carinoso y generoso hasta la exageracion. Llevaba con mucho gusto a sus hijas y a las amigas de estas a ver las peliculas que querian y a comer en los restaurantes que les gustaban; le encantaba comprar ropa bonita a sus hijas, siempre dos prendas de cada clase: todo era poco para sus hijas. Compraba constantemente para Barbara ropa, zapatos, joyas, abrigos de vison… lo que quisiera. Iban a restaurantes de lujo todos los fines de semana. Richard se encargaba siempre de que, cuando llegaran, ya les estuviera esperando en la mesa, en un cubo de hielo, el vino favorito de Barbara, el Montrachet. Le abria las puertas. Le sujetaba amablemente la silla cuando se iba a sentar.
Por otra parte, podia perder los estribos por cualquier tonteria y volverse tiranico, maligno, una amenaza. La casa de los Kuklinski podia ser en un momento dado un eden apacible, para convertirse al cabo de un instante, en un islote azotado por los embates de un mar proceloso y turbulento.
Cuando mi papa estaba normal, tenia un corazon de oro. Cuando se enfadaba, era… era un maniaco, explico hace poco su hija Chris.
Richard se compro un Cadillac blanco nuevo. La familia empezo a buscar una casa nueva en una parte mejor de Nueva Jersey. West New York, en el condado de Hudson, estaba cambiando; se instalaban alli miembros de muchas minorias, y Richard y Barbara querian mudarse a un barrio mejor.
Acabaron comprandose un duplex, estilo rancho, en Dumont, Nueva Jersey, con tres dormitorios y garaje. Era un barrio agradable de clase media alta, un buen lugar para criar ninos; un pedazo bastante jugoso del sueno americano hecho realidad. Barbara quiso tener una piscina y que el jardin se cubriera de buen cesped, sano y de buen color. Ningun problema: Richard estaba deseoso y encantado de dar a Barbara todo lo que queria. Seguia sin tener una idea clara del valor del dinero, y se lo gastaba alegremente en cuanto le venia a las manos.
Los fines de semana los Kuklinski celebraban barbacoas esplendidas a las que invitaban a todos los vecinos de la manzana. Richard era en general un hombre abierto y amistoso, buen vecino, siempre dispuesto a echar una mano. Se ponia un delantal de cocinero y asaba alegremente hamburguesas y salchichas para sus hijas y para todos sus amigos. Los vigilaba cuando jugaban en la piscina, pendiente de que ninguno se hiciera dano. Repartia amablemente toallas y ayudaba a sus hijas a secarse; ordenaba con gusto el patio trasero despues de que los chicos se hubieran pasado el dia jugando. Barbara seguia queriendo tener mas hijos; queria tener un chico; esperaba que tuvieran un hijo.
Pero cuando Richard se enfadaba, estallaba. Parecia incapaz de controlar su ira, y cuando se enfadaba, su crueldad no conocia limites, era como si se convirtiera en otra persona. Rompia los juguetes y las chucherias de sus hijas; destrozaba las sillas, las mesas y los objetos de a casa. Despues de que Barbara hubo reformado la cocina, cuando estuvieron instalados todos los electrodomesticos y los armarios, Richard perdio los estribos y llego a arrancar de la pared los armarios de cocina, ademas de sacar de su sitio el fregadero y arrojarlo por una de las ventanas de la cocina.
Despues, siempre se sentia muy mal, hasta le repugnaba lo que habia hecho. Se enfadaba tanto consigo mismo que no era capaz ni de mirarse al espejo. Cuando estaba asi, en uno de sus arrebatos, lo unico que podian hacer Barbara y sus hijas era apartarse de su camino, y eso era lo que hacian, en la medida de lo posible.
Ademas, cuando Richard estaba enfadado con Barbara, no dudaba en maltratarla delante de sus hijas. Era como si ni siquiera se diera cuenta de que estaban delante. Le daba bofetadas, empujones, golpes. Sus hijas, horrorizadas, contemplaban aquel espectaculo suplicandole que lo dejara, llorando, chillando y pidiendole que no siguiera. Si no hubiera sido por la intervencion de sus hijas, por sus suplicas, muy bien podria haber matado a Barbara en un ataque de rabia. Si la hubiera matado en uno de sus arrebatos, habria matado tambien a sus hijas.
– Si mama muere, Merrick -llego a decir a su hija mayor-, tendre que mataros a tu hermana y a ti, ?sabes? No puedo dejar testigos… ?lo entiendes?
– Si, papa -dijo Merrick.
Barbara se sentia atrapada, segun dijo. No podia acudir a ninguna parte. Si iba a la Policia y ensenaba sus lesiones, los ojos morados y las contusiones, quiza lo detuvieran; pero ella sabria que no tardaria en salir bajo fianza, y entonces saldria para matarla. Se lo habia dicho asi de claro en muchas ocasiones.
Y ella lo creia.
Barbara estaba convencida intimamente, segun explico, de que Richard la destruiria si acudia a las autoridades o si hacia cualquier cosa por la que el pudiera perder a su familia. Antes que eso, los mataria a todos.
Pero, por extrano que pueda parecer, Barbara no estaba amedrentada ante Richard. Le plantaba cara, lo desafiaba, lo senalaba con el dedo retandolo a que volviera a pegarle… cosa que el solia hacer.
– Tio grande, te crees muy duro porque pegas a una mujer… ?No eres duro! ?No tienes nada de duro! -le decia ella a la cara.
Las cosas no habrian estado tan mal si mi madre se hubiera callado - explico hace poco su hija Merrick-. Ella empeoraba las cosas… hacia peor todavia una situacion que ya era mala de por si. Era como si quisiera provocarlo. Yo le decia que se callara, «calla, mama», que no le replicase, que no le plantara cara, «no digas nada, mama», pero ella no se callaba.
La unica manera que tenia Barbara de defenderse, de no perder su propia identidad, su propia personalidad, era plantar cara a su marido; y lo hacia, y sufria a menudo las consecuencias.
Asi lo explicaba su hija Chris: Mi padre se cuso con la mujer que no debia. Yo diria que si mama hubiera sido mas mansa, quiero decir, si no hubiera tenido la lengua tan suelta, los arrebatos habrian terminado mucho antes. Pero ella no cerraba la boca, y la verdad es que empeoraba las cosas. Hasta cuando el le estaba pegando, cuando le estaba dando golpes, mi madre seguia provocando a mi padre, insultandolo y despreciandolo. Mi madre… mi madre incitaba aquello.
Pero Barbara no es de la misma opinion: Yo no iba a consentir de ninguna manera que me pisoteara, callandome y dejando que me maltratara. No podia acudir a ninguna parte, no podia recurrir a nadie, y por eso le decia a el… le decia lo que sentia. Es posible, o sea, ahora, volviendo la vista atras, me parece que es posible que lo estuviera incitando, provocando; pero yo no estaba dispuesta a dejarme pisotear como una estera sin decir esta boca es mia; ni pensarlo.
Despues, Richard siempre se sentia enfadado consigo mismo por haber aterrorizado a sus hijas. Pero nunca dijo que lo sentia ni que no volveria a pasar. Se portaba como si no hubiera pasado nada; todo iba bien y todo estaba arreglado. Era como si hubiera pasado una tormenta terrible, como si los danos no fueran mas que las consecuencias naturales de la tormenta. Nada mas. Aquello no habia tenido nada que ver con el. La culpa habia sido de la tormenta.
Su hija Chris tomo por costumbre llamar a la operadora telefonica tras los arrebatos de su padre y colgar cuando oia la voz de la operadora; la consolaba y la tranquilizaba de alguna manera saber que habia alguien al otro lado del telefono, alguien que podria ayudarla. Chris y su hermana empezaron a preparar una «bolsa de fuga», como la llamaban. Guardaban en ella algo de ropa, un par de juguetes queridos, un par de zapatos de repuesto para cada una. Pensaban que solo era cuestion de tiempo hasta que su padre matara a su madre de verdad, y querian tener un equipo de fuga preparado para poder salir corriendo por la puerta cuando llegara el momento.
Barbara repitio a Richard con toda claridad que si llegaba a poner la mano encima a sus hijas, ella le cortaria el cuello cuando estuviera dormido. Le dijo esto con tal sinceridad fria y tranquila que el lo creyo. Por otra parte, el mismo habria preferido cortarse las manos a llegar a hacer hecho dano fisico a cualquiera de sus dos hijas.
Pero Barbara… Barbara era una cuestion muy distinta.
A veces, cuando Richard estaba perdiendo el control, cuando contraia los labios y se ponia palido y producia aquel chasquido terrible con los labios, el mismo se daba de punetazos, con tal fuerza que se dejaba sin sentido a si mismo. Segun reconocio hace poco, aquel era el unico medio que tenia