– Barbara, yo te quiero -dijo Sadie-. Si te digo esto, es porque me preocupo. Creo que no sabes en que te estas metiendo.

– Lo se; y yo tambien te quiero, y te agradezco tu preocupacion, que veles por mi. Mira, solo estamos saliendo, ?vale? Quiero decir que no voy a casarme con el, que no nos vamos a escapar juntos. No te preocupes. No te preocupes, por favor.

– Pero si que me preocupo. No quiero ver como te hacen dano. Puedes encontrar a alguien mucho mejor que ese tipo, te lo aseguro.

– Solo estamos saliendo -repitio Barbara.

– Vale… pero ten cuidado. No te vayas a enamorar de el; no vayas a consentir que te deje embarazada.

– Claro que no -dijo Barbara, y dio a su tia Sadie un abrazo largo y fuerte-. Te quiero.

– Yo tambien te quiero -dijo la tia Sadie, llevando muy dentro de si una sensacion muy mala acerca de ese Richard Kuklinski de Jersey City, con su sonrisa timida y oscura y sus mirada huidiza.

Aquella Navidad, Barbara decidio invitar a Richard a que compartiera con su familia la tradicional cena de vigilia de Nochevieja y la comida de Navidad, que seria el clasico banquete de cinco platos que duraria todo el dia y parte de la noche. Para la familia de Barbara, como para casi todas las familias italoamericanas del pais, la Navidad era una fecha muy especial del ano; era una ocasion maravillosa para dar regalos, reir, cantar, comer y reunirse con todos. Barbara, que tenia grandes dotes de pintora, pinto hermosas escenas navidenas con acuarelas en las ventanas, y en el cuarto de estar habia un gran arbol de Navidad.

Barbara considero que aquella era una buena oportunidad para que su familia se enterara de lo amable, lo cortes y lo delicado que era Richard en realidad. Cuando Barbara dijo a su madre que queria invitar a Richard para que pasara las fiestas con ellos, a Genevieve no le hizo gracia, pero acepto a reganadientes, como lo acepto el resto de la familia. Si Barbara lo queria asi, asi tendria que ser. Cuando la muchacha no se salia con la suya, poma una cara larga y amargada y hacia saber a todo el mundo que estaba descontenta.

Cuando Barbara dijo a Richard que le gustaria que pasara las fiestas con su familia, lo pillo por sorpresa, pero aquello le agrado, y acepto de buena gana y con interes la amable invitacion. Sabia que Barbara estaba muy unida a los suyos, y que, si la queria, los suyos tendrian que aceptarlo a el. Era sencillo. Pero se sentia inquieto. Su familia no habia tenido nunca arbol de Navidad ni comida especial. Para el, la Navidad no habia significado nada, cero. Solia salir a comer a un restaurante barato, nada mas. Ningun festejo. Aquella seria una experiencia completamente nueva.

18

Esto es para ti, Richard

Richard llego a casa de Barbara en North Bergen el 24 de diciembre de 1961, vispera de Navidad.

Aquel asesino frio y sin escrupulos estaba nervioso, de hecho tenia un hormigueo en el estomago. No habia asistido jamas a una fiesta asi; no tenia idea de lo que podia esperar, de que hacer, de como comportarse, de lo que esperaban de el. Alli estaba toda la familia de Barbara, quince personas en total. La abuela Carmella se habia pasado dias enteros cocinando sin parar. Habia hermosas fuentes enormes de comida, dispuestas para servirse. Barbara presento a Richard, timidisimo, a sus primos, tias y tios que no lo conocian todavia. Fue entonces cuando Richard conocio al primo de Barbara, Carl, hijo de Armond.

– Es mi primo favorito -dijo Barbara a Richard. Alli estaba tambien su tia Sadie, naturalmente, que trato a Richard con bastante amabilidad, aunque no le gustaba, no le gustaba nada de lo suyo, ni lo que hacia, ni de donde venia, ni donde se dirigia. Pero Sadie habia tomado la resolucion de estar agradable, de hacer que se sintiera bienvenido, pasara lo que pasara. Al fin y al cabo, era Nochebuena, un tiempo de amor y de unidad familiar, y si su Barbara queria que el estuviera alli, asi tendria que ser. Sadie estaba dispuesto a aceptarlo de la mejor manera posible, esperando que aquello no fuera mas que un capricho pasajero.

Pronto se sirvieron bebidas. Se hicieron brindis. El aroma de los platos deliciosos del sur de Italia impregnaba el aire, mezclandose con el fuerte olor de pino que procedia del arbol de Navidad. Richard sabia que no debia beber guisqui, y no tomo mas que un vaso de vino blanco, por cumplir.

Cuando se sentaron todos a comer a la larga mesa, un gran espectaculo que habian preparado cuidadosamente Barbara, la Nana y la tia Sadie, Richard se sento junto a Barbara. Empezaron con hermosas fuentes llenas de antipasti, pimientos rojos en aceite, salami, jamon, quesos de todas clases, pimientos rellenos, aceitunas, corazones de alcachofa. Despues comieron los tradicionales espaguetis con almejas, seguidos de filetes de lenguado fritos, gambas rellenas y gambas scampi, calamares rellenos y colas de langosta a la plancha. Despues hubo fruta, frutos secos y mas quesos, seguidos de alcachofas napolitanas rellenas para la digestion. Y despues, naturalmente, los postres.

Richard no habia visto nunca una comida italiana hecha en casa como aquella, ni mucho menos la habia probado, y le maravillo lo bueno que estaba todo. Animado y satisfecho tras la rica comida, le conmovio todavia mas el modo en que los miembros de la familia expresaban abiertamente su afecto, se tocaban, se besaban y se abrazaban sin recato, entre bromas y risas constantes. Estaba viendo algo cuya existencia no habia conocido hasta entonces: una familia unida que disfrutaba del hecho de estar juntos y manifestaba abiertamente sus sentimientos de carino. Cuando se sirvio el cafe, con pasteles hechos por Carmella, ademas de sambuca y grappa, eran casi las doce de la noche, la hora a la que se repartian los regalos. Richard no habia traido ningun regalo. No sabia que era costumbre darlos, y cuando la tia Sadie le entrego un regalo cuidadosamente envuelto y le dijo: «Esto es para ti, Richard, feliz Navidad», se conmovio. Se quedo sin habla. Y habia mas regalos para el, de Barbara, de la Nana Carmella, hasta de la madre de Barbara. Richard estaba tan conmovido que hasta se le llegaron a saltar las lagrimas, y en ese estado abrio sus regalos: un jersey, un frasco de colonia, una bonita chaqueta de ante que le regalaba Barbara. Richard, emocionado, se probo la chaqueta. Le sentaba perfectamente. Era el regalo mas bonito que le habian dado en su vida.

– ?Esto es siempre asi? -pregunto a Barbara.

– ?Que quieres decir? -le pregunto ella, sonriendo.

– Que todos esten tan agradables, amables y generosos -dijo el.

– Claro… es Navidad -dijo ella-. Siempre es asi, Richard.

Al dia siguiente, Richard volvio a casa de la Nana Carmella cargado de regalos. Habia pasado toda la manana de compras y habia procurado comprar regalos para todos los que estarian. Repartio alegremente sus regalos, recibiendo palabras de agradecimiento, besos, abrazos. No sabia que la gente podia ser tan calida y efusiva, tan dispuesta a expresar sus sentimientos.

Al poco rato se sentaron todos otra vez a la mesa, y esta comida fue todavia mas abundante que la de la noche anterior. Habia antipasti, lasana y berenjena a la parmesana, seguida de jamon y cordero, con patatas de tres clases, champinones rellenos, bolas de arroz, cuencos enormes de ensalada, pasteles y fenochio (hinojo). Estuvieron comiendo durante horas, con un descanso entre plato y plato; se sirvio mucho vino, se hicieron brindis, hubo risas y se contaron chistes, algunos algo subidos de tono. Tambien se cantaron villancicos.

Aquella Navidad, la familia de Barbara llego a aceptar a Richard: se los habia ganado con su timidez, con lo mucho que se veia que le gustaba estar alli, con los regalos que habia traido, tan atento. Aunque no era italiano, lo hicieron sentirse bienvenido y querido, como si fuera en verdad uno de ellos, como de la familia. Sentia deseos de abrazarlos a todos, de rodearlos a todos con fuerza con sus fuertes brazos.

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