cuando Spasudo no le sirviera ya, lo envenenaria para que pareciera que habia muerto de un ataque al corazon. Pero ya no le quedaba veneno. Hum… ?que hacer?
Sammy Gravano llamo a Richard por el busca. Richard le devolvio la llamada por telefono. Acordaron reunirse en la casa de comidas habitual. Aquella reunion concreta inquietaba a Richard. Sabia que Gravano era un asesino; tambien sabia que el mismo era un vinculo directo, tangible, entre Gravano y la ejecucion de Castellano, un vinculo que Gravano muy bien podia querer hacer desaparecer. Richard se armo hasta los dientes, como para entrar en batalla, y fue a ver a Gravano. Llevaba un rifle Ruger Magnum del 22 recortado con un peine de treinta balas bajo el asiento del conductor de su furgoneta y tres pistolas encima. Llego a la casa de comidas una hora antes de la cita, aparco la furgoneta de manera que pudiera ver claramente todas las idas y venidas, por si se tramaba algo. Gravano llego puntual, en un Mercedes negro. Solo venia el, con un conductor. Todo parecia en orden. Richard se bajo de la furgoneta todavia muy atento, dispuesto a entrar en accion. Los dos hombres se saludaron abrazandose y besandose. Gravano felicito a Richard por su buen trabajo y le dio una bolsa de papel que contenia los treinta mil dolares acordados, «y una pequena bonificacion», segun dijo.
– Muy agradecido -dijo Richard, con sinceridad.
– Segun me han contado, haces tambien trabajos especiales, cosas que se salen de lo comun -dijo Gravano.
– Como ya he dicho, quiero dar gusto al cliente -aseguro Richard.
– Tengo un buen amigo. Un gilipollas cocainomano ha dejado prenada a su hija, y el padre quiere que sufra. ?Que sufra mucho!
– Ningun problema -dijo Richard-. Sera un placer.
Gravano dijo a Richard que se encargaria de que la victima estuviera en cierto bar de Brooklyn el viernes por la noche.
– ?Quiere que me lo lleve entonces? -dijo Richard.
– Si, cuanto antes mejor. John me ha encargado que te diga que lo hiciste muy bien. Pensamos darte muchos encargos -dijo Gravano.
– Me parece bien, estoy disponible -expuso Richard.
Gravano le dijo donde debia estar el viernes por la noche, se dieron la mano, se besaron, se abrazaron y se fueron cada uno por su lado.
El viernes por la noche, Richard se presento en el bar en cuestion, desconfiado y en guardia, muy armado, con una granada de fragmentacion en el bolsillo. Sabia que aquello bien podia ser una encerrona, aunque su instinto le decia que el encargo de Gravano era serio. El bar se llamaba Tali. Estaba en la avenida Dieciocho. Richard llevaba la camara de video, ademas del rifle de dardos tranquilizantes. Gravano ya estaba en el bar. Presento a la victima a Richard. La victima tenia unos veinticinco anos, pelo negro y grasiento; otro italiano que pretende ser alguien y que ha metido la polla donde no debia, penso Richard. Los dos conversaron, se tomaron una copa. Sammy se retiro. Richard dijo a la victima, como de pasada, que tenia una partida de «buena coca» que queria quitarse de encima. Aquel era el cebo, segun lo entendia Richard.
– ?Sabe Sammy algo de esto? -le pregunto la victima.
– No. Esto es extraoficial.
– Claro, puedo moverla. ?Se puede probar?
– Ahi fuera, en la furgoneta -dijo Richard, pensando que aquello iba a ser mas facil de lo que habia creido. Los dos salieron a la calle.
Cuando estuvieron dentro de la furgoneta de Richard, aparcada en una calle secundaria tranquila, cerca de la avenida Dieciocho, Richard dejo inconsciente al hombre de un golpe con un rompecabezas, lo amordazo y se puso en camino, rumbo a Pensilvania… al pais de las ratas. No le hacia mucha gracia hacer un viaje tan largo llevando a la victima en la parte trasera de la furgoneta; pero si le daban el alto los policias locales o estatales, el los mataria en cuestion de un momento. Llevaba una 38 bajo el asiento, al alcance de la mano. Pero viajo con prudencia, sin superar los limites de velocidad, oyendo musica cautitry. La victima se alboroto un par de veces, pero Richard le dijo que se estuviera quietecito y callado, o le pegaria con un martillo.
Richard no habia tenido intencion de volver a hacer aquello, echar personas a las ratas. Pero si Gravano queria que aquel tipo sufriera de verdad, asi tendria que ser. Era un sistema comodo, facil y muy eficaz. Richard seguia sintiendo curiosidad por observar sus propias reacciones ante aquella barbaridad que habia creado el mismo.
Cuando Richard llego a las cuevas donde vivian las ratas eran ya casi las tres de la madrugada. Obligo a la victima a dirigirse caminando hacia su triste fin. Habia luna casi llena y se veia bastante bien el camino. Richard sabia que las ratas se habian acostumbrado a la carne humana, que se abalanzarian sobre la victima como las moscas a la miel, segun dice el. El hombre intento huir, pero Richard lo derribo de un golpe, le obligo a levantarse y le hizo entrar en la cueva. Las ratas emitian un fuerte olor, penetrante, sucio y fetido. Richard obligo al hombre a echarse, le ato las piernas con cinta adhesiva. Preparo la camara. Oia las ratas al fondo de la cueva, hasta vio algunas que pululaban entre las sombras. La victima sollozaba e intentaba suplicar. Richard se marcho.
Richard volvio a la cueva al dia siguiente. No habia rastro de la victima, ni un hueso, ni un jiron de ropa siquiera. Richard recogio la camara, acordo una reunion con Gravano, fue a Brooklyn y enseno la cinta a Gravano y al padre de la muchacha. Ninguno de los dos soportaba aquel espectaculo. El padre, contento, pago a Richard veinte mil dolares. Richard se volvio a Nueva Jersey. Al cabo de pocos dias salio para Zurich.
Pat Kane tenia que hacer algo. La investigacion no iba a ninguna parte. Richard ya no iba nunca a la tienda. Dominick Polifrone estaba alli casi todos los dias, jugando a las cartas, charlando, contando chistes verdes con mucho ingenio, esperando a Richard en balde. Kane fue a hablar con el teniente Leck.
– Tengo una idea, teniente -dijo.
– Dime.
– Tenemos que provocar a Kuklinski. Tenemos que pincharle un poco.
– ?Que tenias pensado?
– Me gustaria hablar con el… hacerle algunas preguntas, ver como reacciona. Me parece que ya es hora de que lo azucemos, teniente.
?Has hablado de esto con Dominick?
– Si. A el le parece buena idea. Ahora mismo no esta pasando nada, teniente. Tenemos que ser mas activos.
– Prueba. Que te acompane Volkman.
– De acuerdo -dijo Kane; aunque en realidad no queria ir con Ernest Volkman. Volkman habia sido uno de los colegas de Kane mas criticos con el, habia hecho bromitas a costa de la teoria de Kane de que Kuklinski era un asesino en serie y a sueldo, oculto pero a la vista de todos; era de los que mas se habian reido.
Pero Kane fue a hablar con Volkman. Este estuvo dispuesto a ir con el a plantar cara a Richard, y los dos salieron juntos para «azuzar a Richard».
Era a finales de agosto de 1986. Richard acababa de volver de Zurich. Pensaba salir en el coche, camino de Georgia, al anochecer. Hacia mucho calor y humedad cuando los detectives de la Policia estatal de Nueva Jersey llegaron ante la casa de los Kuklinski. El coche de Richard estaba en el camino particular de entrada. Aunque hacia mas de treinta grados, Kane y Volkman tenian que ir de chaqueta y corbata. Era lo reglamentario en la Policia estatal. Kane esperaba con interes aquel momento. Richard Kuklinski llevaba anos desempenando un papel importante en su vida; habia adquirido una omnipotencia desmesurada, y ahora el le iba a plantar cara por primera vez, de cerca, en persona. Los dos detectives, sin saber que esperar, salieron del Plymouth negro con aire acondicionado, llegaron a la puerta principal de los Kuklinski y llamaron al