– Dos, un chico y una chica. De un ano y de cuatro.
– No hay posibilidad, debe entenderlo…
– Entiendo.
– No estoy hablando de la capacidad de su esposa de concebir…
– Senor Powell, no soy un idiota. Y tampoco soy un animal.
– Tiene usted que entender que estas cosas hay que dejarlas claras como el cristal. La segunda cuestion es quiza menos obvia. Es el efecto, el efecto probable, sobre la paciente. Sobre la senora Doyle.
– ?Si?
– Segun nuestra experiencia, la tisis es distinta de otras enfermedades consuntivas. En conjunto, el enfermo sufre muy poco dolor. A menudo la dolencia sigue su curso con menos molestias que un dolor de muelas o una indigestion. Pero lo que la distingue es el efecto que causa sobre los procesos mentales. El paciente es con frecuencia muy optimista.
– ?Quiere decir que esta aturdido? ?Que delira?
– No, quiero decir optimista. Tranquilo y alegre, diria.
– ?Gracias a los farmacos que prescribe?
– En absoluto. Esta en la naturaleza de la enfermedad. Es independiente de la conciencia que tenga el enfermo de la gravedad de su caso.
– Bueno, es un gran alivio para mi.
– Si, puede serlo al principio, senor Doyle.
– ?Que quiere decir?
– Quiero decir que cuando un paciente no sufre y no se queja y afronta con un semblante alegre su grave enfermedad, el sufrimiento y las quejas tienen que recaer en otra persona.
– Usted no me conoce, senor.
– Es cierto. Pero aun asi le deseo el valor necesario.
En lo bueno y en lo malo; en la riqueza y en la pobreza. Habia olvidado: en la salud y en la enfermedad.
El manicomio le envio el cuaderno de bocetos de su padre. Los ultimos anos de Charles Doyle habian sido desdichados, pues nadie le visitaba en su triste y postrer domicilio; pero no murio loco. Algo estaba claro: habia seguido dibujando y pintando acuarelas; tambien llevaba un diario. A Arthur le sorprendio que su padre hubiera sido un artista notable, subestimado por sus iguales y digno, en efecto, de una exposicion postuma en Edimburgo y quiza incluso en Londres. Arthur no pudo por menos de advertir el contraste entre sus respectivos destinos: mientras el hijo disfrutaba del abrazo de la fama y la sociedad, el padre abandonado solo conocia el abrazo en ocasiones de la camisa de fuerza. Arthur no se sentia culpable; solo sentia una incipiente compasion filial. Y habia una frase en el diario del padre que apenaria el corazon de cualquier hijo: «Creo que me tachan de loco -habia escrito- unicamente debido a la idea falsa que los escoceses tienen de las bromas».
En diciembre de aquel ano, Holmes encontro la muerte en brazos de Moriarty; la mano impaciente del autor empujo a los dos al abismo. Los periodicos de Londres no habian publicado necrologicas de Charles Doyle, pero abundaron en protestas y consternacion por la muerte de un inexistente detective asesor cuya popularidad habia empezado a incomodar y hasta asquear a su creador. Arthur penso que el mundo estaba enloqueciendo: su padre estaba recien sepultado y su mujer desahuciada, pero los jovenes de la City, al parecer, ataban cintas negras a sus sombreros en senal de luto por Sherlock Holmes.
Otro suceso tuvo lugar durante el final de aquel ano funesto. Un mes despues de la muerte de su padre, Arthur solicito el ingreso en la Sociedad de Investigaciones Parapsicologicas.
George
En los examenes finales de licenciatura, George obtiene honores de segunda clase y el Colegio de Abogados de Birmingham le concede una medalla de bronce. Abre un bufete en el 54 de Newhall Street con la promesa inicial de que Sangster, Vickery y Speight le cedera los clientes a los que no pueda atender. Tiene veintitres anos y su mundo esta cambiando.
A pesar de ser hijo de un vicario, a pesar de una vida de atencion filial al pulpito de San Marcos, George ha pensado a menudo que no comprende la Biblia. No toda la Biblia ni todo el tiempo; de hecho, no una comprension y un tiempo suficientes. Ha sido incapaz de dar ese salto, que siempre es necesario, desde los hechos a la fe, desde el conocimiento a la comprension. En consecuencia, se siente un farsante. Los principios de la Iglesia anglicana se han ido haciendo preceptos cada vez mas lejanos. No los percibe como verdades proximas ni ve sus efectos dia tras dia, un momento tras otro. Naturalmente, no se lo dice a sus padres.
En la escuela le expusieron mas historias y explicaciones de la vida. La ciencia dice esto, la historia esto otro; la literatura dice… George se habituo a responder a preguntas sobre estas cuestiones, aun cuando careciesen de una vivacidad real en su mente. Pero ha descubierto el Derecho y el mundo por fin comienza a tener sentido. Conexiones invisibles hasta entonces -entre personas, entre cosas, entre ideas y principios- se revelan poco a poco.
Por ejemplo, mira un seto por la ventanilla del tren que circula entre Bloxwich y Birchills. No ve lo que verian los demas pasajeros -arbustos entretejidos bajo el soplo del viento, hogar donde anidan pajaros-, sino una frontera formal entre fincas de hacendados, un limite establecido por contrato o largo uso, algo activo, algo capaz de promover concordia o disputa. En la vicaria, mira a la criada que restriega la mesa de la cocina y no ve a una chica tosca y torpe que es probable que le coloque los libros donde no debe, sino que ve un contrato de empleo y un deber de asistencia, un vinculo complejo y delicado, refrendado por siglos de jurisprudencia desconocida por las partes interesadas.
Se siente a gusto y feliz con las leyes. Hay muchas exegesis textuales, explicaciones respecto a que las palabras pueden significar y significan cosas diferentes, y hay casi tantos libros de comentarios sobre Derecho como sobre la Biblia. Pero al final no hay que dar ese ultimo salto. Al final existe un acuerdo, una decision que debe acatarse, un entendimiento de lo que significa algo. Es un viaje desde la confusion a la claridad. Un marinero borracho escribe sus ultimas voluntades y su testamento en un huevo de avestruz; el marinero se ahoga, el huevo sobrevive y por consiguiente la ley aporta coherencia y justicia a las palabras devueltas por las olas.
Otros jovenes dividen su vida entre el trabajo y el placer; en realidad, cumplen el primero sonando con el segundo. George descubre que el Derecho le proporciona los dos. No siente necesidad ni deseo de practicar deportes, dar un paseo en barca, asistir al teatro; no le interesan el alcohol ni la gula, ni tampoco las carreras de caballos; tiene pocas ganas de viajar. Posee la abogacia y ademas, como placer, la legislacion ferroviaria. Es increible que las decenas de miles de viajeros que se desplazan en tren a diario no dispongan de una util guia de bolsillo que les ayude a determinar sus derechos frente a la compania ferroviaria. Ha escrito a los editores Effingham Wilson, que publican la coleccion de Libros Juridicos Practicos, y previa lectura de un capitulo de muestra han aceptado su propuesta.
A George le han educado para creer en el trabajo duro, la honradez, el ahorro, la caridad y el amor a la familia; tambien, para creer que la virtud es su propia recompensa. Ademas, como primogenito, se espera de el que sirva de ejemplo a Horace y Maud. George ve cada vez mas claro que, aunque sus padres aman a los tres hijos por igual, sobre el recae el grueso de sus expectativas. Es probable que Maud sea siempre motivo de inquietud. Horace, que en todos los sentidos es un chico estupendo, no esta hecho para los estudios. Se ha marchado de casa y, con la ayuda de un primo de su madre, ha conseguido una plaza de funcionario en el peldano mas bajo del escalafon.
Con todo, hay momentos en que George descubre que envidia a su hermano, que ahora vive en una residencia de estudiantes de Manchester y de vez en cuando envia una postal