acepto. No. Y aun menos de un escritor que hace de un ladron un heroe.
Coge su sombrero de la percha y se lo cala hasta las orejas. Bueno, se acabo, decide, se acabo. El mundo esta contigo o contra ti. Y aclara las cosas, al menos, ver como un fiscal melindroso se entromete en sus asuntos.
A pesar de esta censura -o quiza para probar que es injusta-, Arthur empieza a introducir a Jean, con mucha cautela, en la vida social de Undershaw. Ha conocido en Londres a una familia encantadora, los Leckie, que tienen una casa de campo en Crowborough; Malcolm Leckie, el hijo, es un chico magnifico que tiene una hermana…, ?como se llama? Y asi el nombre de Jean aparece en el libro de visitas de Undershaw, siempre al lado del nombre de su hermano o de uno de sus padres. Arthur no podria afirmar que se sienta muy a gusto cuando dice frases como: «Malcolm Leckie dijo que a lo mejor se acercaba en coche con su hermana», pero hay frases que no tiene mas remedio que decir si no quiere volverse loco. Y en esas ocasiones - un almuerzo numeroso, una tarde de tenis-, nunca tiene la seguridad absoluta de que su comportamiento sea natural. ?Ha exagerado sus atenciones a Touie y ella lo habra notado? ?Se ha extralimitado en la rigida correccion de su trato con Jean, y se habra ofendido ella? Pero es el quien sobrelleva el problema. Touie nunca da indicios de que se huela algo raro. Y Jean -la pobre- se conduce con una desenvoltura y un decoro que son una garantia de que nada saldra mal. No busca a Arthur en privado, no le desliza una nota en la mano. Es cierto que a veces piensa que ella alardea de coquetear con el. Pero cuando lo piensa mas tarde, Arthur decide que ella se comporta adrede como lo haria si se conocieran mas de lo que denotan conocerse. Quiza la mejor manera de demostrar a una esposa que una mujer no tiene designios sobre su marido es coquetear con el en presencia de la conyuge. Si es lo que Jean pretende, la estratagema es muy inteligente.
Y dos veces al ano pueden escaparse juntos a Masongill. Llegan y se marchan en trenes distintos, como invitados de fin de semana que coinciden por casualidad. Arthur se hospeda en la casa de su madre y Jean se aloja en casa de los Denny, en Parr Bank Farm. El sabado cenan en Masongill House. La madre de Arthur preside la mesa de Waller, como siempre ha hecho y como es de esperar que haga siempre.
Sin embargo, las cosas no son ya tan simples como eran cuando la madre llego, aunque tampoco entonces fueron sencillas. Waller, en efecto, por alguna razon se las apano para casarse. La senorita Ada Anderson, hija de un clerigo de St. Andrews, llego como institutriz a la vicaria de Thornton y, como aseguran las habladurias del pueblo, al instante puso los ojos en el dueno de Masongill House. Logro que el picara el anzuelo, pero descubrio -y aqui la comidilla se volvia moralizante- que no podia cambiarle. El recien casado no tenia intencion de permitir que el mero matrimonio modificase el estilo de vida que habia establecido. En concreto: visita a la madre de Arthur con igual frecuencia que antes; come con ella
La senora Waller nunca pone el pie en Masongill Cottage y se ausenta cuando la madre de Arthur va a cenar a la House. Si Waller desea que presida su amiga, pues bien, que lo haga, pero su autoridad en la mesa no sera reconocida por la senora de la casa. Ada se ocupa cada vez mas de sus gatos siameses y de una rosaleda trazada con el rigor de una plaza de armas o una huerta. Durante un breve encuentro con Arthur se mostro a la vez timida y distante: su actitud insinuaba que el hecho que el fuese de Edimburgo y ella de St. Andrews no era motivo para que intimasen.
Y asi los cuatro -Waller, Arthur, su madre y Jean- se sientan alrededor de la mesa de la cena. Sirven la comida y la retiran, brillan las copas a la luz de las velas, hablan de libros y todo el mundo se comporta como si Waller fuese todavia soltero. A ratos, la mirada de Arthur capta la silueta de un gato que se desliza a lo largo de la pared y evita con cuidado la bota de Waller. Es una forma sinuosa, que se abre camino a traves de las sombras, como el recuerdo de una esposa discreta que se ausenta. ?Todos los matrimonios tienen un maldito secreto? ?No hay nunca en el fondo de todos ellos algo sin dobleces?
Con todo, hace mucho que Arthur decidio que habria que soportar a Waller. Y como no puede estar con Jean todo el tiempo, se conforma con jugar al golf con Waller. Para ser un hombre bajo y profesoral, el amo de Masongill House no juega nada mal. Le falta distancia, desde luego, pero hay que reconocer que es bastante mas metodico que Arthur, que no ha perdido su tendencia a lanzar la pelota en direcciones insospechadas. Aparte del golf, hay un coto decente en los bosques de Waller, donde se pueden cazar perdices, urogallos y grajos. Los dos hombres tambien huronean juntos. Por cinco chelines, el hijo del carnicero llega con tres hurones y los hace trabajar toda la manana para satisfaccion de Waller, pues se agencian el contenido de numerosas empanadas de conejo.
Pero luego vienen las horas ganadas mediante tan diligente esfuerzo: las que pasa a solas con Jean. Se suben al carro tirado por un pony y van a pueblos cercanos; exploran las extensiones de campos y paramos altos y ondulados, y los valles subitos al norte de Ingleton. Aunque las visitas de Arthur no carecen nunca de complicaciones -persiste la macula de secuestro y perfidia-, asume el papel de agente turistico de una forma natural y animosa. Ensena a Jean el valle Twiss y las cascadas Pecca, la garganta del Doe y las cascadas Beezley. Observa la sangre fria de Jean en un puente a dieciocho metros de altura sobre el desfiladero de Yew Tree. Escalan juntos Ingleborough y no puede por menos de sentir lo bueno que es para un hombre tener a su lado a una joven saludable. No hace comparaciones, no cuestiona a nadie, se limita a agradecer el hecho de que no tengan que hacer continuas y frustrantes paradas y descansos. En la cumbre, juega a ser arqueologo y senala los vestigios de la fortaleza brigantina; despues asume el papel de topografo cuando miran al oeste, hacia Morccambe, el canal de St. George y la isla de Man, mientras al noroeste asoman los discretos contornos de las montanas del Lago y los montes cumbrianos.
Es inevitable que haya restricciones y torpezas. Por mas lejos de casa que se encuentren, no hay que arrumbar el recato; incluso aqui, Arthur es un personaje famoso y su madre ocupa una posicion en la sociedad local. De modo que a veces es preciso frenar la propension a la franqueza y la expresividad de Jean. Y aunque Arthur es mas libre para expresar su devocion, no siempre se siente como se sentiria un amante: como un hombre recien inventado. Un dia en que recorren juntos Thornton, el brazo de
Jean descansando en el suyo, el sol alto en el cielo y la promesa de una tarde juntos, ella dice:
– Que iglesia mas bonita. Para; entremos.
El se hace el sordo por un momento y despues contesta, con frialdad:
– No es tan bonita. Solo la torre es original. Casi todo lo demas solo tiene treinta anos. Es una restauracion enganosa.
Jean depone su interes y cede al desabrido dictamen de Arthur como guia turistico. El golpea con las riendas al estrafalario
Esta vez, el regreso a Undershaw no esta exento de culpa.
La conducta paterna de Arthur consiste en confiar los ninos al cuidado de su madre y de vez en cuando, de pronto, prodigarles proyectos y regalos. Considera que ser padre es como ser un hermano un poco mas responsable. Hay que proteger a los hijos, subvenir a sus necesidades, servirles de ejemplo; aparte de esto, hay que hacerles comprender lo que son, es decir, ninos, esto es, adultos imperfectos y hasta defectuosos. Pero es un hombre generoso y no cree necesario ni moralmente instructivo privarlos de las cosas que el no tuvo en su infancia. En Hinhead, como en Norwood, hay una pista de tenis; tambien un campo de tiro detras de la casa donde a Kingsley y a Mary se les estimula a mejorar su punteria. Arthur instala en el jardin un monorrail que sube y baja las pendientes y cuestas de las dos hectareas aproximadas de la finca. Propulsado por electricidad y estabilizado por un giroscopio, el monorrail es el transporte del futuro. Su amigo Wells esta convencido y Arthur le respalda.
Se compra una motocicleta Roe que resulta muy indisciplinada y a la que Touie no deja acercarse a los ninos; despues, un Wolseley con marchas y doce caballos de fuerza, que es muy aplaudido y causa danos frecuentes a los postes. Esta nueva maquina automovilistica ha vuelto superfluos el