desmontable. El silenciador se enrosca al canon.
Se la entrego a Polifrone y le dijo que podria darsela por mil cien dolares, pero que para un cargamento mayor el precio tendria que ser de mil quinientos dolares. Dijo que aquello era «un precio de muestra», para mover el trato.
Bob Carroll estaba satisfecho: ya podian detener a Richard y acusarlo de la venta de aquella pistola con silenciador. El silenciador era un delito grave. Pero Carroll queria mas, tenia que tener mas. Su proposito era asegurarse de que Richard recibiria una condena importante, que se pasaria el resto de su vida en la carcel o, mejor todavia, que lo condenaran a muerte. Tenso, se puso a oir como Polifrone seguia atrayendo a Richard a la trampa que le habia tendido con tanta astucia. Mientras tanto, Pat Kane esperaba en el bunker de la fiscalia general, paseandose nervioso como un futuro padre. El no podia dejarse ver por alli. Todos sabian que si Richard lo reconocia, todo estaria perdido en un momento.
Kuklinski enseno entonces a Dominick a montar el silenciador. Manejaba el arma con soltura de experto. Estaban en un rincon apartado, cerca de unas cabinas telefonicas. Richard se ocultaba tras la puerta del maletero abierto de su coche para que nadie pudiera ver lo que hacia. Polifrone le entrego los mil cien dolares, que le habia proporcionado el Estado de Nueva Jersey. Esto fue lo que se grabo:
– Escucha, Rich. ?Recuerdas que me dijiste como usas el cianuro?
– ?Y que?
– Pues mira, es que yo conozco a un chico judio rico al que he estado sirviendo cocaina. Ahora quiere que le entregue dos kilos, y yo puedo, pero el puto chaval me tiene hasta los cojones, ?sabes? Asi que, lo que yo te pregunto es… ?crees que es posible echar cianuro en la coca?
– Desde luego.
– Lo que habia pensado yo es que podiamos dar un golpe rapido. Nos quitamos de en medio al muchacho y vamos a medias en el dinero que traiga para los dos kilos.
– ?Viene siempre solo?
– Si, siempre viene solo.
– ?Y trae dinero al contado?
– El chico es rico por su viejo. Esta podrido de dinero. El dinero no es problema. El problema es el. Ya no trago a ese cabron.
– Muy bien. Tu dime cuando. Dom, has entendido que el precio de estas armas sube despues de esta, ?verdad? Esta ha costado cien mil, pero desde ahora todas son a mil quinientos, aunque sea en cantidad.
– ?Sin la nariz? |La «nariz» es el silenciador.]
– No, con la nariz. Lo mismo que esta, solo que costaran mil quinientos, no mil cien.
– ?De que calibre?
– Ni lo he preguntado. Probablemente del 22.
– Eh, ?y que me importa a mi? Se trata del dinero de la tia irlandesa, no del mio. A mi me importa un pito. La verdad es que me importa una mierda la causa por la que luchan alli. Hoy te pago tu precio de hoy. El precio de manana sera problema de ella.
– Es igual; yo simplemente te lo digo, Dom. Y lo de ese otro tipo, parece muy interesante, joder; estoy dispuesto a cargarme a un judio en cualquier momento. ?A quien cono le importa?
– Eso es.
– Y no solo eso, sino que, segun dices, podemos sacar de esto una buena tajada.
– Es lo que te estoy diciendo, Rich. ?Sabes lo que podemos hacer? No se si estas dispuesto a hacer esto, pero puedo traerme al chico por aqui algun dia. Quedare con el para tomar cafe, y tu puedes venirte por aqui para echarle una ojeada si quieres.
– Sin problema. Dile que lo veras aqui, junto a los telefonos, y yo aparcare alli para ver que aspecto tiene.
– Bien, bien. Solo que, Rich, no quiero que lo mates de un tiro. A su viejo le sale el dinero por las orejas. Contrataria a investigadores privados y toda la pesca. Por eso tiene que parecer una sobredosis. ?Sabes como te digo?
– Sin problema. Puedo hacerlo, pero tu tienes que conseguirme el cianuro. Yo lo preparare o se lo echare a la cara. Puedo hacer el… ya sabes; y entonces, un solo golpe y se acabo. Se echa a dormir.
– O podemos ponerlo en la cocaina. A mi me importa una mierda, en realidad, con tal de que la palme y parezca una sobredosis.
– Hay mas de una manera de hacerlo, amigo. Si no quieres que le pegue un tiro, podemos hacerlo de otra manera. Hay millones de maneras.
– Una sobredosis, eso es lo que yo quiero.
– Bueno, tambien podemos ponerle mierda pura y que tenga una sobredosis de verdad.
– Como sea. Ahora me tengo que largar, pero volveremos a hablar de esto. ?Vale, Grandullon?
– Entendido. Hasta luego.
Richard y Polifrone se separaron. Richard se subio a su coche y salio del area de servicio. Carroll estaba alborozado. Ya tenian pruebas claras para detener a Kuklinski por conspiracion para cometer un asesinato. La lista de acusaciones se iba alargando, tal como el deseaba; y Bob Carroll pensaba que, gracias a la confianza evidente que habia depositado Kuklinski en Polifrone, podrian llevar el caso mas lejos, reforzar las pruebas que ya tenian contra Kuklinski. Carroll habia pensado en servirse de Paul Smith, que estaba sentado a su lado en esos momentos, para que representara el papel del chico judio rico que queria comprar cocaina. Carroll ya tenia suficiente para detener a Richard inmediatamente, pero queria mas. Queria estar seguro de que, cuando detuvieran a Richard, tendrian pruebas irrefutables en su contra; de que moriria en la carcel, de viejo o ejecutado; esto ultimo, a ser posible.
Mientras el equipo de trabajo Hombre de Hielo planeaba su proximo movimiento, Richard volvio a salir para Zurich, sin que los del equipo, una vez mas, tuvieran la menor idea de que se hubiera ido a alguna parte. Si Richard hubiera sabido lo que pasaba, que Solimene le habia traicionado, quien era en realidad Polifrone, se habria quedado en Zurich. Seguia creyendo que Polifrone compraria un gran cargamento de armas y que le ayudaria a preparar una encerrona a aquel chico judio rico. Todavia no sospechaba nada. Polifrone era para el un medio para conseguir algo: mas dinero, y cianuro. Despues de aquello, podria darse por muerto.
Remi y Richard se reunieron en un cafe con grandes ventanales en el centro de la ciudad, y Richard volvio a oir de nuevo la historia de que otro hombre de aquella «banda» queria extorsionar al banquero asiatico.
– Ahora tiene mucho miedo, ?sabes? -dijo Remi-. Esta hablando de dejarlo y volverse a Japon, y entonces estaremos perdidos. Debemos impedirlo. Tienes que hacer tu magia otra vez. Se que conoces a la gente adecuada.
– Yo soy la gente adecuada -dijo Richard con voz grave, con seriedad mortal, con una leve sonrisa en su cara eslava de grandes pomulos.
Remi se quedo atonito.
– Tu… no me lo puedo creer.
– No es para tanto -dijo Richard.
Remi abrio mucho los ojos. Parpadeo varias veces. No sabia como asimilar aquella… revelacion.
– Cielo santo -dijo.
– Vale; escucha. Dile al banquero que este tranquilo; dile que nosotros