importancia: en cuanto el comprador de cocaina y Polifrone estuvieran en la furgoneta, iba a matarlos, y se acabo. Habia pensado pedir prestada una furgoneta a Jimmy DiVita, un delincuente de poca monta de New London, en Connecticut. Se llevaria los cadaveres a Pensilvania y los echaria al pozo de una mina abandonada.
Para llevar la corriente a Polifrone y tender la trampa, Richard accedio a verse con el a primera hora de la manana del miercoles, 17 de diciembre, para recoger los emparedados de huevo y el cianuro. El cianuro que le serviria para matar a Pat Kane. Aquel era el plan de Richard.
53
Era el 17 de diciembre de 1986, un dia que pasaria a la historia.
Richard se levanto temprano, como tenia por costumbre. Tomo cafe y tostadas y se quedo sentado en el cuarto de estar, mirando al suelo, preguntandose si debia ir a reunirse con Polifrone o no. Dice que todo aquel asunto le producia una sensacion incomoda, pero decidio ir a ver como iba todo. Al fin y al cabo, segun razono, ya habia invertido mucho tiempo en aquel asunto, de manera que bien podia ver como salia. Se levanto, se puso una chaquetilla negra y se dirigio a la puerta. Barbara no se encontraba bien y seguia en la cama.
A las 8.45 de la manana el agente de la ATF Dominick Polifrone estaba en el lugar habitual, ante las cabinas telefonicas del area de servicio Lombardi. Hacia un dia muy frio. El viento helado azotaba la zona de servicio. El publico iba y venia apresuradamente de sus coches a los seis establecimientos de comida rapida. El cielo estaba lleno de nubes agitadas, furiosas, que parecian hacerse la guerra unas a otras. Se oia el ruido del trafico que pasaba por la carretera y el rugido de los aviones que volaban bajo.
Polifrone llevaba en la mano una bolsa de papel blanca. Contenia tres emparedados de huevo. En el bolsillo del abrigo llevaba un frasco del tamano del dedo pulgar, con el supuesto cianuro que serviria para envenenar uno de los emparedados. Polifrone estaba armado hasta los dientes y llevaba microfono y grabadora. Los detectives del equipo de trabajo vigilaban todos sus movimientos. Todos estaban tensos. Habia llegado el momento. Era el dia D. Era el dia en que pasarian a la accion. Todos sabian que Richard era mortal; que iba armado con toda seguridad y que no dudaria en matar. Polifrone queria terminar de una vez con aquello. Llevaba casi diecinueve meses con aquel caso maldito. Estaba cansado de aquel asunto, estaba cansado de las mentiras, estaba cansado del equipo de trabajo Hombre de Hielo, estaba cansado de correr un riesgo constante. Vio llegar por la carretera de acceso el Oldsmobile Calais de Richard con la silueta enorme e inconfundible de su propietario al volante.
– Ya esta aqui -susurro. Sus palabras se transmitieron al instante a todos los miembros del equipo de trabajo. Pat Kane, Bob Carroll, Paul Smith y Ron Donahue estaban escondidos en una furgoneta Chevrolet oscura con ventanillas ahumadas y veian claramente a Polifrone.
Pat Kane apenas habia podido dormir la noche anterior. Todo su esfuerzo, todo su sudor y lagrimas y sus noches sin dormir estaban arrojando sus frutos por fin. Habia llegado a dudar de que llegaria aquel dia, pero habia llegado. Richard Kuklinski pronto estaria en un calabozo, o muerto. Eran las dos unicas opciones que tenia. Bob Carroll le habia prometido que cuando llegara el momento de detener a Kuklinski, seria el, Pat Kane, quien lo detendria, quien le diria que estaba detenido y quien le pondria las esposas. Seria el momento culminante de la carrera profesional de Kane, de su vida. Tendido en su cama, pensando en lo que iba a suceder, rezo; agradecio a Dios la ayuda que sabia que le habia prestado a el, a Polifrone y al equipo de trabajo, a Bob Carroll. Kane estaba seguro de que la mano de Dios habia desempenado un papel integral en todo aquello, en todo lo que iba a pasar. Creia que Dios les habia proporcionado, sin duda, a Dominick Polifrone. Por lo que a el respectaba, Richard Kuklinski era un instrumento del propio Satanas, y ahora, por fin, recibiria su merecido.
– ?Como te va, Dom? -dijo Richard al llegar.
– Bien. Hable con el chico anoche. Esta todo arreglado. Aqui estan los emparedados. Voy por el y vuelvo en un cuarto de hora.
Richard tomo la bolsa.
– ?Estas seguro? -pregunto.
– Si, si -le aseguro Polifrone. No le gustaba el comportamiento de Richard; le parecia distante, desconfiado-. Voy por el chico y vuelvo en un cuarto de hora.
Vale. Yo voy por la furgoneta. No esta lejos de aqui, en la salida siguiente. A diez minutos en coche -dijo Richard.
– ?De que color es, para que la reconozca?
– Azul.
– ?Y donde vas a aparcarla, para que pueda llevarlo hasta alli mismo?
– Aqui mismo. Sera mejor que hagamos esto aqui, donde no hay nadie. Yo estare en el asiento del conductor. No tendra perdida.
– Vale; yo lo llevare hasta la trasera misma de la furgoneta para que pruebe la cocaina.
– Vale.
Polifrone se saco entonces una bolsita del bolsillo de la chaqueta.
– Aqui esta el cianuro -dijo, pronunciando la palabra cianuro fuerte y clara para asegurarse de que quedaba bien grabada. Polifrone dijo que habia alli una cantidad de aquel veneno mortal suficiente para matar a mucha gente. Pregunto a Richard que iba a hacer con el cadaver del comprador de cocaina.
– Voy a ponerlo a buen recaudo -dijo, y se rio. Era una risa helada, llena de malicia y sin alegria, que levantaba nubes de vapor en el aire frio. Richard vio entonces la furgoneta negra del equipo de trabajo, con sus ventanillas ahumadas. Tenia un aspecto raro, sospechoso, como contaria el mas tarde.
– Vamos a dar un paseo -dijo Richard; y empezo a cruzar el aparcamiento, hacia la furgoneta. Lo vieron venir; todos se agacharon rapidamente.
– ?Donde vas? -pregunto Polifrone, inquieto, acercando la mano a la pistola.
– A pasear un poco, nada mas. Llego a la furgoneta e incluso se asomo al interior. No vio nada. Entonces se encamino otra vez hacia su coche mientras Polifrone lo seguia, intentando hacer que Richard dijera la palabra «asesinato». Richard abrio el maletero de su coche y echo dentro los emparedados, subio al coche y arranco el motor. Aseguro a Polifrone que volveria con la furgoneta, le dijo que era de dos colores, azul claro y oscuro. Lo que Richard habia pensado era volver en su coche y, si estaba alli el chico judio rico, decir que la furgoneta no arrancaba, que tenia la coca en su almacen y que lo siguieran hasta alla. Cuando estuvieran en el almacen, Richard mataria a Polifrone y al comprador de cocaina. De hecho, Richard habia intentado pedir prestada una furgoneta el dia anterior a Jimmy DiVita, pero la furgoneta tenia demasiadas ventanillas. En cualquier caso, el almacen seria mejor lugar para llevara cabo el doble homicidio. Richard dijo que volveria al cabo de veinte minutos. Polifrone dijo que el volveria con el comprador de cocaina a la media hora justa. Richard se puso en camino. Paso por delante de las cabinas telefonicas. En una estaba el jefe Bob Buccino haciendo como que hablaba por telefono. Habia estado escuchando hasta la ultima palabra que se habia dicho. Tenia una pistola de nueve milimetros envuelta en un periodicos, estaba dispuesto a volar la cabeza a Richard. El jefe odiaba a Richard de verdad y solo queria una excusa para acabar con todo aquello alli mismo, ahorrando un juicio largo y costoso.