– ?Quiere un poco de conac? -dijo de sopeton.

– Si, claro.

Se levanto y tras encaminarse hasta un armario repleto de medicinas volvio con un par de copas y una botella. Hizo los honores.

– Y eso…

– ?Si? -repuso Aleman.

– … ?eso que importa? Un preso que se fuga y muere. ?Tiene usted idea de cuanta gente ha muerto ya?

– Un millon, lo se.

– Si, pero me refiero a despues de la guerra, aqui mismo. En los campos de clasificacion, ya sabe usted, al acabar la guerra se ajustaron cuentas. Hace anos que perdi la cuenta de la gente que he visto morir. Han sido ustedes muy eficaces al respecto -dijo el medico con un tono mas ironico del que podia permitirse en su situacion.

– ?Aqui ha muerto gente?

– Si, es raro el dia en que no hay un accidente. No, no me refiero a fusilamientos ni sacas. Eso, afortunadamente, queda lejos. Cuando llegaron aqui los primeros presos ya habia pasado lo peor. Ya sabe, despues de la guerra se paso factura a mucha gente. No, no. Es otra cosa. Se trabaja muy deprisa y las prisas no son buenas cuando se lucha con una montana como esa.

– ?Cuantos? Muertos, digo.

– ?Aqui? ?En accidente? Calculo que unos catorce. Pero no crea, hay fracturas abiertas, gente con miembros aplastados… aqui he hecho de todo. He atendido hasta partos en las chabolas donde malviven los familiares de los presos. Recuerdo a una cria de apenas dieciseis anos, a la que atendi como pude con el frio, la oscuridad y sin antibioticos, no me explico como pudieron sobrevivir ella y la criatura.

– Don Angel.

– Digame.

– Divaga usted, se me va por las ramas. Yo le he hablado de algo concreto, ?mataron a ese crio? Carlitos Abenza.

– ?Y eso a quien le importa?

– A mi. -Se escucho decir a si mismo.

Quiza estaba ya inmerso definitivamente en la locura. Pero le parecia natural actuar asi.

– ?Por que?

– No se -dijo Roberto negando con la cabeza.

– No -insistio-. Diga, diga, ?por que habia de importarle?

– No lo se. No sabria decirle. Si le soy sincero, no tengo muy claro por que estoy aqui -repuso el capitan mirandose las manos.

– Vera… capitan…

– Llameme Aleman, o Roberto si prefiere.

– Don Roberto… usted sabe que aqui todos hemos pasado mucho.

– Es la guerra, nosotros tambien.

– Si, pero ustedes ganaron. La mayoria de los hombres que trabajan aqui han vivido en los peores campos. Ahora, aqui, no es que esten en el paraiso, pero… ven el final del tunel. Muchos se estan dejando la vida en horas extraordinarias para salir cuanto antes y lo van a conseguir. Yo mismo fui depurado. Ahora viven aqui conmigo mi mujer y mi hijo de nueve anos. Es posible que dentro de poco me dejen concursar por una plaza y tengo una de las antiguedades mas elevadas de Espana. Es muy probable que consiga una plaza en el mismo Madrid. ?Se hace usted una idea de lo que podria perder por meterme en asuntos de esta indole? Me he matado literalmente a trabajar aqui, por los presos, soy un hombre de ciencia, practico, intento ayudar a los vivos y mirar hacia delante.

Aqui se hace medicina veinticuatro horas al dia. Estoy harto de ir de uno a otro destacamento a las tres de la manana para atender a los enfermos, con la nieve, el frio, los guardias…

– ?Que quiere decirme don Angel, que vio usted?

El medico quedo en silencio, como luchando consigo mismo. Se resistia a decir lo que pensaba y era normal. Entonces parecio rendirse.

– Las heridas de las piernas, la fractura abierta, las laceraciones que sufrio en la caida: eran post mortem.

– ?Lo sabia! -exclamo Aleman.

– ?Y usted? ?Que ha averiguado?

El le conto lo de la sangre en la cara, el golpe en la nuca, el charco de sangre…

– Vaya, se nota que estudio usted dos cursos de Medicina.

– No, no. No se equivoque. No recuerdo nada de aquello. Lo mio en estos ultimos anos fue lo mas lejano que se puede imaginar al ejercicio de la medicina, aprendi como matar gente, piezas de artilleria, cotas, tanques, eso es lo mio.

– ?…entonces?

– Un preso, Tornell. Me abrio los ojos. Fue policia.

– Si, y he oido que de los buenos. Pero, digame, don Roberto, supongamos que lo mataron… ?y que? A buen seguro fue un guardia civil o un guardian borracho. No es la primera vez que alguien se propasa con un preso por desahogarse. Igual lo sorprendieron intentando huir y le dieron una buena. No se puede hacer nada. Un preso. ?Que conseguiria usted?

Aleman quedo pensativo, mirandose las botas llenas de barro. Levanto la mirada y comprobo que Lausin le observaba con una mezcla de ternura y algo que quiza se parecia a la admiracion. Aquello le hizo sentirse bien, como cuando habia defendido a aquellos presos del falangista.

– No lo se, don Angel, no lo se. Pero voy a hablar con los dos guardias civiles que lo hallaron, necesito saber si estaba boca arriba o boca abajo.

– Sea prudente.

De pronto, escucharon voces y dos presos aparecieron en la puerta llevando en volandas a un tercero que se habia reventado un dedo con el martillo.

– Ponganlo aqui -dijo el medico senalando una camilla para dirigirse de inmediato a lavarse las manos.

Aleman supo al instante que sobraba.

– Don Angel, no tema, que esta conversacion queda entre nosotros -dijo antes de salir.

Le parecio que aquel tipo le miraba con buenos ojos por sus desvelos en aclarar la muerte de un preso y aquello le hizo sentirse bien.

Capitulo 16. Humphrey Bogart

El domingo, en ausencia de Tote, se le hacia a Tornell largo y tedioso como una condena. Su nuevo companero de correrias, el capitan Aleman, se habia ido a Madrid a ver a una joven, la hija de su general, y a comentar con este las ultimas novedades que se habian producido en el campo, por lo que Tornell dispuso de unas horas para reflexionar, alejado del resto de sus companeros, algo taciturno quiza. Era por la muerte de Abenza, el pobre Carlitos. Decian que el crio habia intentado fugarse despenandose por aquellos parajes aislados y abruptos, pero Tornell no lo creia asi. Supo desde el primer momento que lo habian matado de un certero golpe en la nuca y que el cadaver habia sido cambiado de lugar. Y Aleman lo habia notado. Habia sido un imprudente. Un idiota. Los viejos habitos. No habia podido evitarlo y se habia movido por la escena del crimen como si fuera un policia. Reparo en que nunca se puede dejar atras lo que realmente se es. Aleman no era tonto y ahora sabia lo mismo que el. Tras pensarlo detenidamente llego a la conclusion de que habia actuado asi corno una forma de superar el golpe. Si su mente se ocupaba en ver aquello como un caso policial no sufriria el duro mazazo que le propinaba la realidad: Carlitos habia muerto y era un crio. Era de buena familia, con influencias, un chaval que estudiaba en Madrid y estaba jugando a la politica. Tenia toda una vida por delante. Quiza el era tan solo un tipo desencantado que habia perdido una guerra. Cuando uno esta prisionero pierde la ilusion, las ganas de luchar y se convierte en un ser sumiso, un cordero que anhela volver con los suyos y vivir una vida normal, lejos de la politica.

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