—Olvidese de mi y de mi dolor. En el mundo hay cosas peores que el dolor. En cuanto esten preparados, quiero aletargarme de nuevo.

Drake hizo una pausa. Habia dicho cuanto tenia que decir, pero se sentia incompleto. Debia anadir algo a su enorme deuda personal: con esta epoca, con su leal Servidor, con Ariel y con las personas que por fin le habian ofrecido una tenue y lejana esperanza de exito. Era improbable que pudiera gratificar alguna vez a Ariel y a Milton y a sus descendientes, pero debia ofrecerse de todos modos.

—Despertadme tambien en otra circunstancia. —Drake podia sentir como se disipaba su atencion. Ariel le habia tomado la palabra y lo estaba sumiendo en la latencia—. Despertadme si alguna vez tienen problemas. —Le costaba pensar, concluir lo que queria decir—. Problemas dificiles, con los que quiza yo pudiera ayudar. Sacadme de mi letargo y hare todo lo posible por vosotros.

»No tengan demasiadas esperanzas. Hace catorce millones de anos que no se me ocurre una idea buena pero, ?quien sabe? A lo mejor dentro de otros catorce millones tengo suerte y se me ocurre alguna.

El amor no sigue la fugaz corriente de la edad, que deshace los colores de los floridos labios y mejillas.

Interludio: La agonia

?Si!… Pero morir e ir no sabemos adonde; yacer en frias cavidades y quedar alli para pudrirse; este calor, esta sensibilidad, este movimiento, convertirse en un punado de blanda arcilla; esta inteligencia deliciosa, banarse en olas de fuego, o residir en alguna region escalofriante, de murallas de hielos espesos; estar aprisionado, en vientos invisibles y arremolinarse, con violencia sin tregua, en derredor de un mundo suspendido en el espacio.

En el mundo hay cosas peores que el dolor.

Facil de decir, dificil de creer. Hasta la ultima fibra del ultimo musculo estaba contraida al maximo. Tirantes los tendones, los huesos crujian y se doblaban.

Algo habia salido mal; mal, terriblemente mal. Esa idea inundaba la mente de Drake mientras la agonia se prolongaba sin fin. Si este era el precio de la descarga electronica a un nuevo cuerpo, preferia mil veces la primitiva descongelacion.

Una cosa, y solo una, salvaba su cordura: si lo resucitaban, seria porque existia alguna esperanza de resucitar a Ana. Por esa promesa merecia la pena soportar cualquier dolor.

El agarrotamiento de sus musculos ceso al fin. Lo reemplazaron una fatiga y una lasitud inmensas. Abrio los ojos.

Demasiado pronto. Solo veia oscuridad veteada de blanco parpadeante. Se recosto y aguardo.

Ahora podia sentir y escuchar. Una serie de picoteos atiplados sonaba muy cerca. La piel de su pecho y su vientre cosquilleaba y hormigueaba; la sensacion era molesta pero no dolorosa.

Estaba recuperando la vista. Yacia de espaldas con la cabeza vuelta hacia un lado. Frente a sus ojos vio una sabana lechosa, translucida, combada en una depresion poco profunda bajo su peso. La sentia fria y pegajosa contra su mejilla. Intento levantar la cabeza y lo consiguio aun en su debilitado estado. Ese exito le convencio de que no estaba en la Tierra ni en ninguna gravedad simulada cercana a la de la Tierra. Era ligero.

?Pluton otra vez? ?Alguno de los asteroides, o la luna de alguno de los planetas mas grandes? ?O un lugar completamente nuevo, en la Nube de Oort o mas alla? Puede que estuviera en la realidad derivada, donde todo era posible. La pregunta crucial, como siempre, era cuando. ?Cuanto tiempo habia permanecido descargado y latente antes de entrar en este cuerpo nuevo?

Algo habia aparecido en su campo de vision. Era una superficie negra, brillante y convexa, surcada de radios que convergian en una llave de boveda central como las varillas de un paraguas abierto. Era pequena, no mucho mayor que una mano abierta. Y se movia, avanzando poco a poco por su cuerpo.

Intento hablar, hacer una pregunta en universal. Lo unico que consiguio fue proferir un grunido gutural. Sentia la garganta llena de flemas. Lo intento de nuevo, levantando la cabeza y tosiendo una sola palabra:

—?Cuando?

No habia ningun humano visible para responder. Al pasear la mirada por su cuerpo desnudo, vio otros cuatro objetos como paraguas negros agazapados cerca de el. Descubrio la fuente del suave hormigueo que sentia en el pecho y el vientre. Decenas de diminutos objetos turquesa, acorazados y articulados como pequenos insectos, reptaban afanadamente por todo su cuerpo. Su movimiento y su ronco intento por hablar los empujaron a un frenesi de actividad. Corretearon por sus costados y se desvanecieron bajo los pequenos paraguas arqueados. Oyo una secuencia mas alta de siseos y chasquidos excitados procedentes de los mismos paraguas. Todos se elevaron y empezaron a caminar sobre los extremos de sus radios, alejandose por la membrana blanca y pegajosa en la que el estaba tendido. Los insectos turquesas se fueron con ellos, aferrados a su parte inferior, o alojados tal vez dentro de los paraguas reptantes.

Drake comprendio que la superficie donde descansaba media tan solo unos cuantos metros de largo. Estaba rodeada y cubierta por una cupula hemisferica. Los paraguas se acercaron al filo de la cupula, se apoyaron en ella y la traspasaron con facilidad.

Drake se quedo solo. Nunca se habia sentido mas solo.

Recurrio a todas sus fuerzas y consiguio sentarse. Los dolores no habian desaparecido, pero se habian vuelto mas localizados. Le ardian las manos y los pies, con el dolor de la circulacion que regresaba. Levanto la mano derecha y la estudio. Era su mano, reconocia los dibujos familiares que trazaban las lineas de su palma. Pero tenia la piel arrugada, como si hubiera pasado mucho tiempo sumergido en el agua. Las yemas de sus dedos se veian blanquiazules y muertas. Cuando se pellizco el indice con el pulgar y los demas dedos de la mano izquierda, no sintio nada. Solo tenia sensibilidad en las palmas y las munecas, y lo que sentia ahi era dolor.

No podia ponerse de pie, pero si gatear. A cuatro patas llego al borde de la pequena sala hemisferica. Descubrio que podia traspasar la pared con la mano. Seguramente podria cruzarla de cuerpo entero.

?E ir adonde?

La debilidad volvia a apoderarse de el y se tumbo boca abajo en el suelo pegajoso. Una conviccion espantosa inundaba su mente. Nada de lo que habia visto le resultaba familiar en modo alguno. Quiza lo mas extrano de su anterior resurreccion, catorce millones de anos despues de su nacimiento original, no fuera que hubieran cambiado tantas cosas. Era que hubiera muchas que seguian igual, que los humanos hubieran sobrevivido, que algo permaneciera igual. En el momento de su congelacion, los verdaderos humanos tenian menos de tres millones de anos de edad. ?Durante cuantos anos perviviria la especie, y en que forma? Y despues de los humanos, ?que? Quiza las maquinas fueran las herederas; maquinas tan distintas de las que el habia visto que ni siquiera sabria lo que eran. Maquinas, como las que habia visto arrastrandose por su cuerpo.

Le entraron ganas de quedarse donde estaba, cerrar los ojos y renunciar a todo. Pero las palabras de Melissa Bierly, pronunciadas hacia tanto tiempo, no se lo permitieron. «No pierdas la fe, Drake, y persevera… En alguna parte, algun dia, encontraras a Anastasia».

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