo que te salvara la vida.
Llego el cafe y ella se echo tres terrones. Al observar la expresion de los policias, dijo:
– Si viera hacer esto a un paciente, le reniria. -Hizo girar el liquido en la taza varias veces, y Brunetti tuvo la impresion de que ella sabia cuantas vueltas tenia que darle hasta que estuviera lo bastante frio para poder beberlo.
La joven bebio el cafe de un trago, dejo la taza en el platillo, miro a Brunetti y dijo:
– Salvada. Vuelvo a ser una persona.
– ?Se atreve con otro? -pregunto Brunetti.
– No; cuando llegue a casa, quiero dormir. Pero gracias por el ofrecimiento.
Ella se agacho a recoger el maletin, y Brunetti pregunto:
– ?Era grave la lesion del agente, dottoressa?
– Tenia mas lastimado el orgullo que la nariz. -Levanto el maletin y agrego-: Si el golpe hubiera sido fuerte, le habria fracturado el hueso o aplastado el cartilago por completo. Lo que tiene no es mas grave que lo que se habria hecho al darse con una puerta. Y estando cerca.
– ?Y el dottor Pedrolli? -pregunto Brunetti.
Ella movio la cabeza negativamente.
– Como ya le he dicho, no se mucho de neurologia. Por eso llame al dottor Damasco.
Por encima del hombro de ella, Brunetti vio a Marvilli. El capitan, sin disimular su irritacion por haberse extraviado, se acerco a la barra y pidio un cafe.
La dottoressa Cardinale se paso el maletin a la mano izquierda, estrecho la de Brunetti e, inclinandose hacia adelante, la de Vianello.
– Gracias otra vez por el cafe, comisario -dijo. Sonrio a Marvilli y le tendio la mano. Tras apenas un momento de vacilacion, el se ablando y se la estrecho.
La doctora salio al pasillo y se volvio. Espero a que Marvilli la mirara, dijo con una sonrisa enorme:
– Unas botas formidables, capitan -y dando media vuelta, se fue.
Brunetti mantenia los ojos fijos en su cafe, lo apuro y dejo la taza en el platillo con suavidad. Al comprobar que eran los unicos clientes del bar, se volvio hacia Marvilli:
– ?Cree poder decirme algo mas acerca de esa operacion, capitan?
Marvilli tomo un sorbo de cafe y dejo la taza antes de responder:
– Como ya le he dicho, comisario, la investigacion fue iniciada hace tiempo.
– ?Cuanto tiempo? -pregunto Brunetti.
– Ya se lo he dicho, casi dos anos.
Vianello dejo la taza con un chasquido quiza demasiado sonoro y pidio al camarero otros tres cafes.
– Si, capitan, eso ya me lo ha dicho -respondio Brunetti-. Pero lo que me interesa es que dio lugar a la investigacion, especialmente, a este episodio.
– No sabria decirle, comisario. Pero si puedo decir que esta accion forma parte de una operacion mas amplia que anoche se desarrollo en distintas ciudades. -Aparto la taza y anadio-: No creo estar facultado para decir mas.
Brunetti resistio el impulso de senalar que la «accion» habia llevado a un hombre al hospital.
– Capitan -dijo con suavidad-, yo, por el contrario, si creo estar facultado para arrestarlo, a usted o a aquel de sus hombres que haya golpeado al dottor Pedrolli, por agresion. -Brunetti sonrio-. No es que vaya a hacer tal cosa, desde luego, pero lo digo para demostrar que no debemos sentirnos obligados a hacer o dejar de hacer todo aquello para lo que creamos estar facultados. -Durante un momento lo tento la idea de senalar que las botas del capitan justificarian que se le acusara de suplantacion de personalidad de un oficial de caballeria, pero pudo mas la prudencia.
Brunetti rasgo una bolsita y vertio el azucar en la taza. Mientras removia el cafe, con los ojos fijos en la cucharilla, prosiguio en tono coloquial:
– A falta de informacion acerca de esa operacion de ustedes y, por consiguiente, ignorando si sus hombres tenian derecho a ejecutarla en esta ciudad, capitan, no tengo mas opcion que la de defender la seguridad de los ciudadanos de Venecia. Como es mi deber. -Levanto la mirada-. Por eso deseo mas informacion.
Con gesto de cansancio, Marvilli alargo la mano hacia su segundo cafe al tiempo que apartaba la taza vacia y el platillo con tanta brusquedad que ambos fueron a parar directamente al fregadero con estrepito pero sin romperse.
– Perdon -dijo el capitan automaticamente. El camarero recupero taza y plato.
Marvilli miro a Brunetti.
– ?No sera un farol, comisario? -pregunto.
– Si esa es su respuesta, capitan, sintiendolo mucho voy a tener que cursar una protesta oficial por abuso de fuerza, y solicitar una investigacion. -Dejo la taza-. A falta de una orden judicial que les autorizara a entrar en el domicilio del dottor Pedrolli, sus hombres han cometido allanamiento.