tumbo y dejo que la musica inundara su mente.
Por primera vez en cinco siglos, Drake se sentia en paz.
10
«Y aun asi el hombre mata aquello que ama»
En el silencio entre las estrellas no habia distracciones. Drake empezo a componer de nuevo, convencido de que esta seria su mejor obra hasta la fecha. Destilaria todas sus emociones, las acumuladas durante todos los dias transcurridos desde que aquella aciaga manana en que viera un coche rojo aparcado en el camino de entrada, donde no tendria que haber habido ningun vehiculo; todos los dias de pesimismo en que nada parecia posible; todos los dias hasta la confiada y dichosa manana del presente.
El vuelo de la nave era controlado totalmente por su diminuto pero sumamente capaz ordenador. En la bodega de popa, Ana yacia sana y salva en su criotanque. Drake tenia todo el tiempo preciso a su disposicion. A medida que pasaban los dias, dejo que la nueva composicion macerara en su interior constantemente. Cuando sentia la necesidad de tomarse un descanso, se dirigia al cuarto de Ana, se sentaba junto al criotanque y le confiaba sus suenos e ideas.
Le aseguro que unos cuantos meses de tiempo de a bordo serian suficientes. En la Tierra transcurririan veloces casi trescientos anos, antes de su regreso, y en esos siglos los medicos de la Tierra habrian encontrado sin duda un remedio seguro y eficaz. De lo contrario, se limitaria a partir de nuevo para repetir el ciclo entero.
Se imagino la pregunta de Ana en su cabeza, y tenia la respuesta. Irian a otro lugar, mas alla de las estrellas, en busca de una solucion. La nave era capaz de autoabastecerse por completo. Contaba con energia y viveres suficientes para numerosas vidas subjetivas de viaje.
Pero Drake esperaba que con un solo viaje fuera suficiente. Le dijo a Ana que era una de sus mas modestas ambiciones, a su vuelta, localizar el criocadaver de su amigo Par Leon y devolverle el favor. Le caeria bien Par Leon.
Se sentia extrano, sublimemente feliz mientras la nave se acercaba a Canopus. Su plan original consistia en una aproximacion gravitacional, una maniobra que llevaria a la nave a traves de una ajustada trayectoria hiperbolica cerca de Canopus para luego salir disparada de nuevo por donde habian venido.
Aunque quiza estuviera disfrutando demasiado como para rendirse a las prisas, o puede que sintiera una simple curiosidad por ver que mundos giraban alrededor de otro sol. En cualquier caso, decidio decelerar durante las dos ultimas semanas y colocar la nave en una orbita fija a aproximadamente cuatrocientos millones de kilometros de Canopus.
Encendio los sistemas de representacion optica de la nave para escudrinar el sistema estelar. Habia planetas, como esperaba, cuatro gigantes gaseosos cada uno del tamano de Jupiter. Localizo mas cerca alrededor de una decena de mundos mas pequenos. Pero habia pasado por alto u olvidado la energia infernal del mismo Canopus. Era un espectaculo sobrecogedor, mas de mil veces mas luminoso que el Sol, y escupia llamaradas verdes de gas de millones de kilometros de longitud. Los planetas interiores eran meros cilindros ennegrecidos, sin atmosfera y aridos, chamuscados por el calor abrasador de la estrella. Los gigantes gaseosos exteriores eran todo atmosfera, a excepcion hecha de un pequeno nucleo solido comprimido donde la presion era de millones de atmosferas terrestres. No habia forma de vida que el pudiera reconocer capaz de existir alli.
Pero se quedo y observo. En dos dias de fascinada contemplacion, su mirada volvia una y otra vez al fuego de fusion de Canopus. Se hizo preguntas. ?Habria llegado hasta alli algun otro ser humano, cuando las naves como la que el pilotaba eran una novedad? ?Habria llegado hasta alli alguna inteligencia, humana o no? ?O acaso eran los suyos los primeros ojos racionales que se demoraban en las negras y retorcidas estriaciones —no manchas solares, sino cicatrices solares— que surcaban la hirviente superficie de la estrella?
Si habia habido otros antes que el, y se parecian a el en algo, los compadecia. Canopus desencadenaba en su mente una resonancia de terror que escapaba a la razon y eludia toda explicacion.
Al final, Drake ya no pudo soportarlo por mas tiempo. Como un alma perdida, fugada de las puertas del averno, dio media vuelta y huyo. Necesitaba el silencio infinito del espacio, y mas alla de eso el acogedor refugio del sistema solar. Si alguna vez necesitaba realizar otro viaje con Ana, seria a una estrella mas pequena y menos turbulenta.
Mientras la nave empezaba a acelerar, activo el sistema de representacion optica para echar un ultimo vistazo a Canopus, a sabiendas de que estaba cometiendo un error. Las almas perdidas estaban alli. Incapaces de escapar como el, ardian en luctuoso tormento dentro del horno estelar. A su alrededor danzaban demonios humeantes, a lomos de lenguas de fuego que boqueaban y balbucian triunfales. Drake se estremecio, compuso una mueca de dolor y aparto la mirada.
Conforme la estrella se reducia a un deslumbrante punto de luz, intento retomar su rutina a bordo de la nave. Pero toda la armonia, tanto mental como musical, se habia esfumado. Lo que veia, una y otra vez, era aquella vision del pozo. Giraba incesantemente, en ajustada orbita alrededor de Canopus. Las flamigeras prominencias gaseosas, fulgurantes chorros de verde y blanco y azul bailaban en su cabeza como las brujas de un aquelarre. No podia comer, beber ni dormir. El anhelo de ver a Ana, de buscar solaz en su rostro, crecia en su interior.
Al final, Drake se dirigio a la popa y se sento al lado del criotanque. Era un remedio infalible contra todas sus preocupaciones.
Pero no hoy. Su mente era un remolino de ideas.
—?Que me pasa, Ana? ?Estare volviendome loco?
La acostumbrada respuesta imaginaria no se produjo. Miro fijamente el criotanque. Alli estaba, a escasos metros de distancia. Si pudiera verla, siquiera por un segundo…
El exterior del criotanque se encontraba a temperatura ambiente. Dentro, el criocadaver estaba aislado por otras dos capas protectoras. Ambas eran transparentes. Podria abrir el tanque, echar un vistazo y cerrarlo antes de que se produjera cualquier cambio de temperatura apreciable.
Lentamente, libero los sellos y levanto la ajustada cubierta exterior.
Yacia serena en el tanque, palida y en calma como una diosa de las nieves. Drake miro sus ojos nacarados, su piel de cristal lechoso, temeroso de abrir la tapa mas que una rendija. Un vapor helado, mas frio que el mas glacial de los infiernos, surgia de su interior. Ante los ojos de Drake, se formo y congelo rocio sobre la capa superior. El cuerpo de Ana se desdibujo y emborrono, como una imagen vista a traves de un cristal esmerilado.
Drake se apresuro a cerrar y sellar la tapa exterior. Ese momento habia sido suficiente. Era capaz de volver a controlarse y pensar en otras cosas.
Se dijo, por enesima vez, cuan afortunado era. Jamas sono con naves que viajaban a la velocidad de la luz y dilataciones temporales mientras trazaba sus planes, hacia tanto tiempo. A lo sumo habia previsto una caprichosa sucesion de congelaciones y deshielos, cada vez mas adelante en el tiempo, hasta que al final Ana pudiera ser revivida y curada con garantias. Habia imaginado y temido la incertidumbre provocada por los multiples despertares, sin estar seguro de donde se encontraba, sin saber donde estaba Ana, ignorante, incluso, de si yaceria aun dentro de su criomatriz.
En vez de esa empresa tan arriesgada, Ana estaba aqui con el. Podia salvaguardarla y protegerla de cualquier riesgo.
El resto del viaje a casa fue, si acaso, mas tranquilo que el de ida. Durante las ultimas fases exploro todos los canales de comunicacion de la nave, electromagneticos y de neutrinos, por igual, preguntandose que lo aguardaria de vuelta al sistema solar. Tan solo encontro silencio. Los siglos debian de haber vuelto a cambiar la tecnologia; habia permanecido fuera el tiempo suficiente para que se hubiera impuesto un sistema de