proclividad a las migranas. Los dos se sienten culpables por haber arrastrado al otro a una situacion imposible. Puede que el honor, como la virtud, sea el mismo su propia recompensa, pero en ocasiones no parece suficiente. Al menos, la desesperacion que produce puede ser tan aguda como la de la exaltacion. Arthur se receta a si mismo las obras completas de Renan. La lectura intensa, junto con mucho golf y criquet, serenan a un hombre, le mantienen sanos el cuerpo y la mente.
Pero estos recursos solo valen hasta cierto punto. Haces correr por todas partes a los lanzadores del equipo contrario y luego lanzas una bola en corto a las costillas de sus bateadores; envias lejisimos una pelota de golf con un palo [15]. Pero no puedes mantener a raya para siempre a los pensamientos; siempre los mismos y siempre las mismas paradojas repulsivas. Un hombre activo condenado a la inactividad; amantes a los que se prohibe amar; la muerte que temes y a la que te averguenza llamar para que venga.
La temporada de criquet de Arthur ha sido buena; notifica a su madre, con orgullo filial, los tantos que ha marcado y los
Entre una y otra tanda aprovecha para verla. No le hacen falta sus palabras de elogio; ve el orgullo en los ojos de Jean. Ella necesita pasear un poco despues de tanto tiempo sentada en un banco de listones. Dan una vuelta por el campo, por detras de las gradas; vaharadas de cerveza en el aire caluroso. Entre un gentio ocioso y anonimo se sienten mas solos juntos que bajo la mirada de la mas permisiva de las carabinas en la mesa de un comedor. Hablan como si acabaran de conocerse. Arthur le dice lo mucho que le habria gustado llevar una prenda suya en la gorra. Ella le enlaza del brazo y caminan en silencio, absortos en su dicha.
– Vaya, ahi vienen Willie y Connie.
Asi es; se dirigen hacia ellos, tambien enlazados del brazo. Deben de haber dejado al pequeno Oscar con la ninera en Kensington. Arthur se siente incluso mas orgulloso de su actuacion con el bate. Entonces se percata de algo. Willie y Connie no reducen el paso y Connie ha empezado a mirar a otro lado, como si la parte de atras del pabellon hubiera adquirido un interes irresistible. Willie, por lo menos, no parece fingir que no existen, pero cuando las dos parejas se cruzan, le arquea una ceja a su cunado, a Jean y a los brazos unidos.
Arthur lanza con mas rapidez y mas fuerza despues del cambio de entrada. Solo hace un
Despues, es evidente que Jean se ha marchado. El esta hecho una furia. Quiere ir derecho en un coche a su apartamento, sacarla a la acera, cogerla del brazo y caminar con ella por delante del Buckingham Palace, la abadia de Westminster y el Parlamento. Y sin haberse quitado la ropa del criquet. Y gritando: «Soy Arthur Conan Doyle y me enorgullezco de amar a esta mujer, Jean Leckie». Visualiza la escena. Cuando deja de hacerlo, piensa que se esta volviendo loco.
La furia y la demencia amainan y dan paso a un enfado constante e inflexible. Se da una ducha y se cambia, enhebrando una sarta de juramentos contra Willie Hornung. Como se atreve ese asmatico y miope jugador ocasional de criquet a arquearle su punetera ceja. A
Le habia dado mas que su mejor idea; le habia dado su esposa. Literalmente: la habia acompanado hasta el altar y se la habia entregado. Les concedio una asignacion para que empezaran. De acuerdo, la suma era para Connie, pero Willie Hornung no dijo que fuese una mancha para su honor varonil aceptar aquella ayuda, no dijo que se pondria a trabajar de firme para mantener a su joven conyuge, oh, no, nada de eso. Y cree que eso le da derecho a lanzarme una mirada mojigata.
Arthur toma un coche desde Lord's a Kensington West. Al 9 de Pitt Street. Su enojo empieza a remitir cuando cruzan Harrow Road. En su cabeza oye decir a Jean que todo ha sido culpa suya, que ella le tomo del brazo. Conoce exactamente su tono de autorreproche, y es probable que le produzca una penosa migrana. Lo unico importante, se dice Arthur, es minimizar su sufrimiento. Todos sus instintos, su propia virilidad exigen que eche abajo la puerta de Hornung, que le baje a rastras a la acera y le sacuda los sesos con un bate de criquet. Sin embargo, cuando el coche se detiene sabe que debera comportarse.
Esta ya muy tranquilo cuando le recibe Willie Hornung. «Vengo a ver a Constance», dice. Hornung tiene al menos la sensatez de no buscar gresca ni insistir en estar presente. Arthur sube al cuarto de estar de Connie. Con toda franqueza, le explica cosas que nunca le ha explicado, que nunca ha necesitado explicarle. Le explica lo que representa la enfermedad de Touie. Le explica su amor subito, absoluto, por Jean. Que ese amor sera platonico. Que, no obstante, una gran parte de su vida, hasta entonces desocupada, ahora esta colmada. Le explica la tension y la depresion intermitentes que los dos sufren. Que Connie los ha visto juntos, visiblemente enamorados, porque han bajado la guardia; que es una tortura no poder mostrar su amor delante de otros. Que tienen que medir y racionar cada sonrisa, cada risa, sondear cada compania. Que Arthur no cree que pueda sobrevivir si su familia, lo que mas quiere en el mundo, no entiende su situacion y no le apoya.
Al dia siguiente jugara otra vez en Lord's y pide a Connie, no, le suplica que vaya a verle y que esta vez conozca a Jean como es debido. Es la unica manera. Lo que ha pasado hoy hay que olvidarlo, dejarlo atras enseguida, para que no se encone. Connie ira manana y comera con Jean para conocerla mejor. ?Ira?
Connie accede. Willie, cuando le despide en la puerta, dice: «Arthur, estoy dispuesto a apoyar tus relaciones con cualquier mujer a primera vista y sin hacer preguntas». En el coche, Arthur siente que ha conjurado algo terrible. Esta muy cansado y un poco aturdido. Sabe que puede contar con Connie, asi como con toda su familia. Y le averguenza un poco lo que ha pensado de Willie Hornung. Ese condenado genio suyo no ha mejorado gran cosa. Lo atribuye a que es medio irlandes. Su mitad escocesa se las ve y se las desea para prevalecer sobre la otra.
No, Willie es un buen chico que le respaldara sin reservas. Willie tiene un buen cerebro, un cerebro agudo, y es un catcher decente. Quiza no le guste el golf, pero al menos aduce la mejor razon que Arthur ha oido sobre este prejuicio: «Me parece muy poco deportivo golpear a una pelota
A la manana siguiente, cuando se dispone a salir para Lord's, llega un telegrama. Constance Hornung se disculpa por no acudir al almuerzo de hoy porque un dolor de muelas la obliga a ir al dentista.
Arthur envia una nota a Jean, sus disculpas a Lord's -«asunto familiar urgente» no es, por una vez, un eufemismo- y coge un coche para Pitt Street. Le estaran esperando. Saben que no es un hombre de aventuras o silencio diplomatico. Miras a un individuo a los ojos, le dices la verdad y asumes las consecuencias: he aqui la doctrina de Doyle. A las mujeres se les aplican reglas diferentes, por supuesto: o,