Capitulo 29. Trampas
Corria el dia 20, mas o menos, con la Navidad llamando a la puerta, cuando comenzaron a aclararse las cosas. En primer lugar, Aleman, en uno de sus arrebatos fue a ver a Tornell y lo saco del trabajo. No le dio opcion y le obligo a que le acompanara a tomar un cafe. Reparo en que el preso no parecia contento. Estaba demasiado taciturno. La sensacion de que le ocultaba algo crecia y crecia en su interior, aunque el tampoco estaba libre de pecado, habia violado su intimidad y, gracias a ello, comenzaba a intuir lo que estaba pasando. Su diario no era explicito pero mostraba que ocultaba algo. Habia ciertos comentarios que Aleman veia inquietantes.
– No puedes seguir asi -le dijo.
– Seguir… ?como?
– Asi, evitandome. ?Que piensas hacer?
– ?Hacer?
– Si, joder, con lo del puesto de cartero, con la investigacion… ya sabes.
– No quiero que maten a mas gente por mi culpa.
– Bien.
– ?No vas a decir que no es por mi culpa?
– Pues no, es algo demasiado obvio. Tuvimos opiniones distintas, si; hicimos lo que tu querias, si; te equivocaste, si. ?Y por eso vamos a dejar que un asesino se vaya de rositas?
Tornell le miro como sorprendido. El viento volvia a aullar pese a que la manana era soleada.
– No. Bueno… no se. No tenemos nada a lo que agarrarnos. El asunto de la morfina esta en via muerta. Todos los que podian decir algo sobre el asunto han sido asesinados o, si lo prefieres, han muerto accidentalmente que es peor. Debemos dejarlo. Sinceramente, no veo el camino.
– Ni yo.
Silencio.
– Quiero cazar a ese hijo de puta -dijo Aleman muy serio-. Yo no me rindo.
– ?Y que mas da? ?Que te importa? Tu solo eres un…
– Si, dilo, un fascista.
– No, no. -Tornell se echaba atras, estaba claro que se arrepentia de haber estado a punto de decir algo asi-. Tu nunca has sido eso. Eras un soldado, una persona traumatizada, solo eso. Eres una buena persona, Aleman. Has cambiado.
– Estoy aqui, permanezco aqui, por este asunto. Si tu no me ayudas no sabre seguir adelante. Necesito saber si vas a hacerlo, si continuas, porque de no ser asi lio el petate y me largo. Pacita me espera.
– Si, claro… -dijo Tornell pensativo.
Roberto miro hacia el fondo, hacia los montes. Estaba cansado de aquello. Queria salir de alli y empezar una nueva vida, se lo merecia.
– No es que no quiera ayudarte, Roberto. Sabes que quiero cazarlo tanto o mas que tu, es solo que no se por donde seguir. Hace muchos anos que no trabajo como policia. Lo del Julian me ha afectado, pero debo reconocer que esperaba identificar la escritura de alguno de nuestros carceleros. Estaba convencido de que el asesino era uno de los tuyos y al ver que no obteniamos resultados… eso me ha desmoralizado, tenia que ser uno de vosotros… No me cuadra, no. Al menos sabemos que no volvera a matar.
– ?Como lo sabes?
– Tu piensas como yo. Lo se. Es un tipo listo y ha cortado todos los nexos que podian unirle a nosotros. Permanecera quieto, oculto, en la seguridad del anonimato.
Aleman asintio.
– Porque el muy cabron -continuo diciendo Juan Antonio- es listo, muy listo…
De pronto, como movido por un resorte, el policia se levanto de un salto.
– ?Donde estan las cosas de Higinio?
– ?Como?
– Si, joder, su caja, donde estaban las ampollas. ?No tenia alguna carta?
Parecia haber visto algo muy claro, tenia los ojos muy abiertos, como el que descubre una gran verdad.
– En mi casa -repuso el militar.
– Vamos -dijo-. Rapido.
Llegaron a casa de Aleman donde Tornell se dirigio directamente a por la caja de los efectos personales de Higinio, el comunista.
Escarbo en ella y saco un papel. Era una carta que Higinio habia dejado a medias, para su madre.
– ?Tienes la nota? ?La que inculpaba a Perales?
– Si, claro -contesto Roberto sacandola de una carpeta que habia sobre la mesa.
Tornell tomo los dos papeles y los miro a la vez.
– ?Hijo de puta! -exclamo.
– ?Como?
– Es un pedazo de hijo de puta. Es listo, muy listo. Mira. -Y le entrego ambas esquelas.
Tras examinarlas Roberto afirmo:
– La misma letra.
– Si. ?Y que te dice eso?
– ?Que Higinio era el asesino?
Tornell estallo en una violenta carcajada.
– No, no -dijo entre risas-. Despues de morir Higinio ha habido mas muertes, ?recuerdas? No. No es eso. El asesino obligo a Higinio a escribir la nota. Asi no podriamos identificar su letra.
– ?Y como consintio el otro en hacerlo? Una esquela en que acusaba al jefe de la CNT de su propia muerte…
– El asesino lo amedrento. Es un hombre terrible, un tipo inteligente con una gran determinacion y muy, muy cruel.
– Claro, que listo.
Tornell volvia a ser el mismo. Se habia apuntado un tanto identificando la caligrafia de la nota que acusaba a Perales. Parecio que su animo cambiaba. Aquello no les permitia avanzar nada, solo saber que el asesino era aun mas inteligente de lo que pensaban, pero su moral parecio recuperarse. El asesino habia utilizado a Higinio para escribir aquella nota; era maquiavelico, el hombre al que buscaban parecia inteligente, un rival de altura. Probablemente alguien con mucha autoridad en el campo, suficiente como para hacer que un hombre escribiera una nota acusando a un inocente de su propia muerte. Aleman miro a su amigo sonriendo.
– ?Que me dices? ?Seguimos?
– ?Como? -dijo saliendo de sus pensamientos.
– Si, Juan Antonio, el caso, que si seguimos con el caso.
– Nunca lo hemos dejado. Y ahora, me voy al tajo. Dejame tiempo para pensar.
Roberto quedo pensativo por un rato. Habia algunas anotaciones en el diario de Tornell que parecian, cuando menos, raras. Alusiones a «vengarse», «un objetivo» y a que no habria una nueva vida con Tote. Por no hablar del asunto aquel de su mentira cuando habia acudido donde los explosivos. ?Que hacia alli?
Decidio avisar a su fiel Venancio, para que lo siguiera como si fuera su sombra y curarse en salud.
Aquella misma noche, Aleman se dispuso a llevar a cabo su plan. Salio del campamento embutido en una costosa cazadora de aviador, un capricho de otros tiempos que supo le iba a ser util. El viento le acuchillaba la cara. Habia conseguido que su general le enviara una motocicleta que habia apostado bajo el bosquecillo, desde donde debia ver pasar a Baldomero Saez.
Tuvo suerte, porque a la una y media el falangista paso por alli con su caracteristico trote cochinero. Llego el coche. El mismo ritual del otro dia. Subio. En cuanto el vehiculo arranco y se alejo un poco, Aleman puso en marcha la moto y les siguio con la luz apagada. Asi llegaron al Escorial. No se percataron de que les seguia. Pararon en una calle que, segun creia, llamaban de la Iglesia. Habia un bar que permanecia abierto. Vio muchos coches aparcados en la puerta. Demasiados. Mas de cinco, quiza seis o siete. Habia gente junto a los vehiculos, como de guardia. Todos con camisa azul. Paso de largo disimuladamente y volvio a Cuelgamuros. Alli se cocia algo gordo. No habia duda. Entro en el campo y se fue directo a la vivienda del falangista. Dio una vuelta alrededor. No sabia que hacer. Vio un pajaro muerto a unos pasos. Un momento. Una idea. Cogio una piedra, la