un cambio de atmosfera; los funcionarios lamentaron que en lo sucesivo estarian demasiado ocupados con las tareas de gobierno para conceder mas tiempo a sir Arthur Conan Doyle.

El Colegio de Abogados voto a favor de readmitir como miembro a George Edalji.

El Daily Telegraph abono la suma recaudada en su colecta, que ascendia a unas trescientas libras.

Despues, como no hubo sucesos nuevos, disputas, demandas por difamacion, acciones del gobierno, preguntas parlamentarias, investigacion publica, disculpas ni indemnizacion, la prensa tuvo poco de que informar.

Jean le dice a Arthur:

– Hay algo mas que puedes hacer por tu amigo.

– ?Que, querida?

– Invitarle a nuestra boda.

A el le confunde un poco esta sugerencia.

– Pero ?no habiamos decidido invitar solo a la familia y a los amigos intimos?

– A la ceremonia de la boda, Arthur. Despues habra la recepcion.

El ingles no oficial mira a su prometida no oficial.

– ?Te han dicho alguna vez que, aparte de ser la mujer mas adorable del mundo, eres especialmente juiciosa y mucho mas capaz de ver lo que es justo y necesario que el pobre bruto a quien vas a tomar por marido?

– Estare a tu lado, Arthur, siempre a tu lado. Y por lo tanto mirando en la misma direccion. Sea la que sea.

George y Arthur

A medida que transcurria el verano, la conversacion se centro en el criquet o la crisis india; Scotland Yard dejo de exigir una confirmacion mensual, por correo certificado, de las senas de George y el Ministerio del Interior guardaba silencio; ni siquiera el infatigable senor Yelverton ideo estratagemas nuevas y George fue informado de que tenia un despacho esperando en el numero 2de Mecklenburgh Street hasta que pudiese encontrar uno propio; los mensajes de sir Arthur se reducian a breves notas de aliento o de rabia; el padre de George reanudo con renovado ahinco sus tareas parroquiales y la madre considero seguro dejar a su hijo mayor y a su hija unica al cuidado de terceros; el honorable capitan Anson no anuncio una nueva investigacion sobre las mutilaciones cometidas en Great Wyrley a pesar de que ahora no existia un culpable oficial; George aprendia a leer un periodico sin tener un ojo continuamente pendiente de la mencion de su nombre y otro animal fue mutilado en el distrito de Wyrley; el interes, no obstante, iba decayendo y hasta el redactor de cartas anonimas se canso de sus improperios, y George comprendio que el veredicto definitivo y oficial sobre su caso ya habia sido dictado y era improbable que lo cambiasen nunca.

Inocente, pero culpable: eso habia dicho el comite Gladstone y tambien el gobierno britanico a traves de su ministro del Interior. Inocente, pero culpable. Inocente, pero obcecado y malevolo. Inocente, pero se habia permitido una picardia. Inocente, pero empenado en interferir adrede en las investigaciones pertinentes de la policia. Inocente, pero se habia hecho acreedor a sus infortunios. Inocente, pero no merecia indemnizacion. Inocente, pero no merecia que le pidieran disculpas. Inocente, pero tenia plenamente merecidos los tres anos de prision.

No era, sin embargo, el unico veredicto. Gran parte de la prensa se habia puesto de su parte: el Daily Telegraph habia tildado de «debil, ilogica y no concluyente» la posicion del comite y el ministro. La actitud del publico, en la medida en que George podia calibrarla, era que «nunca habian jugado limpio». Un gran numero de sus colegas juristas le habia apoyado. Y, por ultimo, uno de los mas grandes escritores de su tiempo, en alta voz y sin tregua, habia proclamado su inocencia. ?Algun dia estos veredictos pesarian mas que el oficial?

George tambien queria tener una vision mas amplia de su caso y de las ensenanzas que ofrecia. Si no cabia esperar que la policia fuera mas eficiente o los testigos mas honestos, al menos habria que mejorar los tribunales donde se ponian a prueba los testimonios. Un caso como el suyo nunca deberia haberlo dirigido un presidente sin formacion juridica; habria que mejorar las calificaciones de la judicatura. Y aunque se pudiese mejorar el funcionamiento de los Quarter Sessions y los tribunales superiores de los condados, siempre tendria que existir el recurso a mentes juridicas mas sutiles y sabias: en otras palabras, a un tribunal de apelacion. Era un absurdo que el unico medio de anular una sentencia injusta como la suya fuese cursar una peticion al ministro del Interior, centenares de las cuales -miles, mas bien- le llegaban todos los anos, casi todas enviadas por inquilinos palmariamente culpables de las carceles de Su Majestad, que no tenian nada mejor con que ocupar su tiempo que confeccionar memoriales para el ministerio. Era evidente que habria que descartar las apelaciones futiles y frivolas a cualquier tribunal nuevo; pero un tribunal superior tenia que reconsiderar los casos en que hubiera habido una grave controversia de hecho o de Derecho, o en que el tribunal inferior hubiera observado una conducta perjudicial o incompetente.

El padre de George le habia insinuado en diversas ocasiones que sus sufrimientos tenian una finalidad mas elevada. George nunca habia querido ser un martir y aun no veia una explicacion cristiana a sus tribulaciones. Pero el caso Beck y el caso Edalji juntos habian causado un gran revuelo entre los juristas, y era muy posible que George se convirtiera, a pesar de todo, en una especie de martir, aunque de un tipo mas simple y practico: un martir de la ley cuyos sufrimientos habian propiciado progresos en la administracion de la justicia. Nada, para George, podria compensarle de los anos perdidos en Lewes y Portland y del ano de inactividad que siguio a su liberacion; y, sin embargo, ?no le serviria quiza de consuelo que aquella terrible fisura deparase algun bien definitivo para su profesion?

Con cautela, como consciente del pecado de orgullo, George empezo a imaginar un libro de texto juridico escrito cien anos mas tarde. «El Tribunal de Casacion se establecio originalmente a raiz de numerosas injusticias que suscitaron descontento publico. No fue la menor el caso Edalji, cuyos detalles no nos interesa exponer aqui, pero cuya victima -debe senalarse de pasada- fue el autor de Legislacion ferroviaria para 'el viajero de tren', uno de los primeros libros que clarifican este tema a menudo confuso, y al que aun se hace referencia…» George concluyo que habia peores destinos que el de ser una nota a pie de pagina en una historia del Derecho.

Una manana recibio una tarjeta alta y oblonga. Estaba impresa en letra inglesa:

El senor y la senora Leckie

Tienen el placer de

invitar al

Senor George Edalji

A los salones Whitehall del

Hotel Metropole

A las 14:45 de la tarde

Con motivo de la boda de su hija

Jean

con Sir Arthur Conan Doyle

Glebe House,

Blackheart

Se ruega confirmacion

La invitacion conmovio lo indecible a George. Coloco la tarjeta en la

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