Pero Richard conocia lo suficiente la marcha y la logica de la justicia de la calle para saber que si no hacia lo que Parenti le pedia (?lo que le exigia!), bien podria suceder que el mismo se convirtiera en objetivo eliminable.
Lo intento otra vez.
– Dejeme que hable con ellos; dejeme que me encargue de que se marchan de la ciudad y no vuelven nunca, nunca jamas.
– Tienen que desaparecer. Eso es todo. Si no lo haces tu, lo haremos nosotros, capisce?
– Capisce -respondio Richard, viendo claramente el destino escrito con letras de sangre. Estaba escrito con la sangre de John y de Jack, y, si no se andaba con cuidado, con la suya tambien.
– Bueno, me alegro de que hayamos quedado de acuerdo -dijo Parenti con aplomo solemne. Se levanto y se marcho, seguido de cerca por los dos guardaespaldas que lo acompanaban. Richard, sintiendo de pronto un grave peso sobre sus hombros, un peso de vida o muerte, se quedo alli, quieto como la lapida de una tumba, sabiendo que su pequena banda y el jamas podrian hacer frente a los De Cavalcante. Estos eran muchos, conocidos por su violencia, y hacerles frente o luchar contra ellos significaria una muerte segura para todos. Richard sabia tambien que John y Jack la habian cagado a base de bien, que habian transgredido las normas basicas de la calle y el principio fundamental que les habia impuesto el mismo de no robar a nadie de la Mafia. Sabia que habian sellado su propio destino. Richard se levanto despacio, salio del bar, localizo primero a Jack, le pego un tiro en la cabeza antes de que este se enterara de nada y lo dejo donde habia caido. Encontro despues a John, que salia del apartamento de su novia, lo mato de un tiro y lo dejo en la calle para que los De Cavalcante se enteraran de que el trabajo estaba hecho de verdad. Ambos habian muerto sin dolor, sin enterarse de lo que se les venia encima.
A pesar de todo, Richard se sentia terriblemente mal. Acababa de matar a dos de las personas con las que estaba mas unido, a dos amigos a los que queria mas que a hermanos. Habian hecho muchas cosas juntos. Y ahora habian muerto, habian muerto a sus manos.
Era ellos o yo, se decia una y otra vez. Pero aquello no le servia de gran cosa, conto mas tarde en confianza.
Los De Cavalcante se enteraron enseguida de lo que habia hecho Richard, claro esta, y no tardaron mucho en darse cuenta de que Richard Kuklinski podia resultarles de gran valor: un asesino de encargo que sabia lo que tenia que hacer y como hacerlo y que tenia la boca cerrada… el tipo de persona que siempre estan buscando todas las familias de la Mafia en todas partes. Era cierto que Richard no podria ser nunca un «hombre hecho», pero si que podria trabajar como «contratista independiente» si demostraba que entendia bien que el silencio es oro. Antes de proponerle cualquier otra cosa, esperarian a ver si se podia confiar en el.
La Policia de Jersey City no encontro ningun testigo… ninguna relacion con Richard; nadie sabia nada de los asesinatos de John y de Jack y no tardaron en olvidarse. Un simple ajuste de cuentas entre maleantes.
8
Era la primavera de 1954. Richard tenia solo diecinueve anos, pero se comportaba con una seriedad propia de un hombre mucho mayor. Tenia una seriedad estoica impropia de sus anos. Quiza fuera por la brutalidad de sus padres; quiza porque siempre habia sido un inadaptado, una victima de los malos tratos de los demas; quiza porque no habia tenido infancia de ninguna clase. Quiza porque acababa de matar a sus dos mejores amigos. Fuera por lo que fuera, Richard ya no era un chico. Era un hombre que se disponia a dejar huella en el mundo.
Como muchos polacos, Richard era aficionado a caminar y le gustaba salir al campo y el aire libre. Solia darse paseos de varios kilometros. No era partidario del ejercicio, de hacer pesas, de la gimnasia ni de salir a correr, pero le encantaba dar caminatas, que aprovechaba para pensar. Aunque Richard no hacia ejercicio, estaba dotado de una fuerza fuera de lo comun. Cuando estaba mal de dinero hacia trabajos duros, no cualificados, cargando y descargando camiones sin perder de vista cualquier cosa que pudiera robar para convertirla en dinero contante y sonante. Pero parecia que aquella fuerza suya era innata, que le venia de los genes. Los naturales del norte de Polonia, de donde habia venido su padre, eran gente dura y fuerte, y parecia que en Richard se manifestaban los mejores rasgos fisicos de la estirpe. Recientemente, cuando se le pregunto si de joven habia hecho ejercicio, si iba a un gimnasio o hacia pesas, dijo: El unico ejercicio que hacia era el de acarrear cadaveres.
Richard sentia la curiosidad de conocer mejor Nueva York y tomo el transbordador hasta Manhattan, admirando desde el barco la silueta rica y multicolor de la ciudad, tan distinta de Jersey City y de Hoboken. Ya habia estado varias veces en la ciudad con los otros de los Rosas Nacientes, pero nunca habia ido solo. Los Rosas Nacientes ya eran cosa del pasado, formaban parte de su juventud. Por la calle corria el rumor de que Richard habia matado a John y a Jack, y los otros miembros de la banda se apartaron de el. Al poco tiempo empezaron a ponerse heroina, y Richard, a su vez, se aparto de ellos. No le gustaban las drogas ni los que las tomaban. Los que tomaban drogas le parecian personas debiles e inseguras, gente de la que uno no se podia fiar. Richard se habia convertido en una especie de solemne lobo solitario, de movimientos lentos y muy peligroso, virtudes de las que obtendria gran partido durante muchos anos. Le gustaba estar solo. Evitaba tener amigos.
Cuando Richard se bajo del transbordador, cerca de la calle Cuarenta, doblo a la derecha y empezo a pasear hacia la parte baja, a lo largo de la orilla del rio, por debajo de la carretera elevada del West Side. Era un lugar oscuro, humedo y desolado. La mayor parte de los grandes muelles que se habian extendido antes a lo largo de la calle Oeste, un hervidero de comercio, de barcos y de gente opulenta, se pudrian y se morian, simples esqueletos de lo que habian sido. Habia algunas farolas aqui y alla, y las calles eran de adoquines bastos, resbaladizos cuando estaban mojados. Por entonces, Richard ya llevaba siempre encima un cuchillo o una pistola. No se sentia vestido del todo si no iba armado, rasgo que le perduraria durante toda su vida profesional. Segun dice, en aquella primera salida a Manhattan en solitario no tenia intencion de hacer dano a nadie; pero se le acerco a pedirle dinero un vagabundo desagradable y arrogante. Richard no le hizo caso. El vagabundo lo siguio, exigiendole que le diera dinero, y Richard siguio caminando. El vagabundo, un hombreton como un oso, grande, sucio y barbudo, asio a Richard del hombro y lo zarandeo.
– Eh, hijoputa, ?estas sordo? -le dijo.
Richard, sonriendo, se volvio rapidamente y, antes de que el vagabundo se diera cuenta de lo que pasaba, ya habia sacado el cuchillo y se lo habia clavado en el pecho con dos movimientos rapidos.
– ?Vete a joder a otra parte! -gruno Richard mientras el vagabundo caia de rodillas y se desplomaba pesadamente al suelo. Todo habia terminado en una fraccion de segundo. Richard vio como se le apagaban los ojos, limpio la hoja del cuchillo en el mismo vagabundo y siguio su camino, sabiendo que habia matado al hombre, contento de haberlo hecho.
Me gusta ver como se les apaga la mirada. Me gusta matar de cerca, de manera personal. Siempre queria que la ultima imagen que vieran fuera de mi cara, explico.
Richard habia llegado a disfrutar de poseer el control de quien vivia y de quien moria. Le hacia sentirse omnipotente. Consideraba que el hombre que acababa de matar no era mas que una sabandija, y siguio buscando otras sabandijas. Siguio andando hasta llegar al tunel Battery y contemplo Jersey City, al otro lado del agua, recordando como leia alli revistas policiacas cuando era nino, recordando a su hermano Florian, recordando la brutalidad de su padre, recordando a los amigos a los que habia matado. Casi veia desde alli el lugar donde habia matado de un tiro a John Wheeler. Que mal trago, penso.
Richard se volvio, con su rostro apuesto hecho una mascara de granito insensible, y camino de nuevo hacia la parte alta, pasando por el camino cerca del vagabundo que habia matado,