implicados. Debian de ser asi como las nueve o nueve y media cuando Aleman acudio a la oficina porque el director le habia mandado llamar. Roberto supuso, no sin cierta preocupacion, que por el incidente de Baldomero Saez. Al entrar, saludo al administrativo, Cebrian, un tipo raro que parecia excesivamente obsesionado con la religion.
El director estaba ocupado charlando con unos proveedores y Aleman aprovecho para departir un rato con el mecanografo mientras esperaba. Por si averiguaba algo. Entonces llego Tornell con el correo. Tenia realmente buen aspecto. El preso miro al capitan de forma aviesa, como casi siempre, pese a que este le habia regalado el tabaco, y habian charlado como si fueran camaradas aquella tarde junto al barracon. En el momento en que el cartero entregaba las cartas a Cebrian entro otro preso, jadeante. Parecia muy alarmado y hablaba a voz en grito:
– ?Rapido, rapido!
Los tres le miraron como si estuviera loco.
– Si -insistio haciendo aspavientos con las manos-. Esta arriba, mas alla del risco. Me mandan «los civiles», que lleven una camilla para bajar el cuerpo.
– ?El cuerpo? -pregunto Aleman.
– Si,
– Pero… ?quien? -dijo Tornell.
– Un preso.
– ?Quien? -insistio el cartero.
– No se,
Aleman, acostumbrado a tomar decisiones, evaluo la situacion y ordeno al instante:
– Cebrian, avisa al director. Vosotros dos, id donde el medico y que os deje las parihuelas. Os espero arriba.
– Y dicho esto salio a paso rapido de alli y recluto a dos presos que parecieron contentos de dejar el pico por un rato. Hacia un dia magnifico, con un sol radiante, pero frio, muy frio.
Cuando llego al lugar del suceso, Aleman se encontro con un guardia civil en las alturas que esperaba junto a un cuerpo, bajo unas rocas. Al fondo, el otro miembro de la pareja vigilaba desde lo mas alto.
– Sus ordenes -dijo el civil saludando como un militar.
Los dos presos que acompanaban a Aleman quedaron en segundo plano tras dar un paso atras.
– ?Que tenemos aqui? -repuso Roberto.
– Creo que debia de intentar escapar, corria ladera abajo y cayo desde esas rocas. Se descalabro -contesto el guardia civil sin dejar de fumar.
Aleman se acerco y, en efecto, comprobo que el preso presentaba un fuerte golpe en la nuca por el que debia de haber sangrado bastante.
– Quiza caminaba hacia atras y cayo -dijo el «civil».
El cuerpo tenia el rostro y el pelo lleno de sangre seca, Aleman no lo habia visto antes. Entonces llego Tornell con el otro preso. Traian las parihuelas para trasladar el cuerpo.
– ?Carlitos! -exclamo acercandose al cuerpo y cayendo de rodillas junto al muerto.
Parecia muy afectado.
– ?Lo conocias, Tornell? -pregunto Aleman sin poder reprimir su curiosidad.
El nuevo cartero asintio agachandose junto al cuerpo. Le tomo el pulso y maldijo por lo bajo.
– Te he hecho una pregunta.
– ?Y yo le he dicho que si! -exclamo el preso. Entonces, reparando en lo que habia hecho, levantar ligeramente la voz a uno de los amos, se paso la mano por la cabeza, casi rapada, y anadio-: Perdone, senor. Es un golpe para mi… ?era apenas un crio!
– Nada, nada, lo conocias mucho, claro. -Aleman quito importancia al asunto-. No tengas cuidado.
– Si, bueno… algo. Se llamaba Carlos Abenza -dijo Tornell muy cabizbajo, tanto que parecia un hombre hundido-. Era de la FUE, tenia muy poca condena. ?Que ha pasado? -se dirigia al guardia civil, que le contesto de inmediato:
– Iba a huir, por lo que se ve, y se despeno.
– ?Se despeno?
– Si, desde ahi arriba.
Tornell miro las rocas a cuyo pie se situaba el preso en posicion antinatural.
– No es mucha caida, a lo sumo un par de metros.
– Estaria a oscuras.
– Si, claro -dijo el cartero poniendo cara de pensarselo.
Entonces agacho la cabeza de nuevo y cerro los ojos del finado. Ladeaba la cabeza como negando la realidad. Aleman penso que iba a echarse a llorar, pues parecia muy impresionado. De repente, movido como por un resorte, se levanto y comenzo a caminar alrededor. Miraba hacia el suelo. Parecia como si buscara algo. Como un sabueso que sigue un rastro. Se acerco de nuevo al cuerpo y le miro las piernas, los brazos. Le alzo la camisa, reviso concienzudamente el tronco y tras girarlo, la espalda. La pierna derecha estaba doblada de una forma horrible, habia en ella una fractura por la que asomaba un hueso.
– Bueno, vamos -dijo Aleman-. Cargad el cuerpo.
– Tenemos que esperar a que suba el director, es quien manda aqui -dijo el guardia civil.
– ?Y que mas da? -respondio Roberto.
Aquello comenzaba a molestarle.
– Perdone, mi capitan, pero es la maxima autoridad en el campo y yo, hasta que el no vea el cuerpo, no lo muevo.
El capitan arqueo las cejas como dejandolo por imposible. Decidio bajar a tomar un cafe hasta la cantina, pero entonces reparo en que el extrano comportamiento de Tornell iba a mas. Volvia a inspeccionar el golpe en la nuca, la herida. Minuciosamente pero de forma algo obsesiva.
– ?Y como se golpeo en la nuca? -repregunto el antiguo policia.
– Igual se giro para ver si le seguian y perdio pie cayendo de espaldas -insistio el guardia civil, que lo tenia claro desde el principio.
– Si, claro. Es lo logico.
Entonces, Tornell, cambio de tema de forma abrupta.
– ?Ha helado esta noche?
– No -contesto el guardia encendiendo otro pito a la vez que ofrecia tabaco a todos los presentes, incluidos los presos.
– Yo juraria que si -insistio Tornell-. He pasado un frio… Tienen ustedes termometro en el destacamento, ?no?
– No, hombre, no, al subir a primera hora he visto que los charcos no se habian congelado.
– Seria usted un buen inspector de policia -dijo al guardia y se levanto de nuevo para husmear.
Subio de un salto hacia las rocas desde donde habia caido aquel desgraciado y se movio por el monte. Iba oteando aqui y alla. De pronto, algo llamo su atencion y se puso en cuclillas por un momento. Emitio un grunido que a Aleman le sono a satisfaccion.
– No te me despistes por ahi arriba, Tornell. No quisiera sacar el fusco y darte un tientazo -dijo uno de los guardias.
– Tranquilo, jefe. Una muerte es suficiente por un dia. Yo saldre de aqui por la puerta grande el dia que me toque -contesto el cartero que comenzaba a intrigar a Aleman con su forma de proceder.
En ese momento llego el director acompanado del medico. Mientras echaba un vistazo e indicaba a Tornell y a los otros que subieran al pobre desgraciado a las parihuelas, Aleman subio hasta donde habia estado husmeando aquel sabueso. Se agacho y vio unas colillas en aquel lugar. ?Era eso lo que tanto le habia interesado?
Capitulo 15. Un asesinato
Despues de comer, Aleman durmio la siesta con cierto desasosiego. No se quitaba de la cabeza lo del pobre