cianuro en un paquete de sopa Lipton en un supermercado de Camden (no habia sido Richard), y que un hombre de Nueva Jersey habia comprado la sopa, se la habia tomado y habia muerto. La noticia habia llamado mucho la atencion, y Polifrone dijo que podria servirle de excusa para dar largas a Richard. Mientras estaban hablando, sono el busca de Polifrone. Por una notable casualidad, se trataba del misino Richard. El capitan Brialy queria que Polifrone le devolviera la llamada inmediatamente.
– Que se aguante un poco -dijo Polifrone-. No quiero parecer demasiado impaciente.
– Agente Polifrone, le ha llamado su vigilado…, ?devuelvale la llamada! -insistio el capitan.
Polifrone repitio lo que habia dicho. Tenia razon, por supuesto. Pero parecia que Brialy tenia un pique con el agente de la ATF. Por ultimo, tuvo que intervenir Carroll, que dijo al capitan que Polifrone decidiria el modo de llevar aquello.
– ?Quien esta llevando esta investigacion? ?La ATF o nosotros? - pregunto el capitan.
– Esta es una operacion conjunta -dijo Carroll-, y yo tengo una confianza absoluta en la experiencia de Dominick.
El capitan Brialy tuvo que aceptar aquello. Se quedo mirando a Dominick como si quisiera tirarle un bocado.
Dominick sabia desde el principio que aquel era uno de los problemas mas graves en la colaboracion entre agencias, por llamarla de algun modo: todos querian ser jefes, todos querian llevarse los laureles. Pero Polifrone se disponia a llevar aquel caso como a el le pareciera oportuno, sin hacer caso de lo que dijera aquel tipo estirado de uniforme. El que se estaba jugando el culo era el, no Brialy No parecia que las cosas marcharan demasiado bien, pero el haria todo lo que pudiera por sacarlas adelante.
A continuacion, y sobre la base del primer contacto de Polifrone con Kuklinski, Carroll pensaba solicitar ordenes judiciales para intervenir todos los telefonos de Kuklinski; y se trazo un plan complicado que permitiria grabar las conversaciones de manera legal, en un local camuflado proximo a la casa de los Kuklinski. Un equipo de mecanografos escucharia las conversaciones y las pasaria a formato de texto en otro lugar. Para que las cintas pudieran tener validez ante un tribunal, los mecanografos tendrian que recoger con precision hasta la ultima palabra. Cuando quedaron ultimados todos los detalles practicos de esta parte de la operacion ya eran las 9 de la noche y Dominick devolvio entonces la llamada a Kuklinski. Lo habia tenido esperando dos horas.
Richard le dijo que queria que se reunieran para discutir la opera cion de las armas, que el llevaria ai traficante que conocia y que podian verse en el area de servicio Vince Lombardi, en la autopista de peaje de Nueva Jersey, en Ridgefield. Aquello pillaba a Dominick a contrapie, en primer lugar porque Richard pretendia presentarle a su contacto, y en segundo lugar porque no habia tiempo para montar una operacion de vigilancia como es debido. Si lo que habia oido decir Polifrone de Kuklinski era verdad, y no tenia por que dudarlo, Kuklinski era el hombre mas peligroso con el que habia tenido que verselas, con diferencia, y antes de correr el riesgo queria asegurarse de que todo estaba en orden. Otra cosa que preocupaba a Polifrone era que aquella era una operacion conjunta entre varias agencias. Por lo tanto, no habia un centro de mando unico. Por decirlo de manera sencilla, habia muchos generales y pocos soldados. Polifrone tenia una esposa a la que amaba mucho, tres hijos a los que queria con locura, y no estaba dispuesto a renunciar a todo aquello por tener que sufrir las consecuencias de un pique entre agencias.
Ademas, Polifrone no tenia idea de si Phil Solimene jugaba limpio o hacia de agente doble. Bien podia ser que Solimene hubiera estado pasando informacion a Kuklinski y preparandole a el una encerrona. Habia oido contar cosas mucho mas raras que aquella. Sabia que con los tipos de la Mafia no habia manera de saber lo que iban a hacer. Eran criaturas selvaticas, peligrosas e imprevisibles, que no se regian por la costumbre ni por la razon.
Richard tenia, en efecto, sus planes para con aquel tal Dominick Provanzano, y los planes consistian en organizar una falsa venta de armas, quitarle el dinero, matarlo y deshacerse de su cadaver. Iba a hacer que John Spasudo le ayudara a enganar a Dominick, le tomara el pedido para todo el «material pesado» que decia que queria, pero en vez de entregar armas a Dominick le iba a pegar un tiro en la cabeza y, al mismo tiempo, iba a matar tambien a Spasudo. A Richard seguia royendolo por dentro que Spasudo hubiera llevado a gente hasta su casa, y tampoco se habia olvidado de la nina que habia visto en la cama de Spasudo. A Spasudo no solo lo mataria, sino que lo echaria vivo a las ratas. Si, eso era mejor. Spasudo moriria la muerte de los mil mordiscos, como habia llegado a llamarla Richard para sus adentros, diver-
tido por su propia creatividad. Cuando hubiera conseguido el veneno por medio de Dominick, se desharia de los dos al mismo tiempo y se quedaria todo el dinero. Todo muy limpio y bien organizado.
Barbara tenia razon. Richard habia cambiado de manera notable. La llegada de visitas a su casa lo alteraba hasta tenerlo en un estado de frenesi constante. Richard se echaba la culpa a si mismo. Se estaba volviendo descuidado, estaba perdiendo la agudeza. Pensaba que la vida de casado, la vida de familia, le habia pasado factura, lo habia ablandado, lo habia vuelto menos diligente… menos atento. Lo habia distanciado de la vida. Habia sido temerario en muchos sentidos, pero siempre habia tenido suerte. Creia que la suerte se le estaba agotando, al parecer. Tomo la resolucion de empezar a ahorrar dinero, de empezar a guardar en lugar seguro todo el dinero que ganaba. Dejaria el juego, dejaria de correr riesgos innecesarios. Sabia que, si no obraba con mas cautela, iba a acabar mal. Cuando hubiera matado y enterrado a aquel hombre, Pat Kane, que era la espina que tenia clavada, podria llevar adelante sus planes: ahorrar mucho dinero y dejar de una vez la vida criminal, dejar de matar a la gente por dinero y por gusto.
Lo que Richard temia mas que ninguna otra cosa, el temor que lo acosaba ahora, era que lo descubrieran, la verguenza y la deshonra que tendria que padecer y soportar su familia sin duda. Ellos no habian tenido nada que ver con ninguno de sus muchos crimenes, con todo el dolor y sufrimiento que habia causado el: eran verdaderamente inocentes. Pero sabia que sufririan mucho, quiza de manera irreparable, si a el lo encontraban, lo descubrian, lo desenmascaraban. Solo pensar en aquello le producia dolores de cabeza terribles, le daba mareos.
Habia jurado que si llegaba alguna vez el caso de que la Policia intentara detenerlo, el optaria por una muerte honrosa. Jamas se dejaria atrapar vivo. Mataria a tiros a todos los que pudiera. Tendrian que abatirlo. Suponia que, muerto el, jamas podrian demostrar nada de manera concluyente. Lo que hubiera hecho el quedaria enterrado con su cadaver, y estaba seguro de que los agentes del orden perderian el interes por demostrar nada en su contra.
Asi debia morir: suicidandose por medio de la Policia.
Pero antes de nada necesitaba cianuro para ocuparse de Pat Kane como era debido.
En segundo lugar, necesitaba un camion de dinero para retirarse como era debido.
En tercer lugar, dejaria el juego. Controlaria aquel impulso suyo. Era imprescindible. Se sentia atrapado, acorralado, y la unica solucion era el dinero. Mucho dinero. El dinero era el pasaporte para una vida mejor.
El 11 de septiembre, a las 8 de la manana, Pat Kane fue al local desde donde se grababan las llamadas telefonicas de Richard. Kane, Bob Carroll, Paul Smith y Ron Donahue harian turnos para atender a las lineas las veinticuatro horas del dia. Tenian ordenes judiciales que les permitian grabar todas las llamadas, hasta las que realizaba la familia de Richard, las conversaciones de sus dos hijas con sus novios, las de Dwayne con sus amigos, las llamadas de Barbara para encargar provisiones… siempre exigia lo mejor de lo mejor. Pero solo estaban autorizados a registrar por escrito las conversaciones de Richard que tuvieran relacion concreta con… delitos.
Pat Kane ya era optimista. Estaba seguro de que tirar del sedal y apoderarse de Richard ya solo seria cuestion de tiempo. Kane seguia viendo a Richard como un lucio de los