carruaje y los caballos, pero la madre de Arthur se indigna cuando le menciona esta evidencia. Ella aduce que no se puede poner la divisa de la familia en una mera maquina, y mucho menos en una que sufre la asidua indignidad de averiarse.

Kingsley y Mary gozan de libertades inasequibles a la mayoria de sus amigos. En verano andan descalzos y pueden vagar por cualquier sitio dentro de un radio de ocho kilometros de Undershaw, con tal de que esten en casa, limpios y arreglados, a la hora de las comidas. Arthur no pone reparos a que adopten como mascota a un erizo. Muchos domingos les anuncia que el aire fresco es mas benefico para el alma que la liturgia y recluta a uno de los dos como caddie; un viaje en el carro alto hasta el campo de golf Hankley, un recorrido imprevisible con una bolsa pesada y al final la recompensa de una tostada caliente con mantequilla en el edificio del club. Su padre les explica cosas de buena gana, aunque no siempre las que ellos necesitan o quieren saber; y el lo hace desde una gran altura, incluso cuando esta arrodillado a su lado. Estimula la autosuficiencia, los deportes, la equitacion; a Kingsley le da libros sobre grandes batallas de la historia mundial y le advierte de los peligros que entrana la desprevencion militar.

El punto fuerte de Arthur es resolver problemas, pero no puede resolver los de sus hijos. Ninguno de sus amigos o condiscipulos tiene un monorrail; Kingsley, no obstante, con una cortesia exasperante, da a entender que no va todo lo rapido que debiera, y que quiza sus vagones deberian ser mas grandes. Mary, entretanto, se sube a los arboles con una pericia incompatible con el pudor femenino. No son ninos malos en ningun aspecto; son buenos, en la medida en que el puede juzgarlo. Pero si bien tienen buenos modales y se comportan bien, Arthur no ha contado con su caracter incansable. Es como si siempre estuvieran expectantes; el no sabe de que y duda de que ellos mismos lo sepan. Esperan algo que el no puede darles.

Arthur piensa que Touie deberia haberles inculcado un poco mas de disciplina, aunque es un reproche que no puede hacerle, salvo con la mayor suavidad. Y asi los ninos crecen entre el autoritarismo fluctuante de su padre y la aprobacion benevola de su madre. Cuando Arthur esta en Undershaw, quiere trabajar; cuando deja de trabajar quiere jugar al golf o al criquet, o una partida tranquila de billar con Woodie. Ha proporcionado a su familia confort, seguridad y dinero; a cambio, espera paz.

No la obtiene, y aun menos la interior. Cuando no hay ocasion de ver a Jean un rato, procura acercarla haciendo lo que a ella le gustaria hacer. Como es una amazona consumada, amplia de uno a seis caballos el establo de Undershaw y empieza a cazar con jauria. Como Jean ama la musica, Arthur decide aprender a tocar el banjo, una decision que Touie acoge con su indulgencia habitual. Arthur toca ya el banjo y la bombarda, aunque ninguno de los dos instrumentos es conocido por su capacidad de acompanar a una voz clasicamente educada de mezzosoprano. A veces el y Jean conciertan leer el mismo libro mientras estan separados: Stevenson, los poemas de Scott, Meredith; a ambos les gusta imaginar al otro en la misma pagina, frase, expresion, palabra, silaba.

La lectura preferida de Touie es La imitacion de Cristo. Ella posee su fe, sus hijos, sus comodidades, sus ocupaciones apacibles. La culpa de Arthur garantiza que dispensara a su mujer el trato mas considerado y tierno. Sabe que ni siquiera puede descargar sobre ella la colera queje invade cuando el angelical optimismo de la enferma parece rayar en una complacencia monstruosa. Para su verguenza, la descarga contra sus hijos, los criados, los caddies, los empleados del ferrocarril y los periodistas idiotas. Sigue mostrando una abnegacion plena con Touie, un amor absoluto por Jean; sin embargo, en otros sectores de su vida se vuelve mas duro e irritable. Patientia vincit, reza la admonicion de la vidriera. Pero nota que esta desarrollando una coraza de piedra. Su expresion natural se esta transformando en la mirada fija de un inquisidor. Mira a traves de los otros con un semblante acusador, porque esta muy acostumbrado a mirarse del mismo modo.

Empieza a tener una imagen geometrica de si mismo, empieza a verse en el centro de un triangulo. Sus vertices son las tres mujeres de su vida, los lados los barrotes de hierro del deber. Como es natural, ha colocado a Jean en el vertice de arriba, y a Touie y la madre en la base. A veces el triangulo parece que gira a su alrededor y entonces le da vueltas la cabeza.

Jean nunca se queja ni le hace el mas minimo reproche. Le dice que no puede amar ni amara nunca a otra persona; que esperarle no es una prueba sino un placer, que es plenamente feliz; que las horas juntos son la verdad primordial de su vida.

– Querida mia -dice el-, ?tu crees que desde el principio del mundo ha existido un amor como el nuestro?

Jean siente que se le llenan los ojos de lagrimas. Al mismo tiempo, esta un poco escandalizada.

– Arthur, carino, esto no es una competicion deportiva.

El acepta la reganina.

– Aun asi, ?cuanta gente ha visto su amor sometido a las mismas pruebas que nosotros? Yo diria que tal vez es un caso unico.

– ?No creen todas las parejas que su caso es unico?

– Es una ilusion comun. Mientras que nosotros…

– ?Arthur!

Jean piensa que la vanagloria es impropia del amor; tiende a juzgarla vulgar.

– Aun asi -insiste el-, aun asi siento algunas veces, no muchas…, que nos observa un espiritu guardian.

– Yo tambien -conviene ella.

Arthur no considera disparatada, ni tampoco una banalidad, la idea de un espiritu guardian. La encuentra verosimil y real.

Sin embargo, necesita un testigo terrenal de su amor mutuo. Necesita ofrecer pruebas. Se aficiona a enviar a su madre las cartas de amor de Jean. No le pide permiso ni le parece que este traicionando una confianza. Necesita que se sepa que sus sentimientos reciprocos siguen siendo tan intensos como siempre, y que sus penalidades no son vanas. Le dice a su madre que destruya las cartas, y le sugiere metodos. Puede quemarlas o -de preferencia- romperlas en pedazos diminutos y esparcirlas entre las flores de Masongill Cottage.

Flores. Todos los anos, sin falta, el 15 de marzo, Jean recibe una edelweiss unica con una nota de su amado Arthur. Una flor blanca cada ano para Jean y mentiras piadosas [16] todo el ano para Touie.

Y la fama de Arthur sigue creciendo. Es socio de clubs, come y cena fuera, es un personaje publico. Se convierte en una autoridad en ambitos ajenos a la literatura y la medicina. Se presenta candidato al Parlamento por la Union Liberal del centro de Edimburgo, y atempera su derrota la percatacion de que la politica es, en gran medida, un lodazal. Solicitan sus opiniones, le piden su apoyo. Es popular. Lo es mas aun cuando a reganadientes acata la voluntad conjunta de su madre y el publico lector britanico: resucita a Sherlock Holmes y lo pone a seguir las huellas de un perro gigantesco. Cuando estalla la guerra de Sudafrica, Arthur se presenta voluntario como oficial medico. Su madre hace lo que puede por disuadirle: cree que su corpulencia es un blanco facil para una bala boer; ademas, considera que esta guerra no es sino una rebatina vergonzosa en busca de oro. Arthur discrepa. Es su deber alistarse; se le reconoce que ejerce sobre los jovenes -en especial sobre los deportivos- una influencia mas fuerte que nadie en Inglaterra, con la excepcion de Kipling. Tambien piensa que la guerra bien vale una o dos mentiras piadosas: el pais participa en una causa justa.

Zarpa de Tilbury en el Oriental. Lo cuidara en sus aventuras Cleeve, el mayordomo de Undershaw. Jean le ha llenado el camarote de flores, pero no ira a despedirle; no soportaria un adios en medio de la alegria multitudinaria y bulliciosa de un medio de transporte. Cuando suena el silbato para que los visitantes bajen a tierra, la madre se despide de Arthur en silencio.

– Ojala hubiera venido Jean -dice el, un nino pequeno con un traje grandote.

– Esta entre la gente -contesta la madre-. En algun sitio. Escondida. Ha dicho que no se fiaba de sus emociones.

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