como los hay ahora. Cada comisaria tenia su fichero, pero nada mas, y como casi todas esas muertes eran de vagabundos, de gente que en realidad no importaba a nadie, no habia ningun incentivo para trabajar el caso como es debido. Vera, como mataba de muchas maneras diferentes, la Policia no creia que fuera todo obra de un solo tipo. En cierto sentido, en un sentido muy real, le estaban dando, sin saberlo, licencia para matar. Muy mal asunto».
El protector de Richard, Carmine Genovese, le encomendo otro trabajo especial. Un hombre de Chicago llamado Anthony de Peti debia a Carmine setenta mil dolares, no le pagaba segun lo acordado, le venia con cuentos en vez de darle el dinero. Cuando Carmine le puso las cosas bien claritas, De Peti le prometio que le daria el dinero al cabo de dos dias, «el miercoles».
– De acuerdo, enviare a Richie para que vaya a recogerlo -le dijo Carmine; y llamo a Kuklinski.
– Vete a Chicago. Un tipo se va a reunir contigo en la sala de espera de la terminal de Pan Am, te va a dar el dinero que debe, setenta de los grandes, te vuelves directamente con el dinero, ?vale?
– Vale.
Ten cuidado; es resbaladizo como una puta anguila mojada -le dijo Carmine.
A Richard le gusto ir al aeropuerto de Newark y tomar un vuelo a Chicago. Le hacia sentirse como un hombre de negocios de exito. En aquella epoca, Richard lucia bigote de Fu Manchu y largas patillas que le terminaban en punta a la altura de la mandibula. Ya era de por si un hombre severo e imponente, y resultaba todavia mas temible e intranquilizador con aquel bigote curvo y las largas patillas como dagas. Ya empezaba a perder el pelo, y la calvicie incipiente le recalcaba la frente, alta y ancha, y los planos severos de sus pomulos eslavos. Naturalmente, llevaba encima un cuchillo, ademas de una de sus queridas pistolas derringer. En aquellos tiempos uno podia tomar un avion sin problemas llevando armas encima.
Richard llego al aeropuerto O'Hare de Chicago, inmenso y con mucho trafico, fue directamente a la sala de espera, se sento y espero a que De Peti se diera a conocer, sin esperar ningun derramamiento de sangre. Pensaba que se trataba de una simple recogida. Desde su asiento miraba de un lado a otro, preguntandose donde diablos se habria metido De Peti, sintiendose un poco molesto ya. Por fin, se levanto y se paseo por toda la sala de espera, asegurandose de que lo veian bien todos los hombres presentes. Con su metro noventa y seis y sus ciento quince kilos de peso era dificil pasarlo por alto. Nada. Nadie daba senales de reconocerlo. Se disponia a llamar a Carmine cuando un hombre que habia estado sentado todo el rato a menos de tres metros de el se levanto y dijo:
– ?Rich?
– Si.
– Soy Anthony De Peti.
– ?Por que cono no me dijo nada cuando me vio aqui sentado?
– Queria cerciorarme de que venia solo -dijo De Peti. A Richard no le gusto esta respuesta. Desperto sus sospechas inmediatamente. Miro a De Peti con ojos torvos.
– ?Tiene el dinero? -le pregunto.
– Si; aqui mismo -dijo De Peti. Richard le sacaba la cabeza en altura, aunque De Peti tambien era ancho de hombros, con cara larga estrecha y aguilena y dientes salientes. De la estrecha nariz le asomaban pelos como las antenas de un insecto. Entrego a Richard un maletin negro.
– Pero no esta todo -dijo.
– ?Cuanto hay? -pregunto Richard.
– Treinta y cinco, la mitad.
– Esto no le va a gustar.
– Tendre el resto dentro de un dia o dos.
– Escucha, amiguito, ahora estoy aqui yo y se suponia que debias tenerlo todo aqui, ahora. Tengo que volverme a Jersey en avion dentro de poco. Esto no le va a gustar.
– Le juro que lo tendre todo dentro de un dia o dos.
– Si, bueno; tengo que llamarlo. Vamos -dijo Richard, y condujo a De Peti a una fila de cabinas de telefonos. Richard se puso al habla con Genovese.
– ?Lo has encontrado? -le pregunto este.
– Si; esta aqui conmigo, pero no lo tiene todo.
– Que hijo de puta, ?cuanto tiene?
– La mitad… treinta y cinco, dice. Dice que tendra el resto de aqui a un dia o dos. ?Que quieres que haga.
– ?Que se ponga!
Richard paso el telefono a De Peti. Este, sonriente, explico que tendria el dinero pronto, «de aqui a un dia, como mucho, lo juro», proclamo, procurando que Richard viera su cara sonriente, como dando a entender que todo estaba en orden, que no habia ningun problema; que Carmine era amigo suyo, que diablos. Devolvio el telefono a Richard mientras en un altavoz proximo sonaba el anuncio de un vuelo.
– Si -dijo Richard, al que no le gustaba De Peti. Richard tenia el don especial de conocer a la gente, como si fuera una especie de animal de la selva, y aquel tipo no le gustaba, no se fiaba de el.
– Rich, no te apartes de el, no lo pierdas de vista. Dice que hay gente que le debe dinero, que tendra el dinero sin falta muy pronto.
– Esta bien. ?Que quieres que haga con lo que me ha dado?
– ?No lo sueltes! No lo pierdas de vista, ?entendido?
– Si -dijo Richard, y colgo.
– ?Lo ves? Ya te lo habia dicho -dijo De Peti-. Todo esta arreglado.
– Estara arreglado cuando me des el resto del dinero -dijo Richard.
Dejaron el aeropuerto, y De Peti llevo a Richard de bar en bar, buscando a diversas personas, pero al parecer no encontraba a nadie. Al cabo de diez horas de aquello, de recorrer bares, Richard ya pensaba que aquel tipo intentaba darle esquinazo, ganar un tiempo al que no tenia derecho. Acabaron en un local abarrotado del South Side que se llamaba Say Hi Inn. La clientela era ruda. Pidieron unas copas. De Peti quiso llamar por telefono; Richard lo vigilaba con ojos de aguila, y vio que hablaba con un tipo grande y corpulento que tenia la cara tan picada de viruelas que parecia de gravilla. Richard vio con claridad en los ojos del grandullon algo que no le gustaba. Empunaba en la mano derecha, dentro del bolsillo, su pistola derringer cromada, de cachas blancas, del calibre 38. La pistola iba cargada con dos proyectiles de los llamados dumdum que se expanden al contacto, produciendo heridas terribles. De Peti volvio a la barra, tomo un trago de su copa.
– Vendra enseguida -dijo a Richard.
– ?El tipo que tiene el dinero? -pregunto Richard.
– Si; garantizado.
Pero al poco rato Cara de Gravilla se dirigio a la barra. Dio a proposito a Richard un empujon con el hombro, y este comprendio instintivamente que pretendia enzarzarlo en una pelea a punetazos para que De Peti pudiera darle esquinazo. Richard se volvio hacia el despacio.
– ?Aprecias tus cojones? -le pregunto.
– ?Que? ?Que cono…? -dijo el tipo.
– Si quieres conservar los huevos, largate de aqui echando leches -dijo Richard, ensenandole la pequena y maligna derringer que le apuntaba directamente a la ingle-. O los mando a la mierda ahora mismo.
Cara de Gravilla se volvio y se marcho. Richard se dirigio a De Peti: