patadas y punetazos cuando estaba tendido en el suelo, al tiempo que le escupian. La paliza habia sido tan dura que Richard se habia tenido que quedar una semana en casa sin poder salir. Anna Kuklinski queria denunciar a los chicos a la Policia para que los detuvieran, pero Richard se negaba.
– ?No soy un chivato! -repetia-. Voy a arreglar esto a mi manera.
Richard conocia ya las reglas estrictas de la calle, y la principal era no acudir nunca a los polis. En la localidad vecina de Hoboken habia un contingente importante de la Mafia; de hecho, aquel era un centro de la Mafia, sede de la celebre familia De Cavalcante (que mas tarde inspiraria la serie de exito del canal HBO, Los Sopranos), y el joven Richard ya sabia bien que a la Policia solo acudian los chivatos.
No, el mismo se encargaria de aquello a su manera, a su modo. El muchacho llamado Charley Lane, jefe de los chicos de la urbanizacion, era el que le habia hecho mas dano, y la ira y la sed de venganza de Richard se centraban en aquel maton corpulento que caminaba contoneandose como un simio. Durante la convalecencia de Richard, los planes de venganza le dieron vueltas en la cabeza, dia y noche, dias enteros. Penso en apunalar a Charley, en golpearlo con una llave inglesa, en dejarle caer en la cabeza un bloque de hormigon cuando se estuviera paseando por las aceras estrechas que recorrian la urbanizacion. Decidio acechar a Charley en plena noche y atacarlo.
Aquello sucedio una noche helada, un viernes. Richard desmonto el travesano del armario empotrado del vestibulo, un madero grueso de sesenta centimetros de largo. Era ligero y mortal, perfecto para lo que tenia pensado. Junto al armario del vestibulo habia una foto de Florian que Anna besaba siempre que salia. Anna seguia sintiendose muy culpable de lo que habia pasado a su hijo mayor, de que Stanley lo hubiera matado impunemente, de haberse avenido a ocultar aquel asesinato, y llevo encima durante el resto de sus dias aquel peso inmenso, agobiante. Este peso la iba aplastando poco a poco, le hundia los hombros, hasta la hacia parecer mas pequena, de menor estatura. El peso acabaria por adelantar su muerte. Junto al retrato de Florian habia tambien imagenes de un Jesus dolorido y de una Maria virtuosa con tunica azul, que la religiosisima Anna besaba tambien cuando salia. En la casa solo habia otra fotografia, un retrato de Micky, hermano de Anna. Micky vivia con su esposa, Julia, en un pueblo del Estado de Nueva York. Era un hombre amable y de buen trato que daba a su hermana lo que podia. Era la unica persona que habia sido buena con Richard; le habia regalado un reloj de pulsera cuando termino la escuela primaria. Un verano, Richard habia pasado unas semanas en casa del tio Micky, una experiencia que habia sido como un sueno que recordaria con deleite durante el resto de su vida.
Mi tio Micky fue la unica persona mayor que me trato bien, explico Richard. Era un buen tipo, y no lo olvidare jamas.
En casa del tio Micky todo estaba limpio y reluciente y toda la comida era de primera, y Richard vio por primera vez que la gente vivia de otra manera, de una manera mejor, y eso tampoco lo olvidaria nunca. Siempre desearia tener eso mismo el tambien.
Los fuertes vientos de aquella noche de enero aullaban en las calles de la urbanizacion, agitando los arboles y haciendo temblar las ventanas. Aquella semana habia nevado y las aceras estaban cubiertas de placas de hielo relucientes. Richard solo tenia una prenda de abrigo, un chaqueton de marinero tan raido que le asomaban los codos. Se puso varios jerseys andrajosos, se metio el travesano del armario en la manga del chaqueton, y salio en busca de Charley Lane con un ansia de venganza que lo consumia como unas fiebres. Se situo ante la entrada de la urbanizacion que daba a la avenida de Nueva Jersey, dando la espalda al edificio en que vivia la familia Kuklinski. Sabia que era mas que probable que Charley volviese a su casa por aquella entrada. El lo habia visto pasar por alli muchas veces. En el muro al que Richard daba la espalda estaba la salida de humos del incinerador del edificio, y el calor le sentaba bien, pero el verdadero fuego que lo alimentaba era el que ardia en su interior. Veia que los hombres que vivian en la urbanizacion iban saliendo del bar de la acera de enfrente, adonde iba a veces su padre, Stanley. Alli de pie, en la fria noche de Jersey City, Richard penso en su padre. El odio que sentia hacia el le habia crecido dentro como un absceso, y Richard pensaba a veces en hacerse con una pistola e ir a matar a Stanley. Ya no lo consideraba su padre. Para el ya solo era «Stanley», y durante el resto de su vida solo lo llamaria «Stanley», jamas «mi padre» o «papa».
Richard no tenia idea de cuanto tiempo llevaba alli de pie, y ya estaba a punto de abandonar y volver a subirse a su casa cuando vio venir a Charley, que salia de la avenida de Nueva Jersey y se dirigia hacia la urbanizacion. Estaba solo. Richard sintio una tension en el estomago. El corazon se le acelero. Salio de su escondrijo en el momento oportuno. Cuando Charley vio aparecer a Richard ante el, le dijo con desprecio:
– ?Que cono quieres, polaco?
Richard no despego los labios. Se limito a mirarlo con un odio tranquilo y frio.
– ?Quitate de en medio, o te doy otra paliza, puto polaco tonto!
– Si, intentalo -dijo Richard, y Charley se lanzo rapidamente sobre Richard; pero este saco el arma que llevaba escondida y, sin dudarlo un momento, la blandio con todas sus fuerzas y golpeo a Charley en plena sien, justo encima de la oreja. Charley, aturdido, se llevo las manos a la cabeza y retrocedio, mientras los ojos se le llenaban de rabia, de sorpresa y de indignacion.
Richard, lleno de una mezcla de miedo y de animosidad acumulada, siguio a Charley, le golpeo en la cabeza y lo derribo. Y siguio pegandole y pegandole. No queria matar al chico; solo pretendia ensenarle una leccion que no olvidara nunca, solo queria que lo dejara en paz. Pero toda la rabia que tenia Richard acumulada dentro, todo un mundo de rabia, salio a la superficie, y Richard siguio golpeando con todas sus fuerzas al muchacho caido. Cuando hubo terminado por fin, Charley no se movia. Richard le dio de patadas, una y otra vez, llorando de rabia. Pero Charley Lane seguia sin moverse. Richard le exigio que se levantara, que peleara. «Vamos, vamos», le dijo con rabia, con los dientes apretados. Charley seguia inmovil como un tronco. Richard le dio unas bofetadas, lo tendio de espaldas y le toco el cuello buscandole el pulso, como habia leido en las revistas policiacas. Nada.
El joven Richard, atonito, horrorizado, comprendio que Charley Lane estaba muerto y que el lo habia matado. Las consecuencias terribles de aquel acto le dieron vueltas en la cabeza. Lo meterian en la carcel, a la casa grande temida, durante el resto de su vida. Se puso de pie y se tambaleo. A pesar de lo mucho que odiaba a Charley, solo habia pretendido hacerle dano, no matarlo. Habia querido hacer sufrir a Charley, provocarle dolor y angustia. Pero esto, no. ?Que hacer, adonde acudir? Aquello no podia contarselo a nadie… ni a su madre, ni a su tio Micky, ni a nadie. Richard se forzo a si mismo a respirar despacio y hondo, a pensar, a trazar un plan, mientras las ideas le corrian por la cabeza con velocidad furiosa.
Richard sabia por instinto que la unica manera de salir de aquello era librarse del cadaver. Pero ?como? ?Donde?
Tenia un coche robado en el aparcamiento de la calle Dieciseis, un Pontiac azul oscuro que habia encontrado dos dias antes delante de una tienda en el Hudson Boulevard con las llaves puestas. Se apresuro a ir por el, lo llevo hasta la avenida de Nueva Jersey y lo aparco junto a la entrada de la urbanizacion. Charley pesaba mucho… un peso muerto. Richard lo asio del abrigo, comprobo que no habia moros en la costa y arrastro con decision el cadaver hacia el Pontiac, aprovechando el hielo para hacerlo resbalar mas facilmente. Abrio el maletero y consiguio levantar el cuerpo del muchacho muerto y meterlo dentro. Cuando cerraba el maletero, vio que habia alli una herramienta vieja: era hacha por un lado y martillo por el otro. Antes de subirse al coche miro a un lado y a otro y se cercioro que no lo miraba nadie desde alguna ventana de la urbanizacion. Parecia que todo estaba despejado. Subio al coche, llego hasta la cercana carretera Pulaski y se dirigio hacia el sur. No estaba seguro de lo que iba a hacer ni de como lo haria, pero estaba decidido a no dejarse atrapar. Encendio la calefaccion del coche y se tranquilizo, sabiendo que si la Policia le hacia parar se encontraria metido en la mierda hasta las orejas; por lo tanto, siguio circulando por debajo del limite de velocidad y, mientras llevaba el coche, lo fue invadiendo poco a poco una sensacion distinta, una sensacion de poder y de omnipotencia. Una especie de invencibilidad. Recordaba todos los malos tratos que habia sufrido durante anos por culpa de Charley, las burlas y los desprecios, los punetazos, bofetadas y patadas sin causa, y de pronto se alegro de haberlo matado. Llevaba muchisimo tiempo albergando fantasias de matar a gente, casi desde siempre, que el recordara, y ahora que ya lo habia hecho, le gustaba la sensacion que le producia.
En el interior silencioso del coche en movimiento, dijo en voz alta:
– Nunca, jamas consentire que nadie me vuelva a maltratar, joder.