volante, arranco el motor y se dirigio hacia la fuerza de asalto reunida, sin tener la menor idea de que se estaba metiendo en la boca del lobo. Richard llevaba una automatica del 25 bajo el asiento. La fuerza de asalto estaba armada con ametralladoras y escopetas. Mientras avanzaba despacio, hacia el sur, por la calle donde habia vivido diecisiete anos, vio los vehiculos de la fuerza de asalto dispuestos en una formacion irregular.

– Ha debido de pasar algo -dijo a Barbara-. De pronto, todos los vehiculos avanzaron a la vez, lanzandose directamente sobre Richard y Barbara, sin luces ni sirenas.

– ?Que cono pasa? -dijo Richard.

– ?Cuidado! -exclamo Barbara.

Al principio, Richard penso que se trataba de un golpe, que lo iban a matar, que se le habia venido encima por fin todo lo que habia hecho, o algo que hubiera hecho recientemente. Se desvio hacia la derecha. El coche golpeo la acera. Los agentes y los detectives saltaron de los vehiculos y lo rodearon. Uno salto sobre el capo del coche y le apunto con una pistola en posicion de combate. Richard penso tomar la 25, pero no se atrevio, sabiendo que con toda seguridad le dispararian muchos tiros a el, al coche, y que podian herir a Barbara.

Le estaban apuntando a la cabeza con una pistola de nueve milimetros.

– ?No te muevas, joder! -le dijeron. Abrieron la puerta del coche bruscamente. Kane saco del coche a Richard a tirones y varios hombres se abalanzaron sobre el, intentando derribarlo, intentando echarle a la espalda los brazos inmensos para poder ponerle las esposas. Abrieron tambien la puerta del lado de Barbara. El jefe Buccino la asio y le obligo a tenderse en el suelo, empujandola fisicamente. Cuando Richard vio esto, la rabia le exploto dentro de la cabeza.

– ?Ella no tiene nada que ver con esto! ?Dejadla! ?Dejadla en paz! - grito.

– Que te jodan -dijo Buccino, dando rienda suelta a su desprecio; y empujo bruscamente a Barbara al suelo y le apoyo la bota en la espalda mientras la esposaban.

– ?Que hacen? -pregunto ella- ?Richard, ayudame!

Richard se volvio loco. Se levanto y se abalanzo sobre Buccino, decidido a matarlo, a hacerlo trizas, aunque a el lo mataran a tiros para impedirselo.

Ocho miembros de la fuerza de asalto intentaban reducirlo, luchaban y forcejeaban con el, entre ellos Pat Kane, Donahue y Volkman, todos ellos maravillados de la fuerza sobrehumana de Richard. Este consiguio cubrir la mitad de la distancia que lo separaba de Buccino, llegar hasta la trasera del coche, pero entonces los agentes y los policias lo levantaron en vilo y lo arrojaron sobre el capo del vehiculo. Hicieron falta cuatro hombres para llevarle las manos a la espalda, pero las munecas de Richard eran tan gruesas que Kane no pudo ponerle las esposas. Por fin, tuvo que usar unas esposas de pies para esposarle las manos a la espalda.

Richard estaba ciego de ira por el trato que estaban dando a Barbara, y aun esposado con gruesas esposas de pies se resistia e intentaba lanzarse sobre Buccino.

– Tranquilo, tranquilo -le dijo Kane-. Todo ha terminado, Rich. Todo ha terminado. Estas detenido.

– ?No hay motivo para meterla a ella en esto! -vocifero Richard-. Es inocente. ?Lo saben!

– Eso no esta en mi mano -dijo Kane.

Ayudaron a Barbara a levantarse y la llevaron a una furgoneta. Los policias y los agentes seguian luchando con Richard para evitar que se lanzara sobre el jefe Buccino, quien a su vez estaba dispuesto a pegar un tiro a Richard. La gente que vivia en la calle, asustada, habia avisado a la Policia de Dumont, y aparecieron entonces dos coches patrulla.

Durante toda su vida, a lo largo de su carrera criminal larga y sordida, Richard siempre se habia imaginado que pereceria en un encarnizado tiroteo a muerte. Era, de hecho, lo que tenia pensado. Habria preferido con mucho morir en un tiroteo que tener que rendir cuentas, ver la verguenza, la humillacion y la deshonra que tendria que sufrir su familia si salia a la luz quien era el en realidad. Era lo que mas temia Richard en el mundo: la humillacion de su familia querida. Era lo unico que le importaba.

Una turba de agentes de la fuerza de asalto levanto en vilo a Richard y lo echo a la trasera de la furgoneta negra. Estaba, literalmente, a punto de estallar.

54

La politica del asesinato

El fiscal general Al Smith, jefe de Bob Carroll, consideraba la detencion de Richard Kuklinski el hito mas senalado de su carrera, y queria sacarle el maximo partido posible. Como sabia que la detencion iba a tener lugar aquel dia, habia ordenado que la fiscalia se pusiera en contacto con los medios de comunicacion para que estuvieran todos presentes para cubrir el golpe. Lo que se dijo a los medios fue que las fuerzas del orden iban a detener «a un asesino en serie que congelaba a sus victimas, que mataba con cianuro, armas de fuego, cuchillos, y que, ademas, era asesino a sueldo de la Mafia». Huelga decir que esto provoco una avalancha de periodistas.

Al Smith tenia aspiraciones politicas. Esperaba presentarse a las elecciones para gobernador del Estado, y ?que mejor para ello que esta detencion, que esta atencion mediatica? Hay una larga historia de funcionarios de la justicia metidos a politicos que aprovecharon casos celebres para favorecer sus pretensiones politicas; ejemplos evidentes de ello serian los de Rudy Giuliani, que aprovecho sus procesamientos de jefes de la Mafia en el Distrito Sur de Nueva York para hacerse elegir alcalde de Nueva York, y el de Thomas F. Dewey, que aprovecho el celebre procesamiento de Lucky Luciano para llegar a gobernador del Estado de Nueva York.

Aquella manana, cuando a Richard lo llevaban al juzgado de Hackensack para que se procediera a su detencion oficial, a ficharlo, fotografiarlo y tomarle las huellas, se recibio una llamada que anunciaba que la prensa estaba esperando ante las puertas del juzgado, y que Kuklinski debia tener un aspecto «presentable ante los medios». Entonces la furgoneta se detuvo y cinco detectives ayudaron a Richard a bajarse, se cercioraron de que no pareciera demasiado maltratado, y lo sentaron en el asiento trasero de un coche negro de detectives. Ya se habia tranquilizado un poco, pero seguia enfadado porque hubieran maltratado a Barbara. Le importaba un comino lo que le hicieran a el, pero poner la mano encima a Barbara, arrojarla al suelo y esposarla, era impensable, nefando, una infamia. No tendria descanso hasta que matara a Buccino. No le importaria morir en el intento; si asi tenia que ser, que asi fuera.

– Saben que mi mujer es inocente; saben que mi mujer no ha hecho nada -repetia, mas para si mismo que para que lo oyeran los detectives que iban con el en el coche, uno de los cuales era Pat Kane.

– Nadie le ha hecho dano. Tranquilo, Rich, tranquilo -le dijo Kane.

– Esta enferma. ?No habia ningun motivo para tratarla asi! ?Ningun motivo!

En vez de llegar con el coche hasta la entrada misma, aparcaron a sus buenos diez metros de distancia para que Richard tuviera que recorrer aquel camino a pie, lo que permitiria la turba de periodistas, productores y fotografos atonitos ver bien a aquel asesino en serie gigante que mataba a los seres humanos y los congelaba. Richard no intento ocultar su ira; bufaba, resoplaba y grunia como si estuviera a punto de estallar en un ataque de rabia homicida.

– ?A cuantas personas ha matado? -le pregunto un periodista.

– ?Es verdad que congelaba a la gente? ?A cuantos? -le interrogo otro.

– Estos polis han visto demasiadas peliculas -gruno Richard, con el rostro como una mascara retorcida de furia mal contenida.

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