Asi como Toni y yo no hablabamos nunca sobre miedos basicos, el concepto de inmortalidad aparecian siempre, con naturalidad, en nuestras discusiones. Como cobayas con sentido de la dignidad, buscabamos salidas. Existia un tipo de supervivencia parcial digna de consideracion -una penosa parte de esencia que, como una nube tormentosa, nos rodeaba con viscosidad huxleyana- pero que no nos atraia en exceso. Existia la inmortalidad a traves de los hijos, pero observando como representabamos nosotros a nuestros padres no podiamos ser demasiado optimistas sobre nuestras posibilidades de supervivencia por sustitucion cuando nos llegara el turno. En nuestros furtivos y quejumbrosos suenos sobre la inmortalidad, nos concentrabamos principalmente en el arte.

Tout passe. L'art robuste

Seul a l'eternite.

En ese ultimo verso de Emaux et Carnees todo estaba perfectamente claro para nosotros. Gautier era un heroe, en cierta forma, reconfortante. No se andaba por las ramas. Ademas, nos parecia un tipo duro, como un jugador de rugby bregado. Tuvo tambien muchisimas mujeres. Y decia las cosas de forma que las entendiamos sin recurrir a las notas a pie de pagina.

Les dieux eux-memes meurent.

Mais les vers souverains

Demeurent

Plus forts que les airains.

La fe en el arte fue inicialmente una medicina efectiva contra el arraigado dolor de la Gran M. Pero, entonces, alguien me informo del concepto de muerte planetaria. Te podias acostumbrar a la idea de la extincion personal si pensabas que el mundo continuaria para siempre, con generaciones de ninos pasmados con la espalda apoyada en los respaldos de sus sillas, murmurando un ahogado bravo mientras tu obra ocupaba la pantalla de una computadora. Pero, entonces, alguien de sexto curso de ciencias me explico a la hora de comer, que la tierra flotaba inexorablemente dirigiendose a su estallido final. Esto me hizo cambiar de opinion sobre la solidez del arte. Elepes derritiendose, las obras completas de Dickens quemandose a 451 grados Fahrenheit, Donatellos reblandeciendose como los relojes de Dali. A ver como se huye de esa guerra.

O de esta otra. Suponiendo, solo suponiendo, que alguien descubra una cura contra la muerte. No tendria por que ser, necesariamente, mas improbable que la desintegracion del atomo o el descubrimiento de las ondas de la radio. Pero seria un proceso muy largo, como el de la cura contra el cancer. Y, por el momento, no es eso precisamente lo que los apremia. De modo que se puede estar absolutamente seguro de que si se averigua la forma de retrasar la muerte, sera demasiado tarde para nosotros…

O de esta otra. Supongamos que tras nuestra muerte descubren la forma de reconstituirnos. ?Que pasaria si una vez desenterrados nos encontraran en un ya excesivo estado de putrefaccion…? ?O si nos hubiesen quemado en un horno crematorio y no encontrasen todas las cenizas…? ?O si el Comite Estatal de Revivificacion decide que no somos suficientemente importantes para ello…? ?O si durante el proceso de resurreccion sucede que una enfermera idiota, vencida por la trascendencia de su tarea, deja caer el frasco de contenido vital y las esperanzas se desvanecen para siempre…? ?Que pasaria si…?

Una vez, imbecil de mi, le pregunte a mi hermano si le asustaba la muerte.

– Es un poco pronto, me parece.

El era practico, logico, miope. Ademas tenia dieciocho anos y estaba a punto de ir a la Universidad de Leeds para estudiar economicas.

– Pero ?acaso no te ha preocupado nunca intentar averiguar lo que pasara despues?

– Es bastante obvio lo que pasara. Kaput, finito, telon, «the end». -Se paso la mano rapida y horizontalmente por delante de la garganta-. En todo caso, en estos momentos me interesa mas el estudio de la petite mort.

Hizo una mueca, a sabiendas de que no le entenderia, aunque se suponia que yo era el linguista de la familia. No le entendi.

Debi de sobresaltarme, sin embargo, ante su gesto, porque luego me sonsaco, demostrando compasion, todos mis miedos cosmicos personales. Extranamente no tenian ningun sentido para el, pese a que solo leia ciencia-ficcion y, por tanto, absorbia diariamente historias sobre vidas de larga duracion, reencarnaciones, transustanciaciones y cosas por el estilo. Mi propia imaginacion, atribulada y exquisita, no podia competir con semejantes fruslerias. Ni con la prosa ni con las ideas. O Nigel tenia una imaginacion menos sensible, o entendia el final de su existencia de forma mas firme y menos angustiada. Parecia que la vida fuese para el una transaccion o un negocio. Era, aseguraba, un viaje en taxi muy divertido pero que, eventualmente, habia que pagar. Un juego que no tendria sentido sin un silbato que indicara el final; una fruta que una vez madura ha cumplido su funcion y debe, necesariamente, caer del arbol. Metaforas muy faciles y enganosas, me parecia a mi, si las comparaba con una vision de oscuridad total retrocediendo infinitamente.

El descubrimiento de mis miedos le proporciono a Nigel un enorme placer. De vez en cuando levantaba la vista del numero de la revista de ciencia-ficcion que estuviera leyendo y, con una expresion de absoluta seriedad, me daba animos.

– Aguanta, chico. Si sobrevives hasta el ano dos mil cincuenta y siete podras experimentar la Renovacion Corporal.

O algo como Transfusion de Tiempo, Estabilizacion Molecular, Almacen de Cerebros, entre una docena de cosas que, sospechaba yo, inventaba para meterse conmigo. Nunca se me ocurrio comprobar lo que me decia leyendo las revistas. Despues de todo, podria haber un pequeno porcentaje de verdad en todo aquello; o si no, algo distinto que alimentara mi imaginacion y mis temores.

A menudo pensaba en Nigel y me preguntaba por que el parecia tenerlo todo mucho mas claro. ?Se debia a una mayor o menor inteligencia; mayor o menor imaginacion; o simplemente a una personalidad mas estable? ?Era, quiza, meramente una cuestion de tiempo y energia: que cuanto mas industrioso se es (y el siempre estaba haciendo algo, aunque solo fuera leer revistillas) se vuelve uno menos melancolico?

Cuando me acosaban las dudas, al menos podia contar con Mary para sentirme mejor. Ella era siempre como un reconfortante tazon de caldo. El recuerdo favorito de mi hermana es el de verla arrodillada en el suelo llorando a moco tendido con una de sus trenzas perfectamente peinada y la otra deshecha: se le habia roto la goma y no habia ninguna otra en la casa. Se habia visto forzada a escoger entre la horrorosa posibilidad de ponerse un lazo, cosa que odiaba porque le parecia cursi, o utilizar la goma que le quedaba para peinarse con una sola trenza por detras.

Sus arrebatos de llanto eran una de las constantes de mi infancia. El perro tenia una astilla en la pata, ella no entendia el subjuntivo, una amiga suya del colegio conocia a alguien cuya tia habia resultado ligeramente herida en un accidente de circulacion, el indice de precios subia… cualquier cosa la hacia estallar. A pesar de todo levantaba el animo verla desganitarse llorando, era una manera ruidosa de sentirse mejor. Una vez, cometi el error de preguntarle que creia que sucedia despues de la muerte. Me miro con esa mirada de ayudame, suplicante y lloriqueante, que ponia a veces. No le di tiempo a abandonar la habitacion. Yo mismo sali corriendo.

10. Tuneles, puentes

La vida a los dieciseis estaba estupendamente delimitada y equilibrada. Por un lado, la obligacion del colegio, aborrecida y disfrutada. Por otro, la obligacion del hogar, tambien aborrecida y disfrutada. Aparte de esto, habia algo vago y maravilloso como el Paraiso celestial: la Vida con mayuscula. A veces sucedian cosas -como las vacaciones- que parecian anticipar la vida aunque, al final, siempre

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