nos encargaremos de todo. Lo que mas me preocupa a mi es lo de esa banda que no deja de aparecer. Tienes que enterarte de cuanta gente sabe lo del banquero y de quienes son. Lo que habria que hacer seria quitarse de en medio a todos de una sola vez.

– Si, si, claro… ?Tu… tu puedes hacer una cosa asi? -pregunto Remi con incredulidad.

Richard sonrio. Aquello le divertia.

– Claro que puedo. Ningun problema, amigo. ?Crees que puedes conseguirme una pistola? -pregunto Richard, y dio un bocado a un cruasan de almendras espolvoreado de azucar.

– Si -dijo Remi.

– De acuerdo. Tu me consigues la pistola, me ensenas donde esta esa banda, y yo me encargo del resto -dijo Richard.

– ?De verdad? -dijo Remi, mirando a Richard de una manera completamente distinta, lleno de asombro y de susto. Habia comprendido que a los dos primeros miembros de la banda los habia matado el propio Richard-. Me parece que eres un hombre fuera de lo comun, ?sabes?

– No hay muchos como yo por ahi -dijo Richard.

– Cielos, no -dijo Remi.

– Dile al tipo del banco que reuna a todos los miembros de la banda en un solo sitio. Que nosotros nos encargaremos de esto.

– ?Estas seguro?

– Claro que si.

– Ya veo -dijo Remi-. De acuerdo.

Como Richard estaba en Zurich, las escuchas telefonicas en su casa no daban ningun resultado de momento. Polifrone aviso a Richard por el busca varias veces, le dejaba recados que el no respondia. El equipo de trabajo Hombre de Hielo estaba perplejo.

Remi proporciono a Richard una Walther P calibre 38 con el cargador lleno y una caja de balas. Era una pistola que Richard conocia bien. Ya armado, hizo que Remi alquilara una furgoneta, y desde ella vieron como se reunia el banquero asiatico con dos hombres en un cafe de la ciudad.

El banquero dijo a los dos hombres que volveria a trabajar con ellos, que les proporcionaria nuevos cheques, pero que tardaria cosa de una semana. Les aseguro repetidas veces que seguiria haciendo negocios con ellos. Despues de la reunion, Remi y Richard siguieron a los dos hombres hasta la misma casa que habia visitado el hombre al que habia matado Richard con el espray de cianuro. Era una calle residencial tranquila, poco adecuada para lo que tenia pensado Richard, matarlos de sendos tiros en la cabeza. Pero tendria que arreglarselas. Richard dijo entonces a Remi que se marchara: iba a hacer aquello a solas. Remi se bajo de la furgoneta de buena gana y se alejo andando deprisa y sin mirar atras. Richard detuvo la furgoneta delante de la casa, pensando cual seria la manera mejor de hacer aquello.

Si disparaba la pistola, alguien avisaria a la Policia. Llevaba encima un cuchillo de caza y decidio usarlo. Se apeo de la furgoneta y camino abiertamente hasta la puerta, llamo. Uno de los hombres salio a abrir, y Richard, veloz como un rayo, le puso la pistola automatica en la cara, le dijo que guardara silencio y se colo rapidamente en la casa, moviendose como un bailarin de tangos. Obligo a los dos hombres a tenderse en el suelo. Corto unos cables de la lampara y los uso para atarles fuertemente las manos a la espalda. Despues les metio unos calcetines en la boca y mato a uno, y despues al otro, clavandoles el cuchillo en la nuca, hacia arriba. Temiendo que el doble asesinato pudiera achacarse de alguna manera al banquero, Richard decidio deshacerse de los cadaveres. Para ello, tomo las mantas de dos camas del apartamento, enrollo cada cadaver en una manta, tomo uno y lo echo en la parte trasera de la furgoneta, se cercioro de que no lo miraba nadie, volvio, se echo al segundo sobre el hombro inmenso, lo metio tambien en la furgoneta, y se alejo despacio. Los automovilistas que iban deprisa llamaban la atencion. Richard nunca tenia prisa cuando transportaba cadaveres.

Cuando Richard salia de la ciudad, paso ante una ferreteria donde se veian expuestas escaleras de mano y carretillas de alegres colores; hizo un giro, volvio y compro una pala de mango largo, y siguio su camino. Consiguio llegar a una autopista; siguio por ella durante media hora; salio de la autopista y se puso a buscar un lugar adecuado para deshacerse de los cadaveres, tal como habia hecho de chico en Jersey City: la historia se repetia. No habia contado con tener que hacer nada de aquello, y no le gustaba, pero lo hacia porque habia que hacerlo. No obstante, ahora exigiria una parte mayor del dinero, y tendrian que darsela. Richard no tardo mucho tiempo en encontrar una zona apartada en el bosque. Cavo un hoyo, arrojo rapidamente al hoyo los cadaveres de los dos hombres y lo cubrio de tierra, hojas y ramas. Volvio a la furgoneta y regreso a Zurich, llamo a Remi y le dijo que todo estaba «arreglado». Tambien le dijo que fuera a recoger la furgoneta para devolverla. Hecho esto, Richard se dio una ducha, se reunio con Remi y devolvieron la furgoneta (despues de comprobar que no tenia rastros de sangre), y fueron a cenar a un restaurante frances de cinco estrellas.

Remi estaba impresionado. Le parecia increible que un solo hombre pudiera ser tan… eficaz a la hora de hacer desaparecer a la gente… los problemas. Ahora miraba a Richard con nuevo respeto. Richard le dijo que queria «un trozo mayor del pastel».

– ?Claro! ?Claro! ?Te lo mereces! -dijo Remi-. ?Sin duda alguna!

Richard regreso dos dias mas tarde a Nueva Jersey, volvio a bajar a Georgia, ingreso el ultimo cheque y se volvio a Dumont. El equipo de trabajo se alegro de oirlo al telefono de nuevo. Polifrone lo llamo por telefono y por el busca, y Richard volvio a ponerse en contacto con Polifrone por fin el 8 de octubre. Lo llamo desde una casa de comidas. Richard esperaba que Polifrone tuviera ya el cianuro, y se lo pregunto de entrada. Pero Polifrone volvio a darle largas. Richard le pregunto por la mujer del IRA; Polifrone dijo que estaba contenta, que esperaba tener noticias de ella.

– ?Y lo de ese chico judio? -pregunto Richard.

– Se mueve mucho; viaja mucho. Tendre noticias de el pronto. ?Estaras por aqui?

– Estare. El que titubea esta perdido, amigo mio -dijo Richard.

– En eso tienes razon.

– Hay que actuar en caliente -dijo Richard.

– Entendido -dijo Polifrone-. Te avisare cuando llegue el momento.

Colgaron. Richard empezaba a creer que Polifrone era, en suma, un cuentista. Si tuviera lo que decia que tenia o que podia conseguir, ya estaria en la mesa. Richard llego a la conclusion de que Polifrone no era mas que uno de tantos fanfarrones bocazas. Llevaba toda la vida conociendo a hombres asi. No era nada nuevo. Esa gente que decia que tenia muchos contactos, que conocia a mucha gente, y luego resultaba que estaban mas vacios que una bolsa de papel usada.

Polifrone pensaba que Richard estaba frio y distante, que quiza llevaba demasiado tiempo dando largas a Kuklinski. Tenia razon. Sabia que si no le entregaba algo pronto, Kuklinski dejaria de prestarle atencion, dejaria de atender a sus llamadas.

Y, al parecer, aquello era precisamente lo que habia sucedido.

Polifrone llamaba por telefono, dejaba recados, avisaba a Richard por el busca, sin obtener respuesta. En una ocasion le devolvio la llamada «Tim» (Spasudo), pero aquello no condujo a nada; los del equipo de trabajo sabian que Spasudo no era mas que una herramienta de Richard, un gancho suyo. La situacion se estaba volviendo insostenible. Bob Carroll hablaba ya de detener a Kuklinski sobre la base de lo que ya tenian, pero al final se decidio que si querian encerrar a Kuklinski de una vez por todas, necesitaban mas pruebas. Uno pego con cinta adhesiva una foto policial de Richard a una botella de Jack Daniels, de la que bebian (con tiento) durante los debates a altas horas de la noche. Aquello se convirtio en un rito. Carroll prometio que cuando atraparan a Kuklinski de verdad, habria botellas de buen champan.

Por fin, a finales de octubre, Richard llamo por fin al agente Polifrone. Le dijo que habia estado ocupado, que habia perdido el numero de Polifrone. Ya no parecia interesado. Polifrone comprendio que estaba a punto de escupir el anzuelo. Dijo a Richard que el chico judio rico habia vuelto, que estaba pidiendo material, que lo queria con impaciencia; y que la tia del IRA queria hacer un pedido, un pedido

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