entraron en mitad de aquella neblina armados con martillos y cinceles. Aleman penso que poco iban a ver alli dentro, pero por lo que se deducia habia prisa por avanzar en la obra. Entonces salio un tipo tosiendo del interior de la horrible cueva y arrojo la mascara al suelo. Apoyo las manos en la cara superior de los muslos y, agachandose, siguio con un horrible ataque de tos como si se ahogara. Un crio, el hijo de un preso que trajinaba siempre por alli y que incluso dormia con el padre en el barracon, se le acerco con un poco de agua. El pobre hombre escupio sangre. Estaba sentenciado, pues todos sabian lo que aquello significaba. Un guardia civil, arrebujado bajo su inmenso capote y con el fusil de cerrojo al hombro, ladeo la cabeza susurrando a Aleman:
– Silicosis. Hay muchos asi.
En ese momento, salido de no se sabia donde, aparecio Baldomero Saez, y acercandose a toda prisa al pobre preso, le atizo con la fusta en las costillas. El hombre se derrumbo como un fardo.
– ?Arriba, gandul! -grito el falangista-. ?A trabajar!
A Aleman no le gustaba aquel tipo rechoncho y rubio como el trigo. Parecia mas un nazi que un recio castellano. Demasiado amigo de la buena mesa para ser un buen soldado. El crio, muy valiente, miro a la cara al falangista y grito:
– ?Dejele! ?Se ahoga! -A la vez que se interponia entre el agresor y el preso que luchaba a duras penas por respirar.
En aquel momento, Aleman reparo en que un hombre muy delgado y moreno de piel tiraba su pico y corria hacia alli muy alarmado. Sin duda era el padre del crio. Aquello se ponia feo. Baldomero Saez, sin dudarlo, cruzo la cara al nino con un solo golpe de su vara haciendole caer al piso de tierra. Roberto penso que un tipo que pegaba asi a un nino tan valiente no era sino un miserable. Sintio que la indignacion crecia en su interior. No supo muy bien por que -obviamente ni lo penso- pero actuo siguiendo un impulso primario. El que todos los hombres deben tener al ver una injusticia asi. En un momento, sin quererlo, se vio a si mismo bajando por el terraplen. El padre intentaba levantar al nino, cuya cara sangraba profusamente, y el falangista se fue a por el. Parecia borracho y buscaba gresca. Decididamente no habia tenido suficiente y su rostro, colorado por el esfuerzo, hervia de indignacion.
– ?Quien te ha dicho que abandones el trabajo, so mierda? -exclamo a voz en grito.
Aleman, sin dejar de correr, vio a don Benito Rabal aparecer por alli. Iba hacia el falangista, que descargo un nuevo golpe, esta vez sobre el padre del chaval. Entonces, alguien sujeto el brazo de Saez antes de que golpeara a su nueva victima. Fue Aleman.
– Basta -dijo susurrando por no llamar mucho la atencion.
– ?No te metas! -grito Saez.
El capataz ya se habia situado entre los dos hombres y los tres presos que yacian en el suelo.
– ?Llevadlo a la enfermeria! -grito Aleman sin soltar la muneca de aquel miserable que intentaba bajar el brazo sin poder doblegarle-. ?Y al crio! ?Rapido! Don Benito, que le acompane su padre.
– ?Que hostias estas haciendo? -dijo Saez, colorado por el esfuerzo. No salia de su asombro.
Roberto, sin inmutarse, le susurro al oido:
– Si sigues haciendo fuerza, te vas a cagar. Y no nos interesa que hagas el ridiculo, ?verdad?
El falangista saco un zarpazo para golpearle con la zurda y Aleman, mas rapido, le agarro el otro antebrazo. Vio de reojo que el guardia civil corria hacia ellos.
El falangista intento bajar los brazos, vencer a su oponente ante aquellos presos, pero Aleman, mas decidido, empujo con fuerza hacia arriba. Era mas grande, mas fuerte y tenia la razon. Fue empujandole poco a poco, hasta que Saez se trastabillo hacia atras sin llegar a caer. Su fusta quedo en la mano izquierda de Aleman que, en la derecha, conservaba la suya. Entonces, Roberto se acerco a el muy despacio, con parsimonia. Dejandole que pensara, que se diera cuenta de que estaba en desventaja. Vio el miedo reflejado en su cara. Era un cobarde que en su vida habia peleado con alguien en condiciones de igualdad. El rostro del falangista quedo demudado cuando Aleman, cuidando que nadie mas le escuchara, le volvio a susurrar al oido:
– Vete de aqui o te arranco el corazon, hijo de puta.
El guardia civil llego a su altura cuando Saez ya se habia girado para salir de alli a paso vivo.
– ?Informare de esto a la superioridad! -grito muy indignado el falangista. Entonces, los presos, que habian parado en el tajo, comenzaron a aplaudir.
Aleman, por un momento, se arrepintio de lo que habia hecho. ?Le aplaudian a el! ?Los rojos! Fue en aquel momento cuando vio a Tornell, parado, con su zurron colgado del hombro. Estaba mirandole desde lo alto con la boca abierta. Parecia sonreirle. Tiro la fusta del falangista y salio de alli maldiciendo.
– ?Al trabajo! -escucho gritar al civil, que pego un tiro al aire para imponerse. Enseguida, el ruido de los picos impactando en la piedra se reanudo.
Roberto sintio miedo. ?Que le estaba pasando?
Por la tarde, Aleman intento a toda costa no pensar en el incidente con el falangista. Dio un largo paseo para relajarse. Ademas, alli arriba, en aquellos parajes que invitaban a la reflexion, llego a la conclusion de que no le daba miedo aquel idiota de Baldomero Saez. ?Que iba a temer? El era un heroe de guerra. Reparo en que los presos, lejos de bajar la mirada cuando pasaba junto a ellos, le sonreian al pasar. Era obvio que se habia corrido la voz. Le sonreian… ?A el! Y lo peor, le gustaba. Se sentia bien. ?Se habia vuelto loco del todo? El, que habia participado en tantos combates, que habia matado a tantos y tantos hombres. Muchos de ellos companeros de aquellos mismos prisioneros. El, que habia tomado solo un bunker junto a Gandesa; el, Roberto Aleman, que tenia una medalla por reventar un tanque subiendose al mismo en marcha; el, que habia escapado de la checa de Fomento, que se habia pasado por la Ciudad Universitaria despachando a un centinela con una navaja anosa y oxidada que apenas cortaba… Aleman, el matarrojos, se habia jugado una sancion enfrentandose a un tipo de falange por un preso republicano. ?Quien entendia aquello? El hombre, que tenia silicosis, volvio al trabajo al dia siguiente y el padre del chiquillo, Casiano, tambien. Necesitaba el dinero para dar de comer al crio, Raul, al que, por cierto, le iba a quedar una enorme cicatriz en la cara. Casiano tuvo el detalle de acudir a verle antes del toque de silencio aquella misma noche. Se quito la boina al entrar en la cantina donde Roberto apuraba una copa de conac que necesitaba mas que nunca. Con la cabeza baja, sin mirarle a los ojos y con la boina en la mano, dijo como con miedo:
– Muchas gracias, senor. Por lo de mi hijo, es un crio…
– Sientese -ordeno Aleman-. ?Pascual! Dos copas mas por aqui…
– Pero… -musito el.
– Es una orden -dijo el capitan sin dejar lugar a la duda.
Les sirvieron las copas y Aleman alzo la suya.
– Por el crio, que tiene un par de cojones.
Casiano asintio con una timida sonrisa de orgullo.
– Quiero darle las gracias. Por lo que ha hecho -dijo-. Quiero que sepa… que todos los companeros le estan muy agradecidos…
– Prueba el conac -insistio Aleman.
El preso se atizo un buen trago y apuro la copa. Resoplo Y dijo:
– A su salud, don Roberto.
Entonces se dio cuenta de lo que habia dicho, «salud», y se puso blanco de miedo.
– Yo… Don Roberto… No queria…
– Tranquilo -contesto Aleman sonriendo-. Es una forma de hablar, una forma de brindar, no temas. No hay nada de eso ya. Vete a descansar.
Casiano se levanto y comenzo a alejarse haciendo reverencias.
– Una cosa -apunto Aleman.
– ?Si? -dijo el.
– Si ese hijo de puta se vuelve a acercar al crio mandame aviso de inmediato.
– Muchas gracias, senor, muchas gracias -dijo el preso antes de salir a la fria noche abrochandose su raida chaqueta de pana.
Roberto sintio un calorcillo en el estomago y quiza en el lugar en que un dia tuvo corazon. Y no era por el conac.
Al dia siguiente ocurrio algo extraordinario. Uno de esos sucesos que nadie espera y que cambia el devenir de las cosas de manera determinante sin que nadie pueda prevenirlo, como si Dios jugara con las vidas de los