Podrian haber arrestado a Richard sobre la marcha, pero Bob Carroll queria que Richard echara el polvo blanco en el emparedado y llegase a darselo al detective Paul Smith; le parecia que aquello reforzaria la acusacion, que vincularia directamente a Kuklinski con el asesinato de Gary Smith. Cuando regresara Richard, lo detendrian «con las manos en la masa». El aparcamiento estaba abarrotado de gente de la fiscalia general y agentes de la ATF y del FBI, todos dispuestos a saltar sobre aquel asesino en serie que envenenaba, disparaba y apunalaba a la gente con impunidad, como si tuviera algun derecho divino.
Richard salio con su coche del area de servicio. Bajo por la carretera casi un kilometro, se detuvo, se puso unos guantes de plastico y abrio cuidadosamente el frasco. Le parecio inmediatamente que aquello no parecia cianuro. Olisqueo con mucho cuidado el aire… no se percibia el claro olor a almendras caracteristico del cianuro.
?Esta es una puta mierda! penso, y se quedo alli sentado, preguntandose que pasaba, mas perplejo que otra cosa. Metio la primera y siguio adelante hasta que vio un perro sarnoso que olisqueaba unos botes de basura. Entro en un restaurante de comida rapida, compro una hamburguesa, la llevo al coche, puso en la hamburguesa algo del polvo blanco (con cuidado, por si acaso) y se acerco a aquel chucho grande, de color de herrumbre. El perro olio la carne y levanto las orejas. Richard le ofrecio la hamburguesa. El perro, desconfiado, como escarmentado por haber sufrido jugarretas anteriores, tomo la hamburguesa y la devoro rapidamente, mientras Richard lo observaba con atencion para ver que pasaba, inclinando la cabeza a la izquierda con gesto de curiosidad.
El perro se alejo por la orilla de la carretera, meneando la cola escualida.
?Puto mentiroso! penso Richard. Seguian sin saber a que demonios estaba jugando Polifrone, pero ya no queria tener nada mas que ver con ello, fuera lo que fuera. Habia empezado a pensar que Polifrone quiza fuera un asesino a sueldo que, de hecho, estuviera intentando hacerle una encerrona a el.
– Que lo jodan -dijo Richard en voz alta; y fue a una cabina de telefonos y llamo a Barbara para ver como estaba. Llevaba dos dias mal de la artritis, con algo de dolor de cabeza y decimas de fiebre.
– Estoy bien. Estoy acostada -dijo ella.
– ?Quieres que salgamos a desayunar? -le pregunto el.
– Claro… supongo. Vale.
– Voy a pasarme a traer algunas cosas de la tienda y despues ire a casa.
– Bien -dijo ella, y colgo. Richard fue en su coche al Grand Union y compro algunas provisiones. Como de costumbre, compro mas de lo necesario; uno de los grandes placeres en la vida de Richard era encargarse de que su familia tuviera de todo. Salio del Grand Union con cuatro grandes bolsas de provisiones, las guardo en el maletero, se metio en su coche y se dirigio despacio a su casa, sin ser consciente de la tormenta policial que estaba a punto de descargar.
Los detectives de la Policia estatal Tommy Trainer y Denny Cortez estaban vigilando la casa de los Kuklinski aquella manana. Era la mision que les habian encomendado. Cada veinte minutos, mas o menos, pasaban despacio con su coche ante la residencia de los Kuklinski. Era un dia humedo y muy frio. El cielo era una masa de nubes airadas del color de la polvora. El aire estaba cargado de la promesa de nieve. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina, y en aquella calle tranquila de Dumont se iba a abrir la caja de los truenos.
Hacia las diez de la manana, Cortez y Trainer pasaron ante la casa y vieron que Richard estaba alli, en el camino de acceso, sacando del maletero del coche las cuatro bolsas de provisiones.
Sorprendidos de ver que estaba alli de pronto y no en el area de servicio, donde creian que debia estar, llamaron al equipo de trabajo, cuyos miembros tambien se sorprendieron al enterarse que Richard estaba en Dumont. Evidentemente, no pensaba volver al area de servicio Lombardi. Richard vio que los detectives pasaban despacio en coche ante su casa mirandolo fijamente. Se pregunto por que lo miraban con tal interes. No relaciono aquellos hombres con Polifrone, cosa rara, teniendo en cuenta su caracter desconfiado.
El jefe Bob Buccino dirigia las operaciones aquella manana. Ordeno entonces que la fuerza de asalto fuera a la casa de Richard y lo detuvieran alli, y todos emprendieron el camino de Dumont, mas de quince vehiculos camuflados con las sirenas sonando, las luces rojas girando freneticamente. Buccino queria evitar, sobre todo, un tiroteo en aquella calle residencial. Supuso que Richard tendria en su casa armas de todo tipo: rifles de asalto con proyectiles capaces de atravesar los blindajes, granadas de mano, dinamita, Dios sabia que. Temiendo que Richard tuviera contactos entre la Policia local de Dumont, Buccino no informo a esta de lo que iba a suceder, a pesar de que es costumbre, por cortesia, avisar a la Policia local cuando se va a hacer una operacion importante.
Richard dejo las bolsas del supermercado en la encimera de la cocina y se puso a abrirlas y a guardar las provisiones. Barbara, que se sentia debil, un poco palida, esperaba no estar enferma durante las fiestas, para montar el arbol, cocinarlo todo, la alegre apertura de los regalos. Mientras veia a Richard guardar las provisiones, penso en lo amable y bueno que podia ser cuando queria, lo malo y sadico que podia ser en otras ocasiones. Pensaba que estaba mas segura que nunca de que existian dos Richard. Ella se habia casado con dos hombres.
– ?Preparada, Lady? -le pregunto el.
– Preparada -dijo ella.
A esas alturas, Richard ya se habia olvidado de Polifrone. Se habia desentendido, no queria volver a tener tratos con el. Pensaba llamar a Phil Solimene despues del desayuno para decirle que Polifrone era un cuentista y para preguntarle como habia sido capaz de recomendarle a aquel imbecil. Richard paso al bano. Barbara se puso despacio un plumifero de esqui azul que le habia comprado Richard hacia poco. Era bonito y de mucho abrigo, pero tenia una cremallera de esas cruzadas en diagonal, de izquierda a derecha. La cremallera solia quedarse atascada cuando ella intentaba cerrarla, y ahora le habia pasado eso mismo. Pidio a Richard que se lo cerrara. No queria enfriarse. El, con sus manos como tenazas, cerro facilmente el plumifero. Con todo lo malo y violento que podia ser Richard con Barbara, la amaba mucho. Era la unica mujer a la que habia amado, y le tenia gran estima, la tenia en un pedestal.
– Despues de desayunar te llevo al medico -dijo.
– Eso no es necesario. Lo unico que necesito es descansar, Richard.
– Si, bueno, pero que te eche una mirada el medico -insistio el.
Ella no respondio. No estaba con animo para discutir. Lo unico que queria era un buen desayuno, huevos revueltos con beicon «que se mueva un poco», segun decia ella, que no estuviera muy pasado. Se dirigieron a la puerta. El se la abrio.
La fuerza de asalto ya habia llegado por entonces a Dumont y se habia agrupado en la entrada sur de la calle Sunset, al final de la manzana. El jefe Buccino, los detectives y los agentes debatian cual seria la manera mejor de reducir a Richard. Mientras hablaban, uno de los agentes vio que Richard y Barbara salian de la casa y se subian al coche.
– ?Viene hacia aqui! -grito-. ?Va con su mujer! -anadio.
Todos corrieron a sus vehiculos y se dispusieron a pasar a la accion.
El detective Pat Kane estaba emocionado. Iban a detener a Richard por fin. Todo su trabajo habia arrojado sus frutos. Ya estaba. Ya habia llegado, por fin, el momento que tanto habia esperado, que tanto habia pedido al cielo.
Polifrone no estaba alli. Buccino le habia pedido que. se fuera al juzgado de Hackensack.
Despues de ayudar a Barbara a subirse al coche, Richard se puso al