timbre. El perro de la familia, Shaba, se puso a ladrar. Eran unos ladridos ruidosos, sonoros. La puerta se abrio poco a poco. De pronto, Richard se encontro ante ellos, llenando completamente el hueco de la puerta con su corpulencia enorme.

– ?Que quieren? -pregunto Richard, plantado ante ellos. Kane se quedo impresionado por su tamano. Richard, con su metro noventa y cinco y sus ciento treinta kilos, se cernia sobre ellos como una torre.

Los detectives le ensenaron sus placas doradas y se presentaron.

– Vale, ?que quieren? -dijo Richard, molesto por su presencia y porque hubieran tenido la temeridad de ir a llamar a su puerta sin previo aviso. Nada fastidiaba mas a Richard que se presentara gente en la casa sin ser invitada… sobre todo, si se trataba de dos polis de cara seria que traian, evidentemente, malas intenciones. Los policias no podian ver los ojos de Richard, que llevaba gafas graduadas oscuras, pero su hostilidad callada les llegaba como las bocanadas del calor de agosto que se levantaban de las aceras.

– Estamos investigando varios asesinatos -dijo Kane-. Nos gustaria hablar de ello con usted.

– Si, bueno, pues hablen -dijo Richard.

– ?Conoce usted a Louis Masgay, a George Malliband, a Paul Hoffman, a Danny Deppner o a Gary Smith? -le pregunto Kane.

– No me suenan -dijo Richard, comprendiendo entonces que aquel era el policia que lo habia estado investigando desde siempre, el policia que habia oido campanas pero no sabia donde.

– ?Entonces, dice usted que no los conoce? -repitio Kane, sabiendo que Richard mentia.

– No.

– ?Y a Robert Pronge, y a Roy DeMeo? -le pregunto Kane-. ?Los conocia?

Richard los miro fijamente, consternado al oir pronunciar a Kane el nombre de DeMeo. Richard habia tomado prestado el coche de DeMeo cuando este usaba la furgoneta de Richard, y suponia (equivocadamente) que la Policia habia tomado la matricula del coche de Roy cuando este habia estado aparcado ante la casa de Richard. Richard no tuvo idea, hasta hace poco, de que Freddie DiNome, uno de los asesinos en serie de DeMeo, lo habia relacionado con DeMeo.

– Se que ustedes vieron su coche delante de mi casa. Saben que lo conozco -dijo Richard.

– ?Sabe algo de su asesinato? -le pregunto Volkman.

– Aqui fuera hace calor. Pasen -dijo Richard, quebrantando la regla de oro de la calle: no hablar nunca con los policias.

La casa de los Kuklinski era comoda y fresca, estaba limpia y bien amueblada, arreglada y ordenada. Barbara habia salido de compras. Los chicos estaban fuera, con amigos. Richard ofrecio a los detectives un te helado. Los dos lo rechazaron. Por mucha sed que tuvieran, no estaban dispuestos a aceptar de ninguna manera nada que les diera Kuklinski, por miedo al veneno. Richard se sento en su sillon mientras los detectives se sentaban ante el en el sofa, muy tiesos. No se quito las gafas. Kane observo un cuadro que estaba colgado en la pared, sobre la cabeza de Richard; era un retrato al oleo de Richard y Barbara, que aparecian con expresion tierna.

– No se nada del asesinato de Roy DeMeo -dijo Kuklinski.

– Pero ?lo conocia usted? -pregunto Volkman.

– Si, claro, lo conocia. Ustedes saben que lo conocia. ?Por que no le caigo bien a usted, senor Kane? -pregunto Richard.

– ?Quien ha dicho que no me caiga bien? -repuso Kane, sorprendido por la pregunta. La verdad era que Kane odiaba a Richard. Kane creia firmemente que Richard era un malvado, un agente del propio Satanas.

– Lo veo… lo leo en sus ojos -dijo Richard como si tal cosa.

– Yo no me tomo mi trabajo como cosa personal -dijo Kane-. Para mi, usted no es mas que una cuestion de trabajo. ?Dice, entonces, que no conocia a Deppner, a Masgay ni a Smith?

– Asi es -dijo Richard, como retando a Kane a que le demostrara que si los conocia. Kane, claro esta, tenia pruebas que demostraban que se habia hecho una llamada desde la casa de Kuklinski al Hotel York, donde habia aparecido el cadaver de Gary bajo una cama, y comento entonces a Richard la existencia de esa llamada.

– ?De verdad? No se nada de eso -dijo Richard, que no se habia esperado que Kane hubiera estudiado sus llamadas telefonicas con tanto detenimiento. Aquello no le gustaba. Richard supo entonces con toda seguridad que aquel poli, Pat Kane, habia sido la espina que tenia clavada desde hacia varios anos. Una espina que se queria quitar. Richard miro a Kane con malevolencia, aunque Kane no advirtio la mirada maligna porque Richard no se habia quitado las gafas de sol. Le hicieron algunas preguntas mas, que el respondio con evasivas. Richard, sin perder los buenos modales, les hizo saber que no queria seguir hablando. Se puso de pie. Los otros lo imitaron. Los acompano a la puerta. Kane seguia impresionado por su tamano.

– Gracias por haber hablado con nosotros -dijo Kane, volviendo salir al calor asfixiante del mes de agosto.

– Estoy a su disposicion -dijo Richard, cerrando la puerta.

Aquello habia fastidiado a Richard de verdad. ?Como se atrevian esos cabrones a presentarse en su casa? ?Como se atrevian a llamar a la puerta sin mas, sin previo aviso? ?Quien diablos se habian creido que eran?

Richard creia que todo aquello se resolveria, muy probablemente, si se quitaba de encima a Kane. Le estaban preguntando por asesinatos de anos atras, agua pasada. Si se suprimia el factor Kane, seguirian siendo agua pasada.

Tomo la resolucion de matar a Kane. Aquella era la solucion. Estaba claro. Si tienes un problema, lo matas. Era su remedio para todo.

Richard no tardo en enterarse de que Kane trabajaba en el cuartel de Newton, un edificio de ladrillo de poca altura. Pidio prestada una furgoneta a John Spasudo y fue a vigilar el cuartel. Vio a Kane salir del edificio cuando habia terminado su turno, y lo siguio. Llevaba el rifle Ruger recortado; lo usaria para ese trabajo si se presentaba la ocasion.

Aquel dia, cuando Kane salio de la casa de Richard, penso que habian conseguido lo que pretendian. Ni siquiera entonces habia llegado a hacerse cargo del todo de lo peligroso que era Richard. No habia llegado a creer que Richard llegaria a acecharlo, a matarlo. Pat Kane formaba paite de una cultura en la que no se asesinaba a los policias. Sabia que matar a un policia era como meter la punta de una estaca en un nido de avispas. Era un riesgo que no merecia la pena correr. Pero Richard estaba decidido a matar a Kane. La cuestion no era si debia hacerlo, sino como hacerlo: abiertamente, o que pareciera un accidente, o quiza hacerlo desaparecer, sin mas. Opto por esto ultimo.

Richard siguio a Kane hasta un bar cercano llamado Wander Inn, un local lleno de publico, con clientela de clase obrera. Kane se puso a tomar copas, de pie ante la barra. Richard llego a entrar y a observar a Kane desde un rincon oscuro. Esto va a ser facil, penso Richard. Este tipo es un borrachin. Pero Richard no tardo en darse cuenta de que Pat estaba bebiendo con otros policias; el local estaba lleno de policias, y Richard volvio a salir discretamente por la puerta, como una serpiente gigante y silenciosa.

Cuando Kane salio del bar, se subio a su coche sin darse cuenta de que lo vigilaban, de que lo acechaban, y fue directamente a su casa. Por la fuerza de la costumbre, miraba por el espejo retrovisor (casi todos los policias tienen esa costumbre), pero Richard tenia una gran habilidad para seguir

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату