Richard conocia, le pidio que «siguieran fuera».

– Vamos -dijo Richard para animar al otro. Mientras salian, Richard tomo su cuchillo de caza, que llevaba en el bolsillo del abrigo, y cuando llegaron a la acera se volvio rapidamente y con un solo movimiento veloz, como el ataque de una serpiente de cascabel, clavo la hoja en la garganta del hombre, hacia arriba, llegandole inmediatamente hasta el cerebro.

El hombre cayo muerto.

Richard se marcho andando tranquilamente. Cuando llego la Policia y se puso a hacer preguntas, nadie sabia nada.

Richard estaba en el bar Orchid, en Union City, bebido y algo alborotado. Un portero enorme, corpulento, lo obligo a marcharse, lo echo a la calle, cosa que Richard acepto; pero, cuando salia, el portero le dio una fuerte patada en el trasero. Esto indigno a Richard.

Pero sabia que estaba demasiado borracho para defenderse como es debido, y juro que volveria. El portero le escupio: este fue su segundo error. A Richard no le gustaban los porteros de los locales. Le parecia que eran unos matones, y Richard despreciaba a los matones. De hecho, era un matador de matones.

Richard volvio a los dos dias, sobrio, mortal, dispuesto a matar. Espero en su coche a que cerrara el bar, a que saliera el portero. Cuando lo vio salir, Richard se bajo de su coche con un martillo en la mano. Siguio al portero, que se subio a su coche y encendio el motor. Richard se le acerco.

– Eh, grandullon, ?te acuerdas de mi? -le pregunto.

– ?Que cono quieres? -gruno el portero.

En un abrir y cerrar de ojos, Richard blandio el martillo y le golpeo en la sien con tal fuerza que el martillo se le hundio en el craneo. Volvio a golpearle una y otra vez. Cuando hubo terminado, el portero estaba muerto, destrozado, irreconocible. Richard le escupio y se marcho.

Por mucho dinero que ganara Richard, solia estar arruinado, pues tenia el vicio del juego y perdia casi siempre. Tambien tenia la costumbre de jugar cuando estaba bebido, lo que solo le servia para perder mas y agravar sus problemas…

No estaba satisfecho de su vida, del rumbo que llevaba. En esencia, Richard habia llegado a odiar el mundo y a casi todos sus habitantes. Veia el mundo como una selva maligna, hostil, poblada de criaturas peligrosas, de depredadores, lleno de iniquidades brutales. Pero si se daba cuenta de que la bebida y el juego se estaban convirtiendo en un problema, aunque no sabia como dejarlos. En los circulos en los que se movia Richard, todo el mundo bebia y todo el mundo jugaba, todo el mundo se empujaba, todo el mundo mentia, enganaba y robaba. No se fiaba de nadie. Por menos de nada, mataba. Para el, la ecuacion era sencilla: o matas o te matan. O comes o te comen.

Corrian rumores inquietantes acerca de Joseph, el hermano menor de Richard. Este oia decir que Joseph tomaba drogas, que Joseph era gay… y aquello lo inquieto. Richard consideraba que las drogas eran un billete de ida a ninguna parte, a una tumba temprana.

Richard oyo decir que Joseph frecuentaba un bar gay llamado Otra Manera, en Guttenberg, Nueva Jersey.

?Como era posible?, se preguntaba. Habia visto a Joseph con chicas en muchas ocasiones. La idea de que su hermano fuera gay, un marica, le resultaba perturbadora. No se lo creia, y lo quiso ver con sus propios ojos. Fue al bar en cuestion un viernes por la noche. El local estaba abarrotado de hombres y de chicos que se daban abiertamente muestras de afecto entre si, y alh estaba Joseph, besando a un hombre vestido de mujer. Richard enrojecio al ver tal cosa.

Pidio una cerveza sin vaso, pues en aquel lugar ni siquiera queria beber de un vaso. En aquellos tiempos -conto Richard mas tarde-, lo de ser, ya sabe, homosexual, se consideraba una mancha muy grave, y yo no estaba nada comodo en aquel local en que los hombres se besaban y se daban la mano abiertamente. Es muy posible que fuera por culpa mia, pero no podia evitarlo; no conocia otra cosa. O sea, se que en realidad la gente apenas puede elegir eso, su propia sexualidad; pero, aun asi…

Cuando Richard levanto la vista, su hermano y el amigo de este habian desaparecido de pronto. ?Donde se podrian haber metido en tan poco tiempo? Richard busco por todas partes pero no encontraba a Joseph. Queria hablar con el, decirle que estaba obrando mal. Fue al bano, y vio por debajo de la puerta del retrete que dentro estaban dos personas. Oyo la voz de su hermano. Se le revolvio el estomago de pensar lo que estaba haciendo. Lo invadio una rabia extrana. Abrio de una patada la puerta cerrada con pestillo y se encontro alli a su hermano, haciendo una felacion al otro tipo, aquella infamia ante sus propios ojos.

Joseph, asustado, se puso de pie. Pero antes de que hubiera tenido tiempo de decir nada, Richard le dio un golpe y lo derribo al suelo sin sentido. Dio otro golpe al travesti, al que dejo tambien sin sentido. Ay, que tentacion sentia de cometer mas violencia, de romper huesos, de hacer correr la sangre. Pero, en vez de ello, Richard se volvio y se marcho, enfurecido, mientras las consecuencias de todo aquello le daban vueltas en la cabeza.

Como un animal herido, se volvio a Hoboken, al Ringside Inn, con un humor de perros. Se instalo ante la barra y se puso a beber. Seguia la regla de no emborracharse nunca alli. Aquella era su base, su local habitual, y temia hacer dano a alguien, matar a alguien incluso, y no poder volver por alli, como le habia pasado en muchos otros establecimientos de bebidas.

El Ringside Inn era propiedad de una mujer ruda, grunona, fea como un pecado, segun lo cuenta Richard. Se llamaba Sylvia, y parecia un chimpance al que hubieran dado unos cuantos garrotazos en la cara para dejarlo mas feo. Tenia un ojo mas grande que el otro; la nariz, chata como una torta con dos agujeros; la cara, rodeada de mechas de pelo rubio tenido, como alambres. Sylvia apreciaba a Richard porque era bien parecido y jugaba en su local al billar americano con apuestas fuertes, con lo que atraia a la clientela. Acudian hombres, y algunas mujeres, de toda la Costa Este para jugar al billar contra Richard, apostando hasta doscientos dolares la bola.

Richard no quiso tener problemas alli, por lo que se marcho y acabo en el West Side de Manhattan, donde asesino a un hombre por haberle pedido fuego con tono desafiante.

Despues del incidente del bar gay, Richard y Joseph no volvieron a hablarse durante varios anos.

Richard tuvo una racha larga de mala suerte; perdia la mayoria de las partidas de billar; perdia en las apuestas de todo tipo que hacia, sobre los resultados del futbol americano o del beisbol, sobre que cucaracha seria la primera que subiria por la pared del bar de Sylvia. Y seguia bebiendo cada vez mas.

Richard, lleno de ira, hizo mas viajes a Nueva York, volvio al West Side de Manhattan, donde sacaba su rabia, donde siguio matando a gente para dar rienda suelta a su odio al mundo. Hace poco se le pregunto a cuantos hombres habia matado en la zona extrema del West Side de Manhattan. Richard respondio con toda la seriedad del mundo: Tantos como los dedos de sus dos manos cinco veces.

Le juro que si alguien me miraba mal, yo lo mataba, explico.

Y el Departamento de Policia de Nueva York no hacia gran cosa por averiguar quien estaba cometiendo todos esos asesinatos bajo la carretera elevada del West Side, oxidada, ruidosa y anticuada. Como Richard mataba en la sombra de tantas maneras diferentes, con armas de fuego de distintos calibres, con porras, ladrillos y bates de beisbol, cuchillos, cuerdas y picos para hielo, el Departamento de Policia no penso nunca que se tratara de un mismo hombre, que Richard Kuklinski, de Jersey City, habia establecido alh su cazadero personal; que acechaba y mataba a seres humanos como si el West Side fuera su coto privado de caza. Claro esta que Richard mataba de muchas maneras distintas a proposito, creyendo que asi confundiria y despistaria a la Policia; y tenia razon.

Toda la razon del mundo.

Espoleado por los demonios interiores que lo acosaban, por la psicosis creciente, furiosa, que tenia dentro, Richard se estaba terminando de hundir. Seguia esperando el momento de dar un buen golpe, de que le encomendaran un buen contrato de asesinato, un robo lucrativo; pero el negocio marchaba mal.

A Carmine Genovese lo habian asesinado, le habian pegado un tiro en

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