Reed se detuvo.

—?Si?

Hawks se froto el rostro.

—Comprendo su posicion. Y veo que lo que acaba de proponer es totalmente razonable, desde su punto de vista. Sin embargo…

—De acuerdo, Hawks —comento con sequedad Cobey—. Expliquenos ese «sin embargo».

—Bien —le dijo Hawks a Reed—. ?Conoce usted los principios sobre los que trabaja el escaner…, el duplicador?

—Me temo que muy por encima —repuso con tono paciente Reed.

—Bien. Muy por encima, el duplicador coge una pieza de materia y la reduce a una serie sistematica de flujo de electrones. Electricidad. Una senal, igual que lo que sale de una emisora de radio. Ahora bien, esa senal es alimentada a esos componentes…, podriamos decir que de la misma forma que la senal que llega a la antena de un receptor de radio y es enviada al circuito que hay en su interior. Cuando sale por el otro extremo del circuito, no va a un altavoz, sino que es retransmitida a la Luna y, durante el proceso, es chequeada otra vez para comprobar su exactitud. Esencialmente, eso es lo que hacen los componentes: inspeccionan la senal en busca de consistencia. Ahora bien, la cuestion es que la exactitud con que la pieza original de materia es reconstruida, duplicada, depende de la consistencia del flujo de electrones que llegan al receptor. Por lo tanto, si emplearamos componentes duplicados para comprobar la consistencia de la senal con la que duplicamos objetos altamente complicados, tales como un ser humano vivo, estariamos introduciendo una posibilidad de error adicional que, en el caso de un ser humano, es mas alto de lo que nosotros podemos permitirnos dentro de nuestro margen de seguridad. ?Ha comprendido eso?

Reed fruncio el ceno.

Cobey tenso una comisura de su boca y bajo la vista a la mesa para mirar a Hawks.

Hodge cogio su gorra y comenzo a ajustar el alambre que la mantenia rigida por debajo de la funda blanca.

Finalmente, Reed dijo:

—?Eso es todo, doctor Hawks?

Hawks asintio.

Reed se encogio de hombros, incomodo.

—Bueno, mire —comento—, me temo que aun sigo sin verlo. Puedo comprender que tal vez sus componentes originales no puedan ser duplicados, ya que su escaner no trabajaria sin ellos; pero…

—Oh, si que trabajaria sin ellos —corrigio Hawks—. Como le he dicho, se trata de un circuito de control. No es primario.

Reed bajo con energia las manos y contemplo a Cobey. Sacudio la cabeza.

Cobey respiro hondo y exhalo amargamente el aire.

—?Que dice usted, comandante?

Hodge solto de nuevo la gorra.

—Creo que lo que quiere darnos a entender el doctor Hawks es que, si tenemos un torno mecanico haciendo tornos mecanicos, y usted emplea estos tornos mecanicos que ha hecho para construir mas tornos mecanicos, con solo que una pieza de uno de estos tornos falle, bastara para que en poco tiempo tenga en sus manos infinidad de tornos mecanicos que seran pura basura.

—Bueno, maldita sea, Hawks, ?por que no pudo expresarlo usted de ese modo? —exclamo Cobey.

El dia que el tiempo transcurrido alcanzo los nueve minutos y treinta segundos, Hawks le dijo a Barker:

—Estoy preocupado. Si su tiempo transcurrido se alarga mucho mas, el contacto entre L y T se hara demasiado fragil. El equipo de navegacion me comunica que sus informes son cada vez menos coherentes.

—Entonces, deje que sean ellos los que suban ahi. Veamos cuanto sentido pueden sacar de la formacion. —Barker se paso la lengua por los labios. Sus ojos parecian huecos.

—Esa no es la cuestion.

—Se cual es la cuestion. Pero hay otra. Ya puede dejar de preocuparse. Estoy a punto de salir por el otro lado.

—No me han dicho eso —repuso Hawks con energia.

—No lo saben. Sin embargo, tengo el presentimiento.

—Un presentimiento.

—Doctor, lo unico que muestra ese mapa es lo que yo cuento despues del trabajo del dia. No tiene principio ni fin, salvo que yo le de ese fin. —Miro a su alrededor, con una expresion amarga en su rostro—. Toda esta maquinaria, doctor, y al final todo se reduce a lo que haga solo un hombre. —Observo a Hawks—. Un hombre y lo que haya en su mente. O quiza dos. No lo se. ?Que hay en su mente, Hawks?

Hawks contemplo fijamente a Barker.

—Yo no hurgo en su mente, Barker. No lo haga usted en la mia. He de realizar una llamada telefonica.

Cruzo el laboratorio y disco un numero exterior. Espero una respuesta y, mientras aguardaba, miro con ojos desenfocados la vieja y familiar pared blanca. De repente, entro en un espasmo de accion y aplasto la palma de su mano libre contra la superficie. Entonces el zumbido del auricular ceso con un clic, y el dijo con ansiedad:

—?Hola? ?Elizabeth? Soy…, soy Ed. Escucha… Elizabeth… Oh, estoy bien. Ocupado. Escucha…, ?estas libre esta noche? Es que jamas te he llevado a cenar fuera, o a bailar, o a nada… ?Vendras? Yo… —Sonrio a la pared —. Gracias.

Colgo el telefono y se alejo. Miro hacia atras por encima del hombro y observo a Barker, que no habia dejado de mirarle; prosiguio su camino timidamente.

OCHO

—Elizabeth… —comenzo, y agito la mano en un gesto de irritacion—. No. Las palabras iban a salir precipitadamente. Ocurre asi tan a menudo.

Estaban sentados en un saliente rocoso que se adentraba hacia la espuma de las olas del mar. Hawks mantenia alzado el cuello de su chaqueta, sostenido con una mano. Elizabeth llevaba una abrigo, con las manos en los bolsillos, y un panuelo sobre la cabeza. La luna, que se ponia sobre el horizonte, proyectaba su luz sobre el encaje de nubes que flotaba sobre sus cabezas. Elizabeth alzo el rostro y le sonrio ampliamente.

—Es un lugar muy romantico este al que me has traido, Edward.

—Yo…, solo iba conduciendo. No tenia en mente ningun sitio en particular. —Miro a su alrededor—. No estoy lleno de astucia, Elizabeth… Estoy lleno de logica, y raciocinio, y Dios sabe que mas. —Sonrio, cohibido—. Aunque sospecho lo peor…, pero eso casi siempre surge mas tarde. Me digo a mi mismo: «?Que estoy haciendo aqui?», y entonces he de obtener una respuesta. No, tengo cosas… —Manoteo en el aire—. Cosas que quiero decir. Esta noche. No despues. —Dio un paso hacia delante, se volvio y se quedo mirandola, observando con pose rigida mas alla de su hombro hacia la playa vacia, hacia la elevacion de la carretera con su coche aparcado a un lado, y hacia el cielo oriental que habia mas alla—. No se que forma adquiriran. Pero he de pronunciarlas; si quieres escucharme.

—Por favor.

La miro y sacudio la cabeza; luego se llevo las manos a los bolsillos del pantalon y mantuvo el cuerpo rigido.

—?Sabes?… Durante la guerra, los alemanes se negaron a creer que el radar de microondas era practico. Sus submarinos estaban equipados con receptores de busqueda de radar, con el que podian detectar el uso del radar antisubmarino. Sin embargo, unicamente recibian ondas comparativamente largas. Cuando nosotros instalamos radares de microondas en nuestros aviones de patrulla y en nuestros convoyes de escolta, empezamos a recoger sus senales de noche, cuando emergian para cargar sus baterias. Sin embargo, antes que eso, al comienzo de la guerra, tuvimos que apoderamos de uno de sus receptores, de modo que pudieramos determinar

Вы читаете El laberinto de la Luna
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату