la cabeza cuando estaba guisando en la cocina de su casa: otro ajuste de cuentas entre mafiosos sin resolver. Richard apreciaba a Carmine, en la medida en que era capaz de apreciar a alguien. No fue al funeral de Carmine. Sabia que los polis estarian vigilando, y por eso no se acerco por alh.
La vida tenia poco que ofrecer a Richard.
Un amigo de Richard, un tipo llamado Tony Pro que dirigia el Local 560 del sindicato del Transporte consiguio para Richard un buen trabajo en la empresa de camiones Swiftline, en North Bergen. Los jornales eran buenos y el trabajo no muy dificil. Pero a Richard tampoco le gustaba. De hecho, le desagradaba mucho. Era un trabajo honrado, lo que el siempre habia querido evitar. El era jugador, buscavidas, asesino a sueldo. ?Que cono pintaba el alli? Pero se resigno a mantener el trabajo mientras tenia los ojos abiertos en busca de algun buen cargamento que pudiera robar: aparatos de television, pantalones vaqueros, cualquier cosa que pudiera vender rapidamente para convertirla en un dinero que, sin duda, perderia enseguida en el juego. El pensaba aprovechar aquel trabajo honrado para dar buenos golpes, localizando los camiones que convendria asaltar.
Era la primavera de 1961. Richard Kuklinski tenia veintiseis anos y no iba a ninguna parte. Segun su propia cuenta, habia matado a mas de sesenta y cinco hombres. Fue entonces cuando conocio a Barbara Pedrici y todo cambio de pronto. El mundo que habia conocido se convirtio en un lugar muy diferente.
Segunda Parte
15
Barbara Pedrici era una muchacha americana de origen italiano de dieciocho anos, de pelo negro, ojos de color avellana intenso y nariz aguilena de forma perfecta. Media un metro setenta y ocho, se sentia satisfecha de si misma, tenia un aire natural de riqueza y de persona superior.
El padre de Barbara habia llegado a Nueva Jersey procedente de la ciudad de Venecia, en el norte de Italia. Su madre era natural del hermoso puerto de Napoles. Barbara acababa de terminar el bachillerato y no estaba segura de lo que queria hacer. Acariciaba la idea de estudiar en la escuela de Bellas Artes para hacerse pintora, pero a su madre eso le parecia «una perdida de tiempo» y queria que Barbara buscara un trabajo, encontrara a un hombre, se casara, tuviera hijos. Hasta se ofrecio a regalar a Barbara un coche si no estudiaba. Barbara se nego.
Barbara y su madre no se llevaban bien. Barbara era hija unica; sus padres se habian divorciado cuando ella tenia dos anos. A ella la habia criado la Nana Carmella (la madre de su madre), y su tia Sadie, hermana de su madre. Las dos adoraban a Barbara, le daban siempre lo que ella queria y cuando lo queria. De modo que Barbara se habia vuelto algo mimada; desde edad temprana se habia acostumbrado a que le dieran todo lo que querian. Jamas le habian negado nada. Lo unico que tenia que hacer era pedirlo y seguir pidiendolo hasta que era suyo.
La madre de Barbara, Genevieve, era una mujer fria, austera, muy chapada a la antigua, como comentaba la propia Barbara hace poco. Genevieve no solia sonreir, no daba grandes muestras de afecto. Trabajaba duro, de costurera en una fabrica en North Bergen, y parecia que nunca tenia tiempo ni para una palabra amable para su unica hija. Era como si en realidad no hubiera querido nunca tener hijos, y su hija fuera una molestia que le habia caido en la vida.
Pero Barbara estaba muy unida a su abuela y a su tia Sadie. Sadie estaba mala del corazon y no podia trabajar, y dedicaba toda su vida a cuidar a Barbara, a mimar a Barbara, a procurar que Barbara tuviera todo lo que queria. Tanto Carmella como Sadie eran calurosas y efusivas, mientras que Genevieve era fria y reservada… mas bien distante.
Barbara era una persona popular y sociable y tenia un sentido del humor seco y sarcastico. Le encantaba la musica, ir de tiendas, ir al cine con sus amigas. Hacia una vida muy protegida; no habia salido nunca de Nueva Jersey (salvo para visitar a su padre, en Florida) y no sabia absolutamente nada del mundo del que procedia Richard Kuklinski.
Aquel otono, Barbara acompano a su amiga Lucille, que habia respondido a un anuncio de oferta de trabajo para una secretaria publicado por la empresa de transportes Swiftline. Mientras Barbara esperaba a su amiga en la recepcion de las oficinas de la empresa, el propietario de la misma, Sol Goldfarb, la vio y se acerco a ella.
– Eres igual que mi hija -le dijo.
– ?No me diga? -dijo Barbara, y se pusieron a hablar. El le explico que su hija era sordomuda.
– Vaya, lo siento -dijo Barbara. El la invito a pasar a su despacho. Goldfarb era un hombre alto, atractivo, de pelo y ojos negros, que vestia bien. Trabajaba mucho, le iba bien en los negocios, ganaba mucho dinero. Le impresiono tanto Barbara y el parecido a su hija, que le ofrecio alli mismo un trabajo en contabilidad, que ella acepto. Aunque Barbara no tenia la menor experiencia en el trabajo de oficina, aprendia pronto, era muy inteligente y, ademas, capaz de dominar a conciencia todo lo necesario. Siempre habia sacado buenas notas sin gran esfuerzo. Aquel era su primer trabajo de verdad. Le gustaba ganarse su propio dinero, entrar en el mundo del trabajo, tener responsabilidades de persona adulta, y gozaba de la independencia que le proporcionaba aquello.
En la empresa habia una maquina de refrescos, y fue alli donde Barbara se encontro por primera vez con Richard Kuklinski. Se saludaron, se sonrieron, y se volvieron al trabajo. Volvieron a coincidir en el muelle de carga, cruzaron algunas palabras sobre el tiempo. Aquello lo desencadeno todo. El senor Goldfarb los vio hablar y no le gusto. Fue a hablar inmediatamente con Barbara y, con interes paternal, le advirtio que no se acercara a Richard.
– Mira -le dijo-, se que eres una buena muchacha, una muchacha inocente. No te trates con ese tipo. Es un bruto; esta casado y tiene hijos.
– Ah, si yo no… -explico ella, consternada-. Si solo hemos hablado del tiempo, ?sabe?
– Bueno, vale, eso esta bien. Pero no te acerques a el.
– Claro… por supuesto, vale -dijo ella, algo sorprendida. No habia pensado en absoluto en Richard; la idea de entablar relaciones con el ni le habia entrado en la cabeza. Todo habria acabado aqui, sin duda, si Goldfarb no lo hubiera llevado mas lejos. Acto seguido, hizo llamar a Richard a su despacho y le dijo:
– Mira, Kuklinski, no quiero que se trate con el personal de oficina, ?de acuerdo?
– Perdone, ?de que me esta hablando? -pregunto Richard.
– De Barbara. No se acerque a ella.
Esto pillo completamente desprevenido a Richard. Ni siquiera habia pensado en insinuarse a Barbara. No era su tipo. El ni siquiera habia conocido nunca a una chica como ella, a una buena chica de una buena familia, por asi decirlo.
Richard, siempre desafiante, siempre pendenciero, dijo:
– Estamos en un pais libre, ?sabe? La gente tiene derecho a hablar con